LIBERTAD DIGITAL 25/11/16
CRISTINA LOSADA
· Digan lo que digan los nacionalistas, el PP y el PSOE los han tratado siempre muy bien.
El pacto de gobierno entre el PNV y los socialistas vascos dejó fuera de foco, muy oportunamente, la negociación de los presupuestos entre el Partido Popular y el PNV. La rúbrica del PSE a una reforma del estatuto de autonomía vasco dentro de los parámetros del nacionalismo, con el posible «reconocimiento de Euskadi como nación» y del «derecho a decidir», es ciertamente llamativa. Y una prueba más de que los socialistas no están tan desorientados como se dice. Si las cosas les van mal en las autonomías donde las corrientes nacionalistas son fuertes, no se ponen a nadar contracorriente, cosa que requiere mucho esfuerzo, sino a favor. Suelen hacerlo, sí, agarrados a algún salvavidas, que en el acuerdo suscrito con el PNV se llama «dentro del ordenamiento jurídico vigente en cada momento». Interesante caución, la de «en cada momento». No se sabe si expresa un deseo o lanza un presagio de cambios constantes.
Los socialistas vascos se disponen, pues, a debatir en los próximos tiempos si Euskadi es o no es una nación y tiene o no tiene «derecho a decidir». En el peor de los casos esto indica una aceptación del relato nacionalista, y en el mejor es el precio que ha decidido pagar por estar en el gobierno autonómico y no a la intemperie, que es donde lo dejaron los votantes. Lo más probable es que sea ambas cosas, y que una lleve a la otra como la otra lleva a la una. Pero hablar de precio en el País Vasco nos lleva al asunto que quedó piadosamente tapado por ese singular acuerdo de gobierno: el precio que el PNV pondrá a su apoyo a los presupuestos generales. Y el precio que está dispuesto a pagar el gobierno de Rajoy.
Por ahora sólo tenemos la voluntad. La buena voluntad. La que manifestó la vicepresidenta Saénz de Santamaría con las palabras mágicas «sensibilidad foral». Son tan mágicas que significan más dinero para la autonomía vasca, vía el cálculo del cupo. Como ha explicado muchas veces Mikel Buesa, el cálculo del cupo se ha amañado continuamente, con gobiernos tanto del PP como del PSOE. Gracias a esa estafa contable, el País Vasco (y Navarra) disponen del doble de recursos por habitante que el promedio de las comunidades autónomas de régimen común. Buesa, que lo llama «el pufo vasco», ha constatado que cada renovación del cupo, y por tanto de la estafa, coincide con momentos en los que el Gobierno de España precisa de los votos del PNV para algún proyecto.
El cupo no se renueva desde 2011, y parece que ha llegado la hora. El Gobierno necesita al PNV para aprobar los presupuestos. Eso dice: necesita, no hay otra, no le queda más remedio, vaya por Dios, porque el PSOE está en el no. De modo que en lugar de priorizar la negociación con los socialistas, va a priorizar la renovación de la estafa, como es costumbre. Y justo porque es costumbre, será más fácil de hacer y de colar. A fin de cuentas, se dirán, no se trata de ceder en la cuestión nacional, sino de ceder en la cuestión de la pasta, y esto es algo tan habitual que el PP no tiene que temer que se levanten voces en contra.
Digan lo que digan los nacionalistas, el PP y el PSOE los han tratado siempre muy bien. Les han dado lo que han pedido, salvo cuando han pedido, como en Cataluña, un referéndum de autodeterminación. Hay quien dice que esa generosidad de los Gobiernos centrales con los nacionalistas catalanes y vascos tenía la buena intención de mantenerlos integrados. Yo lo dudo, pero si la tenía, el efecto ha sido el contrario. Han conseguido dotar a los nacionalistas de un poder negociador imbatible, capaz de arrancar privilegios como los del cupo vasco, y así han contribuido a crear las condiciones para que subieran la apuesta. Por la pasta, hacia la nación. De un modo o de otro, los nacionalistas han salido ganando.