ROSA MENESES, ABC – 27/06/15
· Como sospecha el Gobierno francés, las cárceles son un foco de nuevos radicales.
El gran poder de convocatoria de Estado Islámico (IS, en sus siglas en inglés) y otras organizaciones yihadistas para atraer a hombres de todas las nacionalidades a luchar por su causa en Siria e Irak siempre ha sido analizado con preocupación desde las capitales europeas. Los servicios de seguridad observan de cerca el proceso de radicalización de cientos de jóvenes europeos reclutados por estas organizaciones yihadistas porque consideran que, después de luchar en los diferentes conflictos en Oriente Próximo, esa experiencia de combate puede representar un gran peligro una vez vuelvan al continente.
De todos los países europeos, el que más hombres ha exportado a la yihad es Francia. Según señaló el ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve, al Parlamento el pasado diciembre, unos 1.200 franceses han dejado el país para engrosar las filas de organizaciones como el autodenominado Estado Islámico o el Frente Al Nusra. Unos 185 han vuelto a Francia, según Cazeneuve y de ellos, la mayoría están o en prisión o bajo observación de las fuerzas de seguridad.
Los procesos por los que un individuo decide unirse a la yihad son variados, pero Francia parece ser, según los expertos, un punto caliente de la radicalización de jóvenes por varias razones. Una de ellas puede ser la participación activa de Francia en operaciones contraterroristas en países predominantemente musulmanes, como Mali, Libia o Irak. Ello podría haber fomentado el resentimiento de una parte de la comunidad musulmana en Francia.
Los musulmanes conforman el 10% de la población de Francia y son la comunidad más numerosa de Europa. Muchos musulmanes franceses se sienten discriminados y privados de oportunidades porque ven que su fe les estigmatiza. Los atentados del pasado enero contra la revista satírica Charlie Hebdo y un supermercado kosher en París pusieron de manifiesto que el modelo francés de integración está haciendo aguas por algún sitio y que las autoridades tienen que trabajar para mejorarlo. Como también llaman la atención sobre el peligro de que atentados como el de entonces –y el de hoy– marginen aun más a una comunidad cuya mayoría no es violenta y está perfectamente integrada en los valores de la República.
Otro problema reconocido por las autoridades francesas es que las prisiones son la primera fuente de radicalización de jóvenes musulmanes. Más de la mitad de los reos en Francia son musulmanes, según estimaciones, ya que no hay estadísticas basadas en la religión al ser un país laico. Es el proceso por el que pasaron Amedy Coulibaly y los hermanos Said y Cherif Kuachi, los autores de los atentados de París de enero. Igual que Mohamed Merah, que en 2012 mató en Toulouse a siete personas. Según un informe del Gobierno filtrado en 2005, estos jóvenes que se radicalizan en la cárcel son una «bomba de relojería».
Mientras que los servicios de seguridad consideran que la mayor amenaza son los retornados, los milicianos yihadistas que vuelven a su país después de luchar en Siria o Irak, quizá habría que prestar mayor atención al peligro dentro de casa. El peligro de los retornados es real, pero también hay que poner en marcha políticas domésticas para mejorar la integración de las minorías, luchar contra la pobreza y la delincuencia, y evitar que los jóvenes delincuentes comunes se conviertan en salafistas tras su paso por prisión. La prueba es que en febrero, el Estado francés comenzó a implementar programas antiradicalización en sus prisiones, aunque aún es pronto para analizar sus resultados.
ROSA MENESES, ABC – 27/06/15