ADOLF TOBEÑA – EL MUNDO

· El catedrático de Psiquiatría Adolf Tobeña (Graus, 1950) publicó hace unos meses ‘La Pasión Secesionista’ (ED Libros) en el que analiza el fenómeno independentista desde la psicología social. Y no, los catalanes no se han vuelto locos.

Pregunta.– Entonces… ¿no se puede hablar de locura o enajenación en la deriva independentista?

Respuesta.– Ese es un error que ha cometido la intelectualidad española. Han tratado un movimiento social extraordinario como si fuera una patología. Y no se puede explicar como un delirio o una obnubilación. Es un fenómeno de la psicología de los movimientos sociales que es plenamente normal, aunque sea excepcional por lo abrupto. Los fenómenos políticos son complejísimos y difíciles de atrapar. Los vectores de fondo son muchos. En este caso, es sencillo formularlo: ¿Qué ha sucedido para que del 20% de catalanes que nunca se ha sentido español, se haya pasado al 48% de independentistas en las últimas elecciones?

P.– Siempre ha habido minorías tratando de obtener más poder. También el duque de Medinaceli quiso independizar Andalucía en 1641.

R.– Suelo repetirlo a menudo. Andalucía tiene tanta entidad política como Cataluña o como las islas Canarias, Asturias o Galicia. No estoy diciendo que haya elementos que justifiquen una demanda más que otra. Pero Andalucía no tiene ese 20% que no va a sentirse nunca español. Y hay que partir de ése núcleo de catalanes de raíz oriunda que dominan los resortes en la red de ciudades medias y en las comarcas que entreteje la sociedad catalana. Sobre esa base se ha construido el movimiento independentista.

P.– En su libro, brevemente, usted enuncia que puede tratarse de un enamoramiento.

R.– Las pasiones colectivas en política se encienden para ganar a los contrincantes y someter a los disidentes. Y es un fenómeno normal que ya estudiaron Freud, Keynes, Adam Smith… Pero los mandarinatos culturales de hoy en día, parecen haberse olvidado de ello en favor de teorías sociológicas o económicas con ingredientes más frágiles.

P.– La utopía (la idílica Catalunya) sí que es frágil.

R.– Eso es propaganda, aunque no es el vector crucial en este asunto. Sí lo es que las élites jóvenes, cosmopolitas y vinculadas al Gobierno autónomo, ante una España en bancarrota, pensaran que sí habían conseguido forjar el mejor club de fútbol del mundo (el Barça), y la ciudad más atractiva de Europa (Barcelona)… ¿Para qué depender de un Estado ineficiente, lejano y corrupto? Y como España estaba tan débil, se pusieron a trabajar en ello. Y entonces sí, utilizaron todos los recursos de propaganda y de intoxicación… Pero ése no es el tema. Lo importante son las élites emprendedoras y los profesionales de la inteligencia que…

P.– …Y los disidentes que se han tenido que ir.

R.– Una cosa no niega la otra. Barcelona es una de las 10 mejores ciudades del mundo… Uno ahora no puede presumir de conocer el mundo si no ha estado en Barcelona, a menudo. Y claro, ante un Estado que no estaba (ni está), lo aprovecharon.

P.– Pero esto no es nuevo.

R.– Lo que no se había hecho era generar convencimiento y orgullo de estar a la cabeza del mundo en muchos campos. El mejor club de fútbol…

P.– ¿Ahora? ¿El Barça? No me haga reír. Si el Madrid ha ganado dos años consecutivos la Champions.

R.– En esa época lo era y el Barça va a seguir en la élite. Y luego están todos esos sectores (farmacéuticas, investigación, tecnología) en los que Cataluña es líder. Simplemente se ha hecho creer que Cataluña podría desarrollar mejor ese potencial sin España. Y así han logrado sumar a centenares de miles de personas. Y mientras, la mayoría que no quiere independizarse sigue callada y desorganizada porque con el ambiente, los medios, las manifestaciones… Se tuvo la sensación de que el independentismo dominaba el territorio. Por eso la mayoría está callada. Nadie quiere significarse porque creen que el separatismo puede ganar.

P.– Y está el abandono del Estado.

R.– Barcelona es otra cosa porque no hay quien la atrape, pero si usted pasea por ciudades como Igualada, Manresa o Granollers, potentes industrialmente, puede tener la sensación de que ya no está en España porque desde hace años solo hay esteladas. Y llevan ya seis meses de campaña abierta por el sí. Es decir: la conducta ilegal es aparatosa y el Estado no existe… Así que casi todo el mundo piensa que va a ser muy difícil parar el independentismo.

P.– Es difícil resistirse a la presión social.

R.– Se han hecho muchos estudios que demuestran cómo el individuo adopta el criterio mayoritario, aunque éste sea totalmente erróneo. Y los que resisten son minoría.

P.– Y en Cataluña la presión es muy potente.

R.– Claro que lo es. Está en las calles, en los medios, en los lugares de trabajo… Y es verdad que, para no perturbar la concordia, hablar y significarse se ha convertido en tabú.

P.– El nacionalismo domina la propaganda.

R.– Los contrincantes podrían haber respondido, lo que pasa es que han sido menos eficaces. Por eso no se puede hablar de totalitarismo, aunque haya reflejos y matices de eso…

P.– Pero al director de El Periódico le han montado casi un escrache y la gente que pide educación en español sufre las consecuencias.

R.– Si me pregunta si el movimiento tiene características totalitarias, yo le respondo que puede tener derivas totalitarias y Dios nos libre de que ganaran. Pero se ha hecho en un marco abierto y con posibilidades para que los no independentistas respondieran. Y no lo han conseguido, porque está divididos. Yo estoy en el 52% mayoritario no-secesionista, pero somos peores que ellos a la hora de hacer política efectiva. Los canales de representación (Ciudadanos, PSC, los Comunes, el PP) y las entidades civiles han sido incapaces de crear relatos alternativos que fomenten ilusión, esperanza… para contrarrestar la potencia del paraíso secesionista.

P.– Sería contrarrestar la mentira porque los independentistas dicen que Cataluña no va tener corruptos, que van a estar en Europa…

R.– Es cierto que el sueño edulcorado que predican es una sandez. Yo he visto carteles que decían que todos los niños tendrían chocolate para merendar. ¡Y vacaciones dignas! No es populismo, son sandeces. Y llenaron pueblos y ciudades con esos mensajes, con lacitos en los árboles y las farolas. Claro que es fatigante contrarrestar eso. Pero lo relevante es que las capas medias y educadas de la población catalana prefieren escuchar radio o seguir la información televisiva en catalán, aunque no paren de hablar de independencia, porque lo hacen mejor. Tienen más calidad, diseño, agilidad, la gente va más estilosa y elegante… ¡Si hasta creen que tienen la mejor cerveza del mundo!

P.– El vestuario del catalán prototípico es muy cuestionable y respecto a la cerveza…

R.– Le estoy dando ejemplos que se han ido colando en el mensaje en los últimos 10 años y que no han sido contrarrestados. ¿Y cómo se hace esto? Pues con una radio y una tele de calidad que sean tan atractivas y tan ágiles como las catalanas privadas y públicas.

P.– Y claro con estos programas de tan magnífica factura… luego no hay dinero para medicamentos…

R.– La gente para vivir necesita varias cosas: salud, familia, un trabajo motivador, cierto nivel de ingresos… pero también necesita ilusiones.

P.– El ser humano es gregario.

R.– En todos lados. Yo explico fenómenos de gregarismo básicos que tienen un arrastre tremendo, sobre todo si los que se perciben como minoría (aunque no lo sean), observan que hay una mayoría aparente que, aunque esté equivocada, va ganando. Es la primera vez que un Estado democrático se enfrenta a un desafío secesionista que rompe las reglas aceptadas por todos. Esto no ha ocurrido jamás de los jamases.

P.– Cataluña ya proclamó su independencia en 1934.

R.– Aquí ha crecido un movimiento secesionista aprovechando las herramientas que da un Gobierno autónomo con amplios poderes y buenas redes clientelares. Y nadie se ha enfrentado antes a eso. Escocia y Quebec no son ejemplos válidos, porque se asumieron acuerdos previos. Rajoy y el Gobierno de España tienen una papeleta mayúscula. Los catalanes han puesto en marcha un procedimiento inédito.

P.– Los catalanes son tan creativos…

R.– Lo son. Los catalanes tienen muchos defectos y también muchas virtudes. Y en esta ocasión las han puesto al servicio del secesionismo. Se suele decir que nadie en el mundo les hace caso… pero ahí están los editoriales reiterados del New York Times, del Guardian, del Financial Times… y los actos académicos en Harvard, Oxford, Berlín…

P.– Teniendo al corresponsal de NYT en las tertulias de la televisión pública catalana es normal. Y lo de Harvard… tocando las teclas adecuadas (esas delegaciones tan activas de la Generalitat)…

R.– ¡Claro!… Pero les hacen caso.

P.– Otra cosa es la realidad. Tras los atentados, ¿con qué bandera se iluminaba en la torre Eiffel? ¿Y el Empire Estate? La española.

R.– Pero han conseguido que las cadenas televisivas de mayor penetración mundial sigan el conflicto, porque generan unas noticias con un cromatismo sensacional. Ya verá la próxima Diada.

P.– Como los bailes masivos de Corea del Norte.

R.– Mis compañeros académicos me preguntan por lo que pasa en Cataluña, por los actos que organizan en Boston, Londres… Pues bien, la diplomacia española no ha conseguido que en los mayores viveros de la inteligencia haya otro relato. El independentismo ha conseguido que su mensaje llegue a todas partes. Y la intelectualidad hispana, a pesar de la red de los institutos Cervantes, no ha elaborado respuestas.

P.– Neymar se ha largado del Barça, su ex presidente está en la cárcel, los políticos catalanes se han probado tan ladrones como los de cualquier lugar, la deuda catalana es un bono basura… ¿Hay motivos para seguir creyendo ese relato?

R.– Los movimientos políticos tienen ciclos. Al final, el famoso suflé catalán ha resultado ser un plumcake porque se ha mantenido enhiesto, a pesar de todo eso. Hay dos millones de personas que van a ir a votar y se traerán ellos mismos las urnas. Y el resto de la ciudadanía catalana está a verlas venir…

P.– ¿Y qué se puede hacer?

R.– Orfebrería constitucional. No me refiero solo a cambios acertados en la Carta Magna. El Rey tiene que vivir en Barcelona la mitad del año. Tiene palacios para ello. Está en Maquiavelo: los príncipes deben tener presencia regular en territorio díscolo. Y tiene que haber altos organismos estatales, europeos y de la Nato, en Barcelona. Se percibiría así que el Estado está presente en la segunda capital de las Españas.

P.– Vaya a decirle eso a otras comunidades. ¿Y para qué quieren al Rey? ¿Para acusarle de vender armas?

R.– No me salga con minucias, por bochornosas que sean. Hay que volver a integrar ese talento que hay en Cataluña. Y actuar con decisión y sutileza. Otra vía es culminar la reforma federal. A los murcianos y a los extremeños les encantaría tener un Estado autónomo. Hay que elevar el nivel simbólico. Y al País Vasco, Cataluña, Galicia y Canarias añadirles la consideración de «libre y asociado».

P.– Ya ha dicho Susana Díaz que Andalucía será lo mismo que Cataluña, País Vasco o Galicia…

R.– Como el Estado sigue débil y Rajoy está bastante solo (ni PSOE, ni Ciudadanos, ni Podemos le apoyan con firmeza), los independentistas creen que pueden conseguir su objetivo. Incluso están dispuestos a esperar 10 años como parias desplazados, llamando a las puertas de Europa.

P.– ¿Ha visto los carteles de la CUP llamando a señalar a los disidentes? Le parecerá muy bien diseñado.

R.– Además de talento y efectividad, en los independentistas hay sectores totalitarios y con tendencias xenófobas. Si llegaran a imponerse lo pasaríamos muy mal. Lo han anunciado.

P.– Habla de manipulación de los recuerdos. Se dice que todo esto comenzó con los recortes al Estatut…

R.– Y así lo ha comprado buena parte de la intelectualidad, pero es una construcción fabulada. El Estatut fue un invento maragalliano que nadie pedía y que tuvo una repercusión casi nula en la ciudadanía.

P.– Los catalanes se creen la pera, ¿no?

R.– Con motivos: tenemos el Barça, el mayor bagaje en estrellas Michelin, los mejores diseñadores, la ciudad más atractiva del mundo, los rincones mediterráneos más apreciados, las mejores olimpiadas…

P.– Lo que gastó España en que le dieran los Juegos Olímpicos a Barcelona…

R.– Hay autoestima exagerada y sentimiento de superioridad en muchos catalanes, sí. Se puede seguir postulando un delirio inexistente, pero lo que se ha hecho es plasmar un horizonte de victoria secesionista, que ha encandilado a la mitad de la población. Tienen un relato que pueden argumentar y están dispuestos a concretarlo.

P.– ¿Por qué no es independentista?

R.– Porque me gusta vivir en sociedades porosas, abiertas, variadas, divertidas. No me atraen las monocordes y enclaustradas. Si algún día se desmantelara España –esperemos que no pase– estaría a favor de reinstaurar la Corona de Aragón, pero con capital en Nápoles o Valencia. Jamás en Barcelona.

Adolf Tobeña – Profesor Visitante en el Institute of Psychiatry (University of London), y en las universidades de Tel Aviv, Groningen, Venecia, Córdoba (Argentina) Ha publicado ‘Cerebro y poder’, (La Esfera de los Libros, 2008), ‘Neurología de la maldad, (Plataforma, 2016)…