Rajoy «comprende», pero no aprende

ABC 15/02/16
ISABEL SAN SEBASTIÁN

Aguirre asume la responsabilidad política de la corrupción y marca el camino a seguir

ESPERANZA Aguirre ha marcado el camino a seguir a Mariano Rajoy, que «comprende» a la dimisionaria presidenta del PP madrileño, aunque no parece aprender de ella. Aguirre no está imputada por la Justicia ni implicada en la trama Púnica. Nadie la acusa de haber cobrado un euro indebidamente. Se va porque en política así es como se asume la responsabilidad de hechos tan graves. Porque ha llegado a la conclusión de que su permanencia al frente del partido en la Comunidad de Madrid causa más perjuicio que beneficio a los suyos. Y también, me parece adivinar, porque es su forma de decirle al presidente nacional que la única manera de aliviar al PP del lastre hediondo que arrastra por culpa de la corrupción es cargando ese fardo sobre sus espaldas y retirándose de la escena. Algo que debería haber hecho él motuproprio hace tiempo.

La lideresa popular ya trazó una línea de actuación basada en el sacrificio personal cuando le ofreció el primer sillón municipal al candidato socialista, habiendo obtenido ella la victoria en las urnas, en un intento audaz, aunque fallido, de evitar el pacto suscrito poco después entre el PSOE y Podemos. Rajoy podría haber ensayado algo similar tras las generales, poniendo en la mesa de negociación su cabeza a cambio de un programa de reformas moderado. Prefirió sentarse a ver pasar el cadáver de Pedro Sánchez, confiando en que sería incapaz de lograr una mayoría suficiente para gobernar. De hecho, esa sigue siendo la apuesta a la que se aferra. Por eso insiste en que se presentará a la investidura «si consigue los apoyos necesarios», en lugar de ceder el testigo a otro dirigente libre de mancha, ajeno a los escándalos de financiación ilegal acaecidos en los años en los que él era vicesecretario o secretario general del Partido Popular, y mejor armado, por tanto, para concitar consensos. Ahora es demasiado tarde para explorar esa vía, dado que el presunto muerto está muy cerca de alcanzar La Moncloa cabalgando el tigre de Iglesias.

En política, como en la vida, conviene no confundir los deseos con la realidad. Los deseos de Rajoy y su guardia pretoriana conducen a una carambola de última hora o, en el peor de los casos, una repetición de elecciones que les permita resistir y ganar. La realidad apunta claramente a un frente popular sostenido por separatistas, a imagen y semejanza de lo que ya rige, con pequeñas variantes, los destinos de valencianos, baleares, navarros, aragoneses, vascos y catalanes. Un frente popular cuya argamasa será nada menos que el poder y el presupuesto, susceptible de cohesionar los materiales más dispares. Un frente popular al que habrá que plantar cara desde la oposición, con fortaleza, principios, coraje y coherencia, elementos difícilmente asimilables a la actual dirección de Génova, según la opinión que se extiende entre las filas de la gaviota.

Ayer mismo, antes de hacerse pública la dimisión de Esperanza Aguirre, conocimos un documento de la Red Floridablanca, integrada por jóvenes militantes de base, en el que pedían la renuncia del actual equipo directivo del PP y la convocatoria urgente del congreso que, según los estatutos, debería haberse celebrado hace un año. Con gran valentía, ya que hace falta ser valiente para levantar la voz dentro de una estructura dominada por la norma férrea de que quien se mueve no sale en la foto, estos chicos exigían un congreso abierto, sin trampas ni dedazos, que brinde una oportunidad a la formación para regenerarse a fondo, recuperando la esencia ideológica que dio origen y sentido al partido. ¡Ahí es nada! Una demanda hoy por hoy rayana en lo subversivo…