EL MUNDO – 12/09/15
· Los convocantes, integrados en Junts pel Sí, piden el voto para la república catalana.
· Los líderes independentistas capitalizan la representación política en una marcha masiva.
· Mas insiste en que no necesita lograr una mayoría de votos para declarar la independencia.
Ya no quedan grandes avenidas en Barcelona que no hayan sucumbido al empuje del soberanismo. Si el año pasado la Diagonal y la Gran Vía formaron una gran senyera tejida de cuerpos enfundados en camisetas rojas y amarillas, ayer fue la Meridiana, arteria de los barrios humildes, la que acogió a cientos de miles de personas que, por cuarta Diada consecutiva, se manifestaron por la independencia de Cataluña.
La jornada, además, fue diferente a la de años anteriores por un motivo crucial: Cataluña ya está en campaña electoral. Los ciudadanos votarán el 27 de septiembre en unos comicios de formato autonómico, pero a los que los independentistas quieren dar un cariz plebiscitario. Los dirigentes de Junts pel Sí –excepto Artur Mas– participaron en la marcha, y subrayaron en sus proclamas la importancia de que se impongan en las urnas las tesis rupturistas. El president también aprovechó para colar su mensaje: «En la calle se influye, pero en las urnas se decide».
Aunque no estuvo en la manifestación para preservar su «papel institucional», según dijo, el presidente de la Generalitat no desaprovechó la ocasión de tratar de capitalizar un año más su impulso. A las 20.30 horas, después de recibir a los organizadores de la marcha, Mas habló en directo por TV3 para recordar a los catalanes que «el 27-S tienen la oportunidad de decidir».
La demostración independentista fue tan imponente como en años anteriores, y estaba igualmente pensada para impresionar a quienes la siguieran por televisión. Pero el simbolismo fue algo más confuso que el de la cadena humana de 2013 y la V de victoria de 2014: los más de cinco kilómetros de la Meridiana se dividieron ayer en 10 tramos, dedicados a los más variados asuntos.
La Via Lliure –vía libre, el nombre oficial de la convocatoria– reivindicó con diferentes colores la cultura, la innovación, la justicia social, la igualdad, la sostenibilidad, la diversidad, «el mundo», la solidaridad, el equilibrio territorial y, finalmente, la democracia. Son los «grandes retos del nuevo país», según los organizadores.
Los manifestantes dejaron un pasillo en el centro de la avenida para que, a las 17.14 horas –en recuerdo del año en que Barcelona cayó ante las tropas borbónicas en la Guerra de Sucesión–, un gigantesco puntero amarillo la recorriera hasta el Parlament. Lo hizo a hombros de varios esforzados deportistas, entre ellos la medallista olímpica Natalia Vía-Dufresne, que lo transportaron como si estuvieran en una procesión.
El puntero buscaba «emular al de un GPS» que indicaba «el rumbo, la república catalana, y la dirección, las plebiscitarias del 27-S». A su paso, los manifestantes ocupaban también el pasillo central, para evocar el avance de una cremallera.
Las imágenes del helicóptero de TV3 dieron cuenta de la muchedumbre. La cadena pública catalana anunció que compensará a los partidos no independentistas: en cumplimiento de la resolución de la Junta Electoral Central (JEC), que consideró la manifestación de la Diada un acto electoral, la televisión y la radio de la Generalitat ofrecieron a esas formaciones la emisión, hoy, de entrevistas a sus dirigentes con la misma duración y en la misma franja horaria que ayer ocupó la movilización soberanista.
Los primeros discursos tras la llegada del puntero a su destino ya vincularon inequívocamente la manifestación con las elecciones del 27-S. Como liberados de cualquier apariencia de imparcialidad por la resolución de la JEC, los líderes de Òmnium Cultural y la ANC –organizaciones que también ocupan puestos en la lista de Junts pel Sí -pidieron a los políticos que surjan de las urnas que sean «leales» a los manifestantes y «no claudiquen ante las dificultades» que surgirán.
La presentadora del acto dio la bienvenida a la «última Diada autonomista». «Cuando redactéis la constitución de la república catalana estaremos allá con vosotros», dijo Quim Torra (Òmnium). «Acabaremos esta revolución en las urnas, con una mayoría que sorprenderá a todos», apuntilló Jordi Sànchez. El líder de la ANC también terció en el debate sobre la permanencia de una Cataluña independiente en la UE: él, que admitió hace unos días las dificultades de seguir dentro de la Unión, rectificó ayer: «Sabemos que Europa no nos dará la espalda cuando el mandato sea contundente».
Como de costumbre, las cifras de asistencia variaron sensiblemente según la fuente. La ANC habló de dos millones de personas; la Guardia Urbana, en manos de Ada Colau, contó a 1,4 millones de manifestantes (el año pasado, cuando Xavier Trias era alcalde de Barcelona, dijeron que hubo 1,8 millones). La entidad antiindependentista Societat Civil Catalana afirmó que en los 5,2 kilómetros de la Meridiana no caben más de 637.000 personas. Y la Delegación del Gobierno en Cataluña ofreció una horquilla de entre 520.000 y 550.000 participantes.
Por la mañana, en la tradicional ofrenda floral ante Rafael de Casanova, Mas sí había encabezado la representación del Govern flanqueado por sus consellers. Como en los últimos años, participaron todos los partidos excepto PP y Ciutadans, que alegan que no es un acto inclusivo.
Ya por la noche, en su mensaje televisado tras recibir a los organizadores, el presidente catalán dijo sentir «orgullo, confianza e ilusión» tras la manifestación, y entre otros mensajes de signo claramente electoral, afirmó: «Nos sentimos apoyados una vez más por estas movilizaciones para sacar adelante el proceso. El derecho a decidir su futuro no se le puede negar a Cataluña».
También tuvo tiempo de lanzar un llamamiento al Gobierno, más crudo que en otras ocasiones. Aunque la campaña independentista está centrada este año en la secesión, Mas pidió a Mariano Rajoy que abandone «esta miopía política, este orgullo imperial» y se ponga «al servicio de la democracia, porque si hay que cambiar alguna ley no se hundirá el mundo». «Dejad de amenazar con las leyes como si fuéramos delincuentes; somos gente normal, serena, pacífica», añadió.
Pero lo que más interesaba al president y a sus socios de la jornada de ayer era seguramente su repercusión internacional. Mas dijo que la masiva manifestación supone «un mensaje potentísimo a Europa y al mundo». Sin embargo, por la mañana se había dado cuenta de que seguramente la opinión pública internacional está más interesada en las cuestiones prácticas que en la épica.
Los independentistas suelen quejarse de que la sociedad española y sus intelectuales –Miguel de Unamuno decía que a los catalanes «les pierde la estética»– no acaban de entender la naturaleza del sentimiento catalanista. Es lo que venía a asumir también Manuel Azaña en su famoso discurso en defensa del Estatuto de Cataluña en las Cortes de 1932: «Los catalanes, que son sentimentales y nosotros [los castellanos] no, ponen entre el Estado y su persona una porción de cosas blandas, amorosas, amables y exorables que les alejan un poco la presencia severa, abstracta e impersonal del Estado».
Pero los candidatos de Junts pel Sí –la coalición que une al menos hasta el 27-S a Convergència, a ERC y a varias entidades cívicas independentistas– comprobaron ayer que esa perplejidad la comparten en otras partes del mundo. Mas, Oriol Junqueras y Raül Romeva, número uno simbólico de la lista conjunta soberanista, ofrecieron antes de la manifestación una rueda de prensa sólo para medios internacionales; los periodistas se extrañaron insistentemente de que el Govern plantee las elecciones como un plebiscito y, en cambio, no se exija una mayoría en votos para darse por vencedor.
Mas insistió en que le basta con la mitad más uno de los diputados para seguir con su plan. «Si tenemos mayoría en el Parlament continuaremos. Si también tenemos mayoría de votos será absolutamente claro», expuso ante los corresponsales extranjeros que trabajan en España.
Ante las dudas sobre si la independencia es legítima con menos del 50% de los sufragios, Mas recurrió a su explicación habitual de que la Generalitat buscó contar votos en un referéndum pero el Gobierno central «lo bloqueó», y que por eso la opción ahora es contar escaños en unos comicios autonómicos.
«Cambiaríamos las elecciones por un referéndum hoy mismo. Preferimos un referéndum para contar los votos, que es lo que hicieron en Quebec o en Escocia», aseguró el president, en una reflexión que entronca con la que hizo con el llamamiento al Gobierno que lanzó después de la manifestación.
Pero el presidente de la Generalitat comprobó también ayer que la visión de la UE sobre una eventual independencia de Cataluña «no ha cambiado». «No tenemos ningún comentario sobre cuestiones pertinentes al orden constitucional interno de nuestros estados miembros», dijo ayer Margaritis Schinas, portavoz del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
El mismo organismo recordó en 2014: «Si una parte del territorio de un Estado miembro deja de ser parte de ese Estado porque se independiza, los tratados dejarán de aplicarse a ese territorio desde el día de su independencia. Un nuevo Estado independiente se convertiría en un país tercero respecto a la UE».
EL MUNDO – 12/09/15