Los ismos circulares

ABC  31/05/14
IGNACIO CAMACHO

· El rupturismo crece en los extremos del sistema emparentado por una sacudida catártica de clases medias empobrecidas

TRAMPA para incautos en tiempos confusos: algún alma nada cándida ha colgado en las redes un texto anticapitalista de Hitler sin firma y en seguida lo empezaron a difundir y hacer suyo con entusiasmo los radicales de ultraizquierda, incluidos militantes, seguidores y hasta alguna desavisada dirigente podemista, toma neologismo. Cuando Rosa Díez señala concomitancias entre el programa de Podemos y el de Marine Le Pen no sólo está advirtiendo de que todos los extremismos se parecen –Muñoz Seca diría los extremeños–, sino que algo dolida por la pérdida de su patente regeneracionista viene a denunciar el fenómeno cierto de que comparten a distancia un tipo de público: el de una clase media proletarizada por la crisis dispuesta a echarse en brazos del primero que cuestione los cimientos del sistema que la ha empobrecido. Xenófobos, neofascistas y tardocomunistas confluyen en una eurofobia producto del desencanto contra el ajuste monetarista de las troikas comunitarias y tocan la flauta de Hamelin del populismo: soluciones sencillas (en apariencia) para problemas complejos. La posmodernidad es en el fondo muy antigua: los chicos del 15-M leían en las acampadas a Nieztche, cuyas doctrinas mal digeridas alumbraron el delirio hitleriano bautizado con el significativo nombre de nacional…socialismo.

En épocas turbulentas siempre surgen ventajistas de la síntesis de brocha gorda, unidos por la voluntad de sacar tajada del desengaño de las capas de población peor tratadas. Los argentinos perfeccionaron con el peronismo la paradoja del régimen antisistema: un movimiento de presunta renovación capaz de amparar dentro de su burbuja a la ultraderecha, al reformismo, al institucionalismo y a la guerrilla revolucionaria para apoderarse de todo el espacio público mediante alternancias de sus propias facciones, de tal modo que la oposición a los peronistas la hacían otros peronistas. Esa tendencia totalizadora es la que los descontentos creen ahora atisbar en Europa bajo el fantasma turnante del bipartidismo; por eso les vale cualquier propuesta de signo rupturista para pegarle con ella una patada a la mesa en la que ya no les dejan sentarse. En España han usado a los bolivarianos de Pablo Iglesias, en Francia y Gran Bretaña a los xenófobos de Le Pen y Farage, en Grecia a los neomarxistas de Syriza y en Italia a los exaltados antitodo de Beppe Grillo. Se trata de una sacudida catártica dirigida, delendaestpotestas, a liquidar una política atascada en el fracaso. Lo que la mayoría de esos votantes hartos ignora en su visceral cólera es que sus nuevos adalides representan, bajo su maquillaje de rebeldía posmoderna, también viejas experiencias ya repudiadas. Y algunas, responsables de catástrofes ignominiosas. Al escribir aquello de la Historia repetida como farsa, Marx no atisbaba que también pueden clonarse las tragedias.