Madera en llamas

ABC – 15/02/16 – IGNACIO CAMACHO

·El enésimo «aguirrazo», dimisión, es un gesto efectista para desbaratar desde dentro la estrategia blindada de Rajoy.

Tantos años ha pasado el marianismo deseando que Esperanza Aguirre renunciase y lo hace en el momento en que más daño causa. Otra vez la lideresa por libre, en pleno dominio de los reflejos políticos que faltan en un partido de madera. Su asunción de responsabilidades políticas deja al PP en estado de shock, con toda la dirigencia atrapada en el bloqueo impuesto por su líder. Una situación de emergencia en la que, una vez más, Aguirre ha sido la primera en hacer sonar la alarma de incendios y tirarse por la ventana.

En Génova la detestan. La suya no es, desde luego, una solidaridad orgánica ni corporativa; actúa sin más norte que su propia intuición, de índole populista. Como el amortizado Gallardón, va de verso suelto y rima asonante; por eso chocaban tanto. Pero ella tiene mayor capacidad de reinvención porque es más chula y más osada para elegir los tiempos. Está tan acostumbrada a los aprietos que con tal de creárselos a los demás no le importa empezar por sí misma. La dimisión es un gesto efectista calculado o improvisado para desbaratar desde dentro la estrategia blindada de Rajoy. Un golpe al hígado de un presidente que tenía la guardia alta para protegerse la cara.

El enésimo aguirrazo deja al líder en una situación delicada, casi insostenible, agudizada por el aplauso de la izquierda. Más aún: revienta el enroque de todo el partido. Agranda el escándalo del aforamiento de Rita Barberá, destroza la timidez de la dirección frente al huracán valenciano y deja en evidencia a todo el marianismo, sorprendido de nuevo por el quiebro de la baronesa madrileña. El debate sobre la inmovilidad de Rajoy queda más abierto que nunca en un momento en que su objetivo principal era resistir la presión. El presidente es hoy un hombre cercado. Ha perdido –entregado más bien– la iniciativa ante Sánchez y ahora queda en evidencia ante sus militantes, ante su cuerpo electoral y ante una opinión pública que siempre quiere solventar los escándalos con cabezas rodando por la plaza.

El PP es un partido a punto de implosión. Rajoy lo sabe y su objetivo es aguantar con la máxima cohesión posible para controlar la desbandada. El órdago esperancista es una bomba en la santabárbara de un barco en plena zozobra. La cúpula cerrará filas para minimizar daños, pero todo el mundo es consciente de la vía de agua. Eso sí, quienes mejor conocen a su jefe saben que esta es la clase de desafíos que le refuerzan en su liderazgo impávido. Está aplicando a su propia crisis la misma receta que al rescate, convencido de que incluso la peor salida a su estilo será más suave que una estampida desorganizada.

Son días críticos para el centro-derecha, sometido a una dinámica autodestructiva. La gestión del resultado electoral se ha vuelto ingobernable. El partido que ganó mal que bien en las urnas está perdiendo la peor batalla posible. La que libra contra sus propios demonios.

ABC – 15/02/16 – IGNACIO CAMACHO