Tonia Etxarri-El Correo
Son tantas las veces que el ministro del Interior se ha visto entre la espada y la pared en el Congreso que los cronistas parlamentarios ya han perdido la cuenta. ‘Marlaska, acorralado’. Da igual cuando se lea este titular. Es uno de los dos ministros más quemados de la Moncloa (hay otros que no se amortizan porque no hacen prácticamente nada) y ayer volvió a pasar ese trance en sede parlamentaria en donde no le apoyan ni los socios. El ministro ya ha oído en muchas ocasiones la reclamación de su dimisión. Pero permanece impasible mientras Pedro Sánchez lo siga necesitando. En la mañana convulsa de ayer, los dardos le llegaban de todos los flancos.
La palabra de la que huyen en el PSOE: corrupción, formaba parte del fajo de preguntas. Del ‘Tito Berni’, el exdiputado socialista que fue invitado a dejar el acta por parte de la dirección de su partido antes de que saltara el escándalo de las cenas en plena pandemia, al supuesto amaño de contratos de obras en algunas comandancias de la Guardia Civil. Habría sido mejor que el ministro hubiera respondido. Pero como no hay caso según Patxi López, y nadie mejor que él para presumir de defender a las Fuerzas de Seguridad, sacó a colación el ‘caso Kitchen’. Que Marlaska se zafe de las preguntas de la oposición forma parte del guion de esta legislatura. Pero que la respuesta a quienes le interpelan sea siempre el ‘y tú más’ se ha convertido en el santo y seña de este Gobierno. Aparte de ser una actitud poco eficaz de cara a la persuasión de la opinión pública, lo que consigue es que quien pregunta se indigne porque se siente tratado como si fuera un tonto fácil de manipular y termina por sacar cartas en forma de lanzas.
Le ocurrió a la diputada del PP, Ana Vázquez, que al hacer mención a la dimisión forzada del diputado socialista Fuentes Curbelo, antes de que saltara el escándalo, acabó vinculando al ministro del Interior con el ‘soplo’ llamándolo «pitoniso» para dejarlo en evidencia. Los populares no querían aparecer tan ingenuos como para creerse que el ministro se había enterado de la investigación sobre el exdiputado socialista a través de la Prensa. Y le cayó la tormenta. Porque no sólo le pedía cuentas el PP. También ERC y el PNV que no pasan por el aro de desligar el ‘caso Mediador’ del PSOE aunque ésa sea le pretensión de los socialistas.
Claro que si hubiera salido adelante la puesta en marcha de una comisión parlamentaria de investigación sobre el caso de presunta corrupción del exdiputado socialista y su cuadrilla, se podrían despejar algunas dudas. Pero eso no va a ocurrir. Sánchez se toma un respiro porque él sabe mejor que nadie que las comisiones parlamentarias acaban siendo un escenario de linchamiento del interpelado. Pero su alivio es fugaz. Contrariado por el frenazo a la ley mordaza, confiesa sentir envidia de la mayoría del portugués Antonio Costa. El primer ministro de un gobierno socialista sin complejos que descartó el impuesto de patrimonio para atraer las fortunas que huían, entre otros países, de España. Todo hay que decirlo.