- Ha votado siempre socialista. Se ha jubilado este año. Y le asaltan las dudas
Manolo se vino con sus padres desde su Andalucía natal a Cataluña, concretamente a Santa Coloma. No pudo estudiar y lleva trabajando desde los catorce. Había que ayudar en casa. Es lo único que ha hecho a lo largo de su vida: trabajar – es electricista y de los buenos -, sacar adelante a su familia junto a su mujer, Rosario, no deber nada a nadie y procurar ayudar a todos.
Manolo ha sido siempre votante de los socialistas. Era muy de Felipe. Bueno, más de Guerra, que siempre le pareció más echao p’alante. En Cataluña no podía meter la papeleta con el logo del PSOE pero se contentaba con la del PSC. Manolo no supo nunca si era diferente o no del de Felipe. A él le decían que sí, que eran la misma cosa. Votó en su día a Manuela de Madre como alcaldesa socialista de su ciudad y le caía bien. Dicharachera, castellano hablante, guerrista. Luego estaba Pascual Maragall. Siempre le pareció un señorito pero bueno, mientras fuese socialista qué más daba. Cuando llegó a la presidencia de la generalidad Manolo esperaba que se acabase esa TV3 que solo hablaba de algunas cosas y no de todas. No fue así, y con lo de votar un nuevo Estatut empezó a pensar que no, que PSC y PSOE no eran lo mismo. Al llegar Montilla a la presidencia, a Manolo se le alegraron las pajarillas. Un paisano suyo, nacido en Iznájar, tenía que cambiar las cosas y abrir esa Cataluña que Manolo tanto amaba. Tampoco.
Manolo ha sido siempre votante de los socialistas. Era muy de Felipe. Bueno, más de Guerra, que siempre le pareció más echao p’alante. En Cataluña no podía meter la papeleta con el logo del PSOE pero se contentaba con la del PSC
Ahora Manolo ve a Illa pactar con los separatistas, a Sánchez indultarlos, a convertir a los ocupas en santos mientras criminalizan a los propietarios. Manolo se pregunta porque la UGT no ha abierto la boca con todo lo que está sufriendo la clase trabajadora, con la tomadura de pelo de los fijos discontinuos. Manolo está harto, cansado, aburrido de tanta propaganda. Manolo está descorazonado. Esto no es el socialismo que él defendió. Ve a Sánchez, a Patxi López, a Iceta, a Collboni y se le cae el alma a los pies. Ni le gustan ni se los cree. Porque a sus nietos les obligan a hablar catalán en el colegio, incluso en el patio.
Porque los profesores no se hartan de decirles que España es un país que ha reprimido a Cataluña desde siempre. Porque cada día se entera que le han robado por la calle a un vecino gente que viene de fuera. Porque los precios están por las nubes. Porque la cola del hambre delante de la parroquia de su barrio es cada día más larga. Y porque Manolo y Rosario se compraron hace años un modestísimo pisito en una urbanización en Segur de Calafell, ya saben, por aquello de que la mujer y los críos pasasen los fines de semana y las vacaciones en la playa mientras él iba y venía sin apenas conseguir descansar dos días seguidos. Y ahora se lo han ocupado y no hay manera de echarlos. La policía dice que no puede hacer nada y la justicia dice que la cosa ha de seguir su curso. Manolo contaba con venderse el pisito que tanto le costó pagar para retirarse en su Andalucía añorada, pero no va a poder ser, al menos de momento.
Manolo contempla lo que está pasando y se enfada. Un amigo le dijo en el bar el otro día que había que votar a la izquierda porque, si no, iba a ganar la extrema derecha. Y Manolo le contestó que cuando supiera dónde estaba esa izquierda, que se lo dijera. Porque él hacía tiempo que no conseguía verla por ninguna parte. Ahora en el bar dicen que es un facha, uno de Vox, un anti catalán. Manolo, aunque le duela que digan esas cosas, tiene claro que en las elecciones que vienen no votará al PSC ni a nada que se le parezca. Porque mientras hay ministros que viven en pisazos de lujo a cuenta del estado, a él le han ocupado su pisito y casi no le llega para vivir con su pensión. Manolo está cabreado, y mira que es difícil enfadar a gente como él. Pero cada día son más quienes, como Manolo, se dan cuenta de que no es oro todo lo que hacen relucir en los Telediarios. Y los Manolos a la hora de votar, si se juntan, son más que los perroflautas.