ABC – 07/05/15 – JAVIER RUPÉREZ / EMBAJADOR DE ESPAÑA
· «López merece la libertad tanto como Otegui la prisión. Y los españoles, el respeto ganado durante cinco décadas de nuestra historia reciente por haber puesto sufrimiento y sangre en derrotar con la ley y la justicia en la mano a la gentuza que Otegui y los suyos personifican. Es de esperar que la República Bolivariana de Venezuela sepa así apreciarlo»
El 11 de noviembre de 1979 un comando de la banda terrorista vasca ETA me secuestró en las proximidades de mi domicilio en Madrid. Integrando la banda que realizó el secuestro estuvo la ciudadana francesa Francoise Marhuenda, detenida poco después por la Policía española. En su declaración ante los agentes el 24 de marzo de 1980 narró con todo detalle los entresijos de la operación criminal. Según Marhuenda, mi secuestro era parte de la campaña denominada por los terroristas «Con el Estatuto presos a la calle» –acababa de comenzar en el Congreso de los Diputados la discusión sobre lo que sería el Estatuto de autonomía del País Vasco, bautizado con el nombre de Guernica– y precisa en su confesión: «Durante quince días [Marhuenda] efectúa la vigilancia del diputado de UCD señor Rupérez, teniéndola terminada en ese tiempo. Con anterioridad había previsto una cita con los integrantes del comando que habían realizado la acción del señor Cisneros [objeto de un secuestro frustrado en julio de 1979 y herido gravemente por los secuestradores al conseguir escapar]. Ellos mismos se habían bautizado con el nombre de ‘‘Comando Kalimutxo’’, integrado por la declarante, Luis María Alcorta Maguregui, ‘‘Bigotes’’; José María Ostolaza Pagoaga, ‘‘Barbas’’, y Arnaldo Otegui Mondragón, ‘‘el Gordo’’».
En el relato Marhuenda describe el seguimiento a que me habían sometido y el plan que había de seguirse para la realización de mi secuestro, precisando que habían sopesado «todas las posibilidades y riesgos que pudieran surgir, concretándose en que en el caso de presentarse algún inconveniente procederían a “ajusticiarlo”». (Como es bien sabido, los terroristas no «asesinan», sino que «ejecutan». Lo habían intentado con Gabriel Cisneros, que sufriría toda su vida las consecuencias de las heridas recibidas, que seguramente contribuyeron a acortar su existencia. Cisneros murió en 2007 y en los dolores de sus últimos días siempre se refería al «tiro de Otegui» como la peor fuente de sufrimiento en toda su vida).
En la mañana del día de autos, 11 de noviembre, y siempre según la colaboradora francesa de los terroristas nacionalistas vascos, se reparten las armas entre los integrantes del grupo que va a llevar el secuestro, precisando que ella «toma una pistola Browning FN nueve milímetros parabellum, Alcorta Maguregui, “Bigotes”, un revólver marca Taurus calibre treinta y ocho, Otegui Mondragón, “el Gordo”, y Ostolaza Pagoaga, “Barbas”, sendas pistolas Browning FN nueve milímetros parabellum». Otegui y compañía fueron juzgados como responsables de mi secuestro en 1989 y absueltos por falta de pruebas. Durante el secuestro mantuvieron siempre sus caras cubiertas y me hubiera sido imposible identificarlos. Los mismos fueron también juzgados poco después, en 1990, por el intento de secuestro y asesinato contra Gabriel Cisneros, corriendo la misma benigna suerte. Él y yo solíamos lamentarnos de no haber podido contar con las evidencias suficientes para obtener su condena.
Mi secuestro y el frustrado de Gabriel Cisneros no habían sido las primeras actividades delictivas de Otegui. En febrero de 1979 había participado en el secuestro del directivo de la empresa Michelin en Vitoria Luis Abaitua, hecho por el que fue condenado a seis años de cárcel por la Justicia española en 1989. Otegui se había refugiado en Francia a principios de la década de los ochenta, siendo extraditado por las autoridades del país vecino en 1987 y enviado a prisión preventiva por las españolas en ese año. Había entrado a formar parte de ETA político militar en 1977 y tras la disolución de ese grupo terrorista ingresó en la llamada ETA militar en 1981. Permaneció en la cárcel, cumpliendo condena por el secuestro de Abaitua, hasta 1993. En 2004, hallado culpable por el Tribunal Superior del País Vasco de un delito de «enaltecimiento del terrorismo», fue condenado a quince meses de prisión por haber participado unos meses antes en el homenaje a la terrorista Olaia Castresana.
El Tribunal Supremo ordenaría posteriormente la repetición del juicio. El nuevo juicio tuvo lugar en la Audiencia Nacional en 2007, siendo Otegui absuelto al haber retirado la fiscalía la acusación. Son los tiempos en que el entonces presidente del Gobierno de España, el socialista Rodríguez Zapatero, califica al terrorista vasco de «hombre de paz». En 2005 había sido encarcelado de nuevo por considerar la judicatura probada su participación en la financiación ilegal del movimiento terrorista a través de las «herriko tabernas». Permaneció en la cárcel solo dos días, al haber depositado la fianza de 400.000 euros que le había impuesto el juez. El caso está todavía pendiente de juicio. Volvió a prisión un año después, acusado de inducir a la violencia durante la jornada de huelga convocada por la muerte de dos presos de ETA. Quedó en libertad poco después, tras depositar una fianza de 250.000 euros. En 2007 fue condenado a quince meses de prisión como responsable de un delito de «enaltecimiento del terrorismo» en un homenaje al desaparecido terrorista José Miguel Beñarán, «Argala».
Cumplió catorce meses de la condena. En 2009 se le abre juicio oral siendo de nuevo acusado del delito de «enaltecimiento del terrorismo» como consecuencia de su intervención en el acto público celebrado en el velódromo de Anoeta en San Sebastián en 2004. La Audiencia Nacional le absuelve del delito un año después, en decisión luego confirmada por el Tribunal Supremo. En 2011 la Fiscalía de la Audiencia Nacional pide diez años de prisión para Otegui y otros dirigentes de la izquierda «patriótica» vasca por intentar reconstruir el brazo político de los terroristas, «Batasuna», a través del movimiento «Bateragune». Llevaban en prisión incondicional desde 2009. En 2009 la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo confirmó la sentencia, si bien redujo la pena de diez años a seis medio. Que deberían cumplirse a lo largo de 2016.
Ese es un apresurado y seguramente incompleto resumen de las actividades desarrolladas por Arnaldo Otegui Mondragón a lo largo de la mayor parte de su vida, que no parece tener «curriculum vitae» sino más bien «historial delictivo». Cuando han fracaso sonoramente los intentos de sus conmilitones para convencer a la comunidad internacional –más allá de los habituales Tutu, Esquivel y Mujica–, que el individuo está en la cárcel por motivos políticos, el presidente Maduro de Venezuela, según cuentan sus agentes diplomáticos, quisiera ofrecerle ayuda y cobertura. Es transparente la intención: equiparar la injustificada pérdida de libertad de Leopoldo López a la más que debidamente certificada del terrorista y delincuente en serie que responde al nombre de Otegui. Ello constituiría un grave error de información y juicio y un renovado agravio contra España y los españoles. López merece la libertad tanto como Otegui la prisión. Y los españoles, el respeto ganado durante cinco décadas de nuestra historia reciente por haber puesto sufrimiento y sangre en derrotar con la ley y la justicia en la mano a la gentuza que Otegui y los suyos personifican. Es de esperar que la República Bolivariana de Venezuela sepa así apreciarlo.
ABC – 07/05/15 – JAVIER RUPÉREZ / EMBAJADOR DE ESPAÑA