CONSUELO ORDOÑEZ-EL CORREO

  • La izquierda abertzale usa el caso para tapar sus miserias morales
Mikel Zabalza, nacido en Orbaiceta (Navarra), trabajaba en la compañía de autobuses de San Sebastián. Fue detenido y trasladado al cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo el 26 de noviembre de 1985 como sospechoso de pertenecer a ETA. Su cuerpo sin vida apareció el 15 de diciembre de 1985 en las aguas del río Bidasoa. La primera versión sobre su muerte fue que escapó de su detención mientras acompañaba a la Guardia Civil a localizar un zulo de ETA en el pueblo de Endarlaza, junto al Bidasoa y fronterizo con Francia, y murió ahogado. Ese zulo nunca fue encontrado y Zabalza no tenía nada que ver con ETA. Investigaciones periodísticas han puesto de manifiesto las incoherencias e inverosimilitudes de esta explicación sobre la muerte de Zabalza, que resulta, cuanto menos, difícilmente creíble.

La difusión de unos audios entre el excoronel del Cesid Juan Alberto Perote y el entonces capitán de la Guardia Civil Pedro Gómez Nieto han reavivado las reclamaciones de la familia Zabalza de que se investigue el caso hasta que se esclarezca judicialmente. Los protagonistas de la conversación grabada vienen a admitir que Zabalza murió a causa de las graves torturas que sufrió en Intxaurrondo. Aunque el contenido de los audios no es una novedad, puesto que su transcripción se publicó hace veinticinco años -la Justicia no los admitió en su momento como prueba-, sí supone un espaldarazo a la denuncia de la familia de que no se ha hecho justicia ni se conoce toda la verdad. La escalofriante charla entre Perote y Gómez Nieto impugna la versión oficial sobre cómo murió Zabalza y contribuye a engrosar las sospechas de que el arrestado fue objeto, por parte de los agentes, de malos tratos que acabaron con su vida.

La justa demanda de la familia Zabalza ha sido respaldada por unanimidad en el Parlamento de Navarra y en los ayuntamientos de Pamplona y San Sebastián. Estas instituciones han logrado un meritorio consenso que ojalá sea atendido para clarificar la verdad sobre la muerte de Mikel Zabalza y hacer justicia. Imposible no empatizar con su familia y el sufrimiento que les debe de causar que el caso no esté esclarecido judicialmente. Quienes hemos sufrido vulneraciones muy graves de derechos humanos sabemos bien la angustia que provoca que se nos nieguen nuestros derechos a la verdad y a la justicia. Ojalá se lograse una declaración institucional en la que, por unanimidad, se reclamase el esclarecimiento de los más de 350 asesinatos de ETA sin resolver; y los casos de los miles de heridos, amenazados, extorsionados y torturados por ETA a los que también se les han negado la verdad y la justicia.

Si nunca se ha logrado una reclamación institucional de estas características sobre los derechos de las víctimas de ETA es porque la izquierda abertzale siempre lo ha impedido. Quienes hoy se erigen en los mayores defensores de los derechos de la familia Zabalza no son sinceros en su reclamación, puesto que desprecian por completo los derechos que nos corresponden a las víctimas de ETA. Lo sintetiza bien Manuel Reyes Mate: quien reconoce a una víctima, reconoce a todas. Y viceversa: quien no reconoce a todas no reconoce, en realidad, a ninguna.

La defensa que hace la izquierda abertzale de la verdad y la justicia para Zabalza no es más que un disfraz para evitar condenar las torturas y la sangre que le corresponden. Finge sentirse interpelada por la defensa de los derechos humanos mientras exculpa y justifica a los criminales que tienen el legado más negro de la historia democrática de España.

La verdadera defensa de los derechos humanos y de los valores democráticos exige posiciones claras y no relativistas en función de si favorecen o perjudican a quien las emite. Las víctimas de ETA siempre hemos estado del lado del Estado de Derecho y nunca hemos defendido o excusado la tortura, una práctica horrenda que, además, gangrena todo en su entorno. No así la izquierda abertzale, que utiliza políticamente el caso Zabalza para esconder sus propias miserias morales. Por mucho que se esfuercen por ocultarlas, continuarán aflorando cada vez que se nieguen a condenar el terrorismo de ETA o a suscribir declaraciones institucionales de rechazo a los humillantes ‘ongi etorris’.

Con su habitual cinismo y descaro, Arnaldo Otegi dijo en ‘El Diario Vasco’ que la izquierda abertzale había hecho algo más importante que una autocrítica respecto a su papel en ETA. «Hemos sacado de la ecuación política la violencia armada de ETA. Esa es la mayor autocrítica». A quienes sacó la izquierda abertzale de su particular ecuación política es a todos los que consideraba enemigos de Euskal Herria. Con mucho éxito. A unos en un ataúd, a otros nos forzaron al destierro y muchos más optaron, como mal menor, por el silencio. Ese es el terrorífico legado del que son «herederos», calificativo por el que tanto se ofenden. Quizá tengan razón y no sean los «herederos» de ETA o, al menos, no solo eso. Son sus ideólogos e impulsores, quienes la crearon, apoyaron y permitieron hasta que ya no fue necesaria. No merece Mikel Zabalza que sea la izquierda abertzale quien patrimonialice la defensa de sus derechos a la verdad y a la justicia, que deseo que sean satisfechos.