Entrevista a MANUEL MONTERO, ABC – 03/05/14
· Manuel Montero Exrector de la Universidad del País Vasco Autor del libro «Voces Vascas. Diccionario de uso», denuncia la perversión del lenguaje que hacen los nacionalistas para adaptarlo a su propaganda.
LAS FRASES:
· El relato del terrorimo «Mientras no se asuma que el asesinato es asesinato y no consecuencia del conflicto no habrá un relato común»
· El invento vasco de moda «El derecho a decidir es un invento de Ibarretxe como eufemismo para suavizar la autodeterminación en 2001»
El exrector de la Universidad del País Vasco y catedrático de Historia Contemporánea Manuel Montero desentraña en el libro «Voces Vascas. Diccionario de uso» las expresiones del lenguaje que el nacionalismo vasco retuerce una y otra vez para «recrear» la realidad a su medida. En el caso del terrorismo, para dulcificarla. La obra, editada por Tecnos, es un manual preñado de doctrina para guiarse en el laberinto vasco donde «España» es palabra tabú y las víctimas de ETA son «consecuencias del conflicto».
– Su tesis es «dime cómo hablas y te diré qué piensas»…
–Sí, sí. Y cuál es tu universo mental. El lenguaje es connotativo, no solo para comunicar ideas, sentimientos o pensamientos, sino para dejar clara tu posición en el mundo.
– Asegura que existen tres tipos de «cabezas vascas». Por ejemplo, en función de si dicen País Vasco, Euskadi o Euskal Herria.
–Sí. El «vasco común», que es el español pero con algunos tabúes como evitar decir «papá» por «aita»; el nacionalista vasco tradicional, y el «abertzale avanzado», que se impone.
– Todos evitan el término España, del que usted dice que es «el agujero negro del habla vasca».
–Sí, está desterrado y se sustituye por un montón de circunloquios. Para impedir tal «atrocidad» se proponen sinónimos: Estado español, el entorno, el contexto, la península, el país vecino, a nivel estatal. Todos antes que decir la palabra maldita.
– Se destierra del vocabulario común para negar su existencia…
–Claro. Solo nombrar España parece que se da consistencia o legitimidad.
– Todo lo contrario ocurre con el «proceso»… De tanto nombrarlo, existe.
–Así es. O «inmovilista», que es una especie de acusación. Forma parte ya del lenguaje común que imponen los «abertzales avanzados».
– Pero ¿por qué? ¿Tiene Batasuna los mejores escribas?
–No. Pero crean términos muy rotundos que acaban teniendo aceptación.
– El «asesinato» no existe en el diccionario nacionalista. Ha habido muertes, víctimas, sufrimientos…
–No. Las víctimas son «consecuencias del conflicto».
– En su libro recuerda que las ideologías manipulan el lenguaje para reafirmarse.
–Sí, en una regeneración constante que va afectando a todos. Es el caso de «Euskal Herria». De cómo a finales de los ochenta se identificaba con Alianza Popular, con la tradición carlista conservadora y no nacionalista. Y en 1992, a raíz de un cambio en la dirección de ETA, el nuevo escribano de la banda deja de hablar de Euskadi y adopta el «Euskal Herria». Y la «izquierda abertzale» y la radio pública.
– ¿Cómo es posible que la sociedad se deje arrebatar de esa forma el sentido certero de las palabras?
–Se asume de forma inconsciente, irresponsable. Porque cuando se utilizan palabras con un sentido distinto al que debe ser, por ejemplo, llamar a una víctima o a un asesinado «consecuencia del conflicto», se deshumaniza, se despoja de lo definitorio.
– ¿Quién nutre el habla vasco de nuevos conceptos? ¿La universidad, abogados, intelectuales, periódicos…?
–Es muy difícil acotar esa cuestión. No es atribuible. Si el término acuñado es contundente, se impone a todos.
– ¿Los medios vascos han renunciado a hacer de filtro necesario?
–No me gustaría culpar a nadie, pero quien transmite ayuda a crear. No se deberían utilizar sus palabras, sobre todo con esa carga.
– ¿El nacionalismo tiene mayor necesidad que otras ideologías para crear y modelar el lenguaje a su imagen y semejanza?
–Todas las ideologías tienen ese interés. Pero la obsesión del nacionalismo es recrear su propia realidad, por eso modifican el lenguaje constantemente. Recrear universos de absolutos, como el término «milenario». Se crean conceptos que parecen que expresan verdades rotundas cuando solo son propuestas ideológicas. En la vida política española, desde los 70 se le ha otorgado al nacionalismo una especie de plus de legitimidad, sobre todo en ámbitos de reacción al franquismo. Se le ha dado autenticidad popular.
– ¿La locución «derecho a decidir», tan en boga, es un invento vasco?
–Como eufemismo que intenta suavizar el término «autodeterminación», sí. Es posible que existiese antes, pero el uso habitual que se le da hoy en España arranca en 2000 o 2001 con Ibarretxe. Entonces habló también del «derecho a ser», pero desapareció porque no tenía virtualidad.
–¿Cómo explicar lo que ha ocurrido en el País Vasco si no hay consenso previo del uso certero del lenguaje?
–Mientras las cuestiones fundamentales no estén asumidas, no tendremos un relato compartido de la historia. Un asesinato no es una «consecuencia del conflicto», es un asesinato y tiene responsables. Extorsión se llama extorsión, no «impuesto revolucionario». Si creamos un lenguaje para enmascarar lo que ha sucedido, tendremos un relato metafórico, pero no es la Historia. Primero hay que llamar a las cosas por su nombre.
–Hace uso de la ironía, como «Ocho apellidos vascos». ¿Es necesario?
–El libro está concebido antes, pero sí, conviene un poco la sátira. Es fundamental. Si no, hay cosas imposibles de explicar. No se puede hablar de la «Navarra marítima» sin un poco de ironía.
– ¿Ha pensado ya en crear un anexo para todo el lío sobre el nuevo «estatus» que quiere el PNV? Modelo confederal, federal, libre asociado…
–Todavía no (ríe). Pero ya tengo ideas.
– ¿Tienen los vascos una mayor habilidad que el resto para transformar las palabras?
–Como la situación aquí ha sido muy extrema, había necesidad de dulcificar la realidad. Hay creatividad. Lo peligroso es que se pierde el sentido.
Entrevista a MANUEL MONTERO, ABC – 03/05/14