Me van a perdonar que me ocupe de Fernando Grande Marlasca, otro ángel caído del sanchismo. El Detenta se explica porque él no ejerce el cargo, lo detenta, es decir, lo ejerce de manera ilegítima, al menos desde que la Audiencia Nacional lo condenó a restituir al coronel Pérez de los Cobos en la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid de la que fue cesado por negarse a revelar a la superioridad el resultado de investigaciones que la unidad bajo su mando realizaba en tanto que policía judicial, una ilegalidad.

La diputada Olona lo sometió a interrogatorio el 27 de mayo último, preguntándole si el domingo, 24, había hecho llamar al coronel por el general Berrocal y por el teniente general Santa Fe, interesándose por dichas investigaciones que el coronel no desveló. Y ya por la noche lo llamó la directora general para notificarle su destitución. Él mintió (a sabiendas, diría él mismo, con su natural tendencia al pleonasmo) y dijo que el cese era “un proceso de actualización normal; no tiene ninguna otra razón; no hay ninguna circunstancia extraña”.

Tengo escritas páginas muy laudatorias de este tío, pero debo confesar que en cuanto llegó a ministro se puso a confundir las emociones con la responsabilidad y este viene a ser siempre un jodido asunto para la gente con mando. Apenas hacerse cargo del Ministerio del Interior se puso estupendo en Twitter: “La emoción de un momento histórico!!! Empieza el Gobierno de @sanchezcastejon. Saludos desde @interiorgob”.

Pero hombre, Marlaska, escribí entonces (aún no sabíamos que se tuneaba el apellido) ¿qué necesidad tenía? Más adelante insistió en anteponer sus emociones a su obligación despreció la protesta de Ciudadanos expulsados de la manifestación del Orgullo Gay y rociados con orines, por pactar con Vox, que según el ministro, tratan de limitar derechos LGTBI: “si alguien entiende que no tiene que tener una consecuencia, en un sentido u otro… podría calificarlo de irresponsable o ilusorio”. Anteponer las emociones a la responsabilidad, elegir la defensa (extemporánea) de sus muy legítimas preferencias sexuales frente a su obligación de garantizar la libertad y la seguridad de los ciudadanos, es confundir el culo con las témporas, dicho sea, naturalmente, sin ánimo de señalar.

El auto del Juzgado Central número 8 es contundente en sus apreciaciones y recuerda que la magistrada instructora había hecho recomendación expresa de cautela extrema sobre las investigaciones, pero es que además, tal como le explicó Macarena Olona el citado 27 de mayo, el propio ministro, cuando era juez, pongamos que  hablo del Faisán, firmó una resolución en la que pedía absoluto sigilo y que la Policía Judicial no informara a sus superiores de sus investigaciones judiciales.

Esto nos lleva a la delicada cuestión de si el ministro Grande ha incurrido en el delito de prevaricación, tipología de difícil probatura por la coletilla ‘a sabiendas’ que acompaña a la esencia: dictar una resolución injusta. ¿Cómo probar que una decisión injusta ha sido adoptada ‘a sabiendas’ por la ministra de Igualdad, si la pobre no sabe casi nada? Un juez es otra cosa y está obligado a algunos conocimientos. Por eso el Supremo condenó a Garzón por confundir la copulativa con la disyuntiva en el artículo 51.2 de la L.O.G.P. Por eso Marlasca-Detenta estaba obligado a conocer lo que el juez le reprochaba.

Lo de este hombre es lo más indecente del sanchismo: aprueba el allanamiento de morada, acerca a casa a asesinos como Parot y Txapote para mendigar el voto de los separatistas vascos. De cinco en cinco o de seis en seis, siempre mintiendo: “no habrá traslados colectivos como se hicieron en los 90 por Aznar”. Dos hechos que no conoce: Aznar fue obligado por el Congreso: una propuesta de IU (Rosa Aguilar, 10/11/1998). Otra, del PNV y EA (15/6/1999), que no estaban satisfechos y pedían más acercamientos. Así fue, aunque él no lo sepa. Ni sus socios de Podemos que acusan a la Audiencia Nacional de querer nombrar a los ministros. Escrito en Viernes Santo sin que este tipo haya presentado aún su dimisión.