IGNACIO CAMACHO-ABC
- Los postulantes de fondos europeos que visitan el despacho de Sánchez no son precisamente de clases populares
El Gobierno ha atisbado un leve repunte en las encuestas –más bien un estancamiento de Feijóo– y se ha lanzado a hacer campaña entre su clientela derramando regalías procedentes de los impuestos de la clase media. «Trabajadora», añade la retórica oficialista, como si siendo de clase media se pudiese vivir de las rentas. La contraofensiva electoral dispara munición de dinero público a través de unos Presupuestos ‘expansivos’, que es como se llama al dispendio en el lenguaje de madera de los políticos. Las cuentas defendidas ayer por María Jesús Montero contienen cálculos de crecimiento que ningún organismo o servicio de estudios considera fidedignos; hasta la Autoridad Fiscal Independiente (pero no mucho) ejerce de Pepito Grillo con la seria advertencia de que la recesión asoma ya en forma de decimales negativos en el último trimestre de este ejercicio. Pero el Ejecutivo no va a permitir que ningún dato le arruine el triunfalismo. Incluso, en un arranque imaginativo, la ministra evocó los Pactos de la Moncloa como antecedente del acuerdo suscrito por la coalición gobernante con ERC y Bildu. Sólo falta la mitad del país para completar el parecido.
Los mismos sondeos que impulsan el optimismo sanchista registran un amplio respaldo ciudadano a las rebajas tributarias aplicadas en las autonomías gobernadas por la derecha y desdeñadas en el proyecto de Hacienda. En esa cuestión, sin embargo, no se escuchan sugerencias porque el incremento del gasto –«escudo social» en la neolengua– se sostiene sobre el de la recaudación por consumo y por renta. El IVA de los precios disparados por la inflación ha dejado la caja del Estado llena y con ese excedente, más el recurso a la deuda, se van a financiar las subvenciones directas que el Gabinete piensa administrar a su mejor conveniencia. El ahorro y el equilibrio financiero son anatemas. Montero incluso confiesa disponer de un ‘colchón’ de reserva por si necesita inyectar más fondos a su estrategia. Es decir, por si las expectativas de la izquierda no suben con la suficiente fuerza.
El debate presupuestario se ha convertido en otra palestra de la polarización ideológica y política que atiza Sánchez. El presidente que no puede salir a la calle sin que lo abucheen pretende erigirse en paladín de los intereses populares mientras reparte entre sus círculos de influencia toda clase de mercedes institucionales. Hay cola de visitadores en la carretera de La Coruña para acogerse al maná de los fondos europeos, y no son precisamente autónomos ‘tiesos’ ni obreros sin empleo ni beneficiarios de los descuentos del Metro. La dialéctica populista de ricos y pobres queda para los mítines y el Congreso; los grandes privilegios se negocian en encuentros a cencerros tapados cerca de la Puerta de Hierro. Esos son los verdaderos Pactos de La Moncloa de este tiempo. Los originales nunca fueron secretos.