Los susurros de Sabino

ÁLVARO MARTÍNEZ – ABC – 18/09/16

· La propuesta lingüística del nacionalismo vasco parece salida de la «txapela» de Arana: bienvenidos al «apartheid» euskaldún.

Dice el PNV que quien quiera trabajar en la cosa pública en el País Vasco va a tener que saber euskera. Si el partido de Urkullu sigue gobernando, una eminencia en medicina, por ejemplo, no podría ser director del hospital bilbaíno de Cruces a no ser que lea con soltura «El catecismo cristiano del doctor Betolaza», de 1596, o cualquier texto escrito en una lengua cuyo presunto radio de acción termina en las cercanas Castro Urdiales y Miranda de Ebro. Más allá, es como saber hablar tártaro fuera de Tartaristán.

Así las cosas, todo vasco puede presentarse a cualquier puesto público en cualquier rincón de España, pero la administración vasca queda vedada para el resto de los españoles, porque el castellano (que es lengua oficial aquí y lo hablan 567 millones de personas en todo el mundo) a los nacionalistas les debe parecer muy poquita cosa e ineficaz para, qué se yo… apagar un incendio, por ejemplo. A lo mejor Urkullu piensa que si, pongamos por caso, el bombero habla euskera las llamas se extinguen más rápidamente, o por completar el disparate que si todo el mundo habla esa lengua las cosas se tornan en ignífugas, si nos atenemos al providencialismo que guía la doctrina peneuvista al grito de que «mejor cosa no nos puede pasar, con la buena sombra que da mi txapela».

Cuando este batallón se echa a la cara las propuestas lingüísticas del PNV –aplaudidas, por cierto, por podemitas y proetarras– parece como si el fantasma de Sabino Arana correteara por los pasillos de esa casa susurrando al oído a sus epígonos al mando sus conocidos dislates racistas. A lo mejor a Ortúzar, que es ahora el presidente del PNV, se le ha aparecido en sueños aquel xenófobo de Arana y le ha recordado lo de que «el bizkaino es laborioso, el español es perezoso y vago». Y de ahí, al programa electoral.

Desbrozado el debate de las paparruchas de la «construcción nacional» y otros sopicaldos demagógicos que nutren el discurso identitario, alguien tendría que recordarles a Urkullu y a Ortúzar que solo en el 13% de los hogares vascos se habla en euskera y que dos tercios de la población no lo usa porque no le place, que tiempo y medios han tenido para hacerlo. Hablando de solidaridad y egoísmos, no se entiende bien la ojeriza que el nacionalismo le tiene a España y lo español cuando, según la UE, seis de cada diez euros gastados en protección social en el País Vasco provienen del Estado.

También gracias al Estado los jubilados vascos cobran la pensión media más alta de toda España, porque todos los años les llega una inyección de entre 800 y 1.000 millones de euros de la «malvada» Seguridad Social españolaza. Con lo que cotizan los vascos, sencillamente, no les llega. En general, el País Vasco recibe del Estado –ese perverso Leviatán que según aquel orate de Abando está lleno de «vagos»–, 1.576 millones de euros más de lo que aporta. Así todos los años. Madrid ingresa 16.576 millones menos de lo que aporta para que, entre otras cosas, los jubilados vascos lleguen a fin de mes hablando como les venga en gana. Faltaría más.

ÁLVARO MARTÍNEZ – ABC – 18/09/16