EL CORREO 23/09/13
MAITE PAGAZAURTUNDÚA
Un ingeniero, pensador y poeta tituló hace pocos días su lección magistral de la siguiente manera: «La termodinámica y la ingeniería como garantes del progreso y guías de lo posible». ¿Guías de lo posible?… ¡Vaya! El discurso dio comienzo con la declaración de que los buenos ingenieros tienen como objetivos solucionar problemas, donde los hay, y procurar no provocar otros, donde no los hay, contribuyendo al progreso, conociendo los límites de lo posible.
Resultaría prodigioso y vendría a generar mucha dicha su aplicación por parte de nuestras excelentísimas e ilustrísimas autoridades y líderes políticos. Imagínense: solucionar problemas, donde los hay, no provocar otros, donde no los hay, conociendo los límites de lo posible. Vaya apuntado, por si alguien se quiere aplicar a la divulgación viral, ésa que tanto se lleva ahora.
El ingeniero de la lección magistral pasó a explicar los principios de la termodinámica y encaró el Móvil Perpetuo de Primera Especie –en adelante MP1–. Un MP1 es un sistema que produce trabajo de forma permanente sin recibir, ni disponer de ningún tipo de energía. Para entenderlo con un ejemplo significativo: un MP1 es un reparto de pasteles, sin existir pasteles… Al escuchar el ejemplo, consideré firmemente que un bucle espacio-tiempo nos transportaba a la presentación del plan de paz del lehendakari, ése que gestiona Jonan Fernández. La afirmación de que es imposible la existencia de un MP1 es un corolario del Primer Principio, tal y como habrán podido deducir. Vaya, que no es posible repartir pasteles sin existir pasteles. No es posible hacer una tortilla sin romper huevos. No es posible dar impunidad a los de ETA sin hacer daño al corazón de los grandes derechos humanos, o a sus víctimas.
El plan del Gobierno, todavía provisional, tiene rasgos y aspiraciones de ingeniería política, pero no llamándose tal. La cosa es que su diseño –en el mejor de los estados sentimentales posibles– no tiene en cuenta que los máximos vulneradores de los derechos humanos en Euskadi carecen de compromiso con la dignidad humana que han dañado, más allá de su estrategia de poder. El plan vierte azúcar en las palabras, sin prever que los microplanes de paz en los pueblos, entre otras cosas, pueden convertirse en un nuevo instrumento para el maquillaje del mundo de ETA, abriendo, con sarcasmo, más heridas en sus víctimas. Un problema muy serio, digamos, en lo que se refiere a la gestión de la verdad, reparación y justicia sobre el terrorismo de ETA.
En fin, es más fácil tener el récord de rayos en el cielo de Euskadi, 23.000 este verano, que escuchar espontáneamente que Bildu/ETA deja los eufemismos, deja de manipular a las almas más gentiles, azucaradas y pasteleras, y asume su responsabilidad.