Ni muerto

Enfoque, ABC, 10/5/12

Si aceptamos que el desarrollo de la estrategia etarra no es más que un juego de apariencias o un burdo baile de máscaras, veremos el rostro del monstruo detrás de la careta. Para deformar la realidad, ETA construyó un laberinto de espejos, un sutil trampantojo basado en la inclinación de los muros y la estudiada distribución de los pasillos. Creó un mundo virtual, pura añagaza de cándidos, posibilistas o bobos; casa común del tiro en la nuca y la sangre derramada. En cada pasillo, un espejo; y detrás, mil siglas con mil caras: un rostro poliédrico, puro transformismo arquitectónico, lo más en diseño de interiores: HB, Batasuna, Abertzale Sozialista, Euskal Herritarrok, Partido Comunista de las Tierras Vascas, Aukera Guztiak, Herritarren Zerrenda, ANV, Bateragune, Amaiur, Sortu, Bildu y demás hijos de su madre. La manera con la que ETA se llamaba a sí misma sin nombrarse. No perderé más de dos líneas en explicar quién es Arnaldo Otegi: conocedor como pocos del laberinto de espejos y pintor de trampantojos de la casa común donde entraron los cándidos, los posibilistas y los bobos con una rosa en la mano. Recorrieron los pasillos y salieron encantados. «¿Y la paz?», preguntabas. «¡Dentro!», respondían con la seguridad del necio. Otegi estaba allí y les veía deambular por la casa. Iban con un candil alumbrando los rincones, como si la paz habitara detrás de los espejos, sin mirar al suelo para no ver las manchas de sangre de los muertos. «¿Y la paz?», insistías. «¡Dentro!», replicaban. Hoy la casa común de ETA es un centro de peregrinación y Otegi está en la cárcel. Le han rebajado a seis años y medio la pena de diez años, pero a mí la pena que me importa no es la de Otegi mientras siga en prisión, sino la que me provoca contemplar cómo las pisadas de los cándidos, posibilistas o bobos han borrado las manchas de sangre de los muertos. El suelo es un espejo con la palabra paz reflejada en el techo: bóveda celeste bajo la que el monstruo se maquilla la cara para recibir a sus huéspedes. ¿«Y la paz»?, les preguntas. «Pasa», te responden, mientras los amigos de Otegi fingen suspiros por su ausencia y conversan en la puerta sobre el futuro de Arnaldo, pura añagaza de cándidos, posibilistas o bobos. «Pasa». Pues mira, no: ni muerto. [ESPAÑA]

Enfoque, ABC, 10/5/12