Los olvidados

ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 17/11/14

Isabel San Sebastian
Isabel San Sebastian

· Ahora que triunfa también en Cataluña el proyecto de ruptura de ETA, hay que escuchar más que nunca a las víctimas.

La Asociación de Víctimas del Terrorismo, esa AVT que este diario contribuyó a sostener con una cuestación en la que sus lectores dieron una lección de dignidad al Ministerio de Asuntos Sociales de la época, celebró la semana pasada en Madrid unas jornadas dedicadas a trazar «el relato del terrorismo en España». Unas jornadas indispensables en esta España ingrata y voluntariamente amnésica, que aspira a pasar esta página siniestra de nuestra historia reciente de la manera más rápida posible, sin hacer la lectura correspondiente ni aprender por tanto nada de ella. Unas jornadas que acogió la Universidad Francisco de Vitoria, cuyo compromiso con la memoria y la necesidad de trasladar el legado de lo sufrido a los más jóvenes resulta tan raro como encomiable en este océano de mezquindad.

Ahora que resuenan con fuerza en todas las televisiones las proclamas de esos apóstoles de la «democracia real» que jamás movieron un dedo ni se arriesgaron a nada por defender la democracia, sin apellidos, bajo cuyo paraguas viven y medran. Ahora que en el País Vasco, y no solo allí, cobra una fuerza creciente la versión falsaria, equidistante y perversa de un «conflicto político» entre iguales, en el que ambas partes cometieron similares excesos. Ahora que la serpiente ha cambiado la pistola y la goma dos por la vara de alcalde o el escaño y vive confortablemente instalada en las instituciones.

Ahora que triunfa también en Cataluña, bajo el eufemísmo de «derecho a decidir», el proyecto de ruptura por el cual ETA asesinó a sangre fría a más de ochocientas personas inocentes, trescientas de las cuales todavía están esperando a que el Estado al que sirvieron se tome la molestia de hacerles justicia. Ahora, más que nunca, es preciso escuchar el relato de lo sucedido en las voces de quienes lo escribieron con su sangre.

Las víctimas del terrorismo fueron nuestros héroes y heroínas en el breve espacio de tiempo durante el cual España mantuvo la determinación de plantar cara al terror hasta lograr una derrota incondicional de la banda asesina. A lo largo de las dos décadas precedentes habían sido pruebas de cargo del fracaso de los sucesivos gobiernos (UCD, PSOE) en su intento de integrar al separatismo vasco armado en el juego democrático. Testigos incómodos que era preferible ocultar. Vino luego un breve paréntesis de reconocimiento y respaldo; una sucesión de homenajes públicos y manifestaciones masivas, bajo el lema «no estáis solos», en los que políticos y periodistas se daban bofetadas por salir en la foto junto a los mismos símbolos de resistencia que ahora, merced a un cambalache mal llamado «proceso de paz», se han tornado trastos viejos arrumbados en un sótano a fin de que no agiten nuestras conciencias con sus miradas interrogantes.

España ya no necesita héroes ni heroinas. No los quiere. La heroicidad es una actitud inútil y hasta ofensiva en una sociedad que, en aras de la tranquilidad, rinde homenaje a la cobardía y convive con la humillación de contemplar a Bolinaga pasearse por las calles como adalid de la impunidad.

Cuando en 2003 publiqué «Los Años de Plomo (memoria en carne viva de las víctimas)», se lo dediqué a «los olvidados», a tantos caídos anónimos cuyas familias habían padecido, tras el desgarro, la tortura añadida del silencio y la vergüenza. Decía yo en el prólogo de ese libro de entrevistas: «Fueron para esas personas tiempos de soledad e injusticia en los que los depredadores etarras ocuparon los desvelos de los responables políticos y los escaparates mediáticos, mientras sus presas eran relegadas a los desvanes más inhóspitos de una sociedad que prefería volver la vista hacia otro lado.»

Nunca pensé que en 2014 tendrían plena vigencia esas palabras, escritas desde la tristeza aunque con esperanza. ¿Cómo sospechar entonces que apenas una década después cometeríamos la vileza de volverlas a olvidar?

ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 17/11/14