Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 28/12/11
Rubalcaba se sacrificó para minimizar los daños, ahora el PSOE debe decidir quién recupera un discurso claro
En las últimas fechas parece que por las sedes territoriales del PSOE se estuviera paseando Tullius Detritus, el personaje de los cómics de Astérix y Obélix con la capacidad de provocar el conflicto civil y la contienda fratricida allá por donde pasa. El debate entre facciones socialistas se ha abierto con una discusión sobre el pasado reciente. ¿Dónde estabas tú mientras gobernaba Zapatero? es la pregunta que obliga a tomar posición a las partes en contienda. Como si alguno de ellos no lo hubiera estado apoyando activamente, desde el gobierno o desde el partido. Si de algo puede presumir Zapatero es de haber tenido un respaldo sin precedentes en los líderes del PSOE. Ni el carismático Felipe González contó con la unanimidad que tuvo Zapatero.
Sorprende por ello que la primera tarascada en el PSOE se haya centrado en el revisionismo de la última etapa del gobierno socialista, pero la existencia de ese debate deja entender que una parte de los socialistas busca las claves de la derrota del 20-N en los duros ajustes económicos aplicados por Zapatero. Probablemente la razón no está tanto en la dureza de las políticas aplicadas como en la contradicción de estas con la etapa anterior y la falta de explicaciones claras para un cambio tan radical.
El 20-N puso de manifiesto que los electores, al menos una parte importante, comprenden la necesidad de medidas económicas duras para salir de la crisis. Los triunfos de CiU en Catalunya o de María Dolores de Cospedal en Castilla-La Mancha, por citar dos territorios donde se aplicaban recortes antes de las elecciones, muestran la aceptación de las políticas de sacrificio económico cuando son conscientes de la situación real de las arcas públicas. El problema aparece cuando se pide aplicar un tratamiento de caballo al tiempo que se niega la gravedad de la enfermedad. La incoherencia es lo que se castigó en las urnas.
Los resultados de las listas encabezadas por Alfredo Pérez Rubalcaba fueron malos, pero difícilmente hubieran mejorado con cualquier otro líder. Los dirigentes del PSOE eran conscientes de la inevitabilidad de la derrota, incluido el propio candidato socialista que se sacrificó con el objetivo de minimizar los daños. Esa era la misión para la que fue elegido Rubalcaba. Porque, a pesar de haber formado parte de los equipos de Zapatero, podía desarrollar un discurso diferente que sintonizara con el votante tradicional socialista. La mayoría de los dirigentes del PSOE consideró que una candidata como Carme Chacón podía ser vista como la continuidad natural de Zapatero con el que muchos ciudadanos la identifican por su adscripción generacional, por sus formas de hacer política, por su papel en los últimos gobiernos y por su discurso. El dilema del PSOE es determinar ahora cuál de las dos líneas le permitirá recuperar un discurso ideológico claro y hará más corta la travesía en el desierto de la oposición.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 28/12/11