JON JUARISTI-ABC

  • En España, ETA ha sido el único fenómeno de envergadura similar a la de la mafia italiana

Tras la detención, el pasado lunes, del capo Mateo Messina, el escritor Roberto Saviano se ha manifestado escéptico acerca de una desaparición de la Mafia en Italia o, incluso, de un cambio de ciclo. Si acaso, como afirmaba recientemente Alessandro Baricco, ahora habrá menos sangre y todo parecerá más limpio. La Mafia es visible cuando mata; cuando no lo hace y se camufla en una legalidad más o menos permisiva es invisible y, si además se asimila al mundo de los negocios, se le acaba perdonando, porque eso es bueno para la economía.

Las reflexiones de Saviano, publicadas, el martes 17 por el ‘Corriere della Sera’ -y recogidas el miércoles por ‘El Mundo’- me han llevado a pensar en el desenlace del único fenómeno mafioso de la envergadura del italiano que hemos conocido en España: es decir, en el fin de ETA, pero, para entenderlo, creo que es necesario referirse a su principio, que es todavía opaco para la mayoría.

Hace cincuenta y cuatro años, la antigua ETA, la fundada en 1959 por un grupo de estudiantes nacionalistas, desapareció a consecuencia de las detenciones de la práctica totalidad de sus dirigentes y activistas ‘liberados’ durante el estado de excepción que siguió al asesinato del comisario Melitón Manzanas, el 2 de agosto de 1968.

Pues bien: a comienzos de 1969 tuvo lugar, digamos que en Bayona, una reunión entre un exiliado de ETA, dedicado a la hostelería, y un político carlista vizcaíno (más concretamente, un político carlista disgustado con el franquismo por la entonces reciente expulsión a Francia de Carlos Hugo de Borbón Parma). No sabemos de qué hablaron, pero, dos años después, el hostelero estaba al frente de una ETA militar reconstruida y el político carlista actuaba como el mediador o negociador privilegiado en las extorsiones y secuestros que la banda ejercía contra empresarios y profesionales liberales, sin importarle demasiado las simpatías políticas de estos: ‘pecunia non olet’.

En 1978, ETA asesinó al hombre que probablemente tenía más conocimiento de cómo se había planeado la conversión de aquel grupúsculo estudiantil de los sesenta en una organización mafiosa disfrazada de guerrilla urbana: era un periodista todavía joven, que había conocido y tratado al hostelero y al político carlista. ETA lo acusó de colaborar con la Policía. La familia del asesinado alegó que actuaba como mediador entre el Gobierno de Suárez y la dirección de la banda con vistas a una posible paz negociada entre uno y otra. El Gobierno lo negó siempre.

ETA, una organización española del crimen organizado que asesinó con métodos inspirados en la mafia italiana y que vendió protección a empresarios -y profesionales liberales- según los cánones de Frank Nitti, se hizo invisible desde el 2 de mayo de 2018. Ahora todo parece más limpio y es bueno para la economía.