Nosotros, el PSOE

JAVIER REDONDO – ABC – 15/07/17

· La Declaración de Barcelona, el nuevo vehículo del PSOE para recorrer la festivalera ruta de la tercera vía, arranca con varios defectos de fábrica. Proyectado por los ingenieros del 39º Congreso, se confeccionará en la planta del PSC y adolece de lo mismos fallos técnicos que han mostrado otros productos de la marca.

El modelo anterior, la Declaración de Granada, fue una patada a seguir y una casilla cobijo en mitad de la crisis económica que pronto mostró fatiga de materiales. Eso sí, cuidadosa con la Constitución y coherente en su propuesta. Planteaba una reforma del sistema autonómico en «sentido» federal. Aunque sólo en un punto se refería expresamente al federalismo. Consideraba necesario reformar la Constitución para «crear los mecanismos de cooperación institucional que caracterizan a los Estados federales».

Los dos pactos comparten cuatro taras. Este último, de lustre y brío camboniano, añade una de trascendental importancia: se adentra en las procelosas aguas de la plurinacionalidad. Con el agravante de que los casos que citan los maestros de la ceremonia de la confusión para ilustrar su boceto hacen que todo parezca sospechoso y descabellado.

El PSOE comete cuatro errores en su cosmovisión federal:

  1. De posición. Se refiere siempre a su propuesta como la equidistante entre las tentaciones recentralizadora y separatista. Como si una existiera o tuviera posibilidades de éxito y la otra respetara las reglas de juego.
  2. De identidad. Da carta de naturaleza a las «identidades diferenciadas». Ignora que son constructos. El discurso identitario es segregador. Con la excusa de proteger una lengua propia y para mantener unos privilegios comerciales, una mañosa élite se entregó al artificioso cultivo de la identidad diferenciada catalana. No hay una cultura propiamente catalana. Hay unas letras catalanas o una literatura en catalán.
  3. De origen. El germen del problema no se encuentra, como insiste el PSOE, en el recurso de inconstitucionalidad de parte del Estatut presentado por el PP en 2006. En todo caso, más bien en la inconstitucionalidad decretada por el Tribunal.
  4. De enfoque y raíz. Ningún sistema federal se construye desde la bilateralidad y la negociación particular y discriminatoria entre el todo y una sola parte. Los sistemas federales son resultado del acuerdo entre partes para constituir un todo. De ahí la idiosincrasia del Estado Autonómico: es producto de un proceso descentralizador. El todo está previamente constituido. Lo cual no obstaculiza el funcionamiento federal.

Cuando el PSOE coquetea con el término plurinacionalidad emplea, consciente o no, tesis separatistas. Ignora que la nación delimita el sujeto de soberanía. Establecer paralelismos con Bolivia es una extravagancia. Los tres primeros artículos de su Constitución son el resultado de una ensalada conceptual preparada a conciencia por quienes vuelcan sobre el papel palabras sin orden ni concierto. Reconoce la «libre determinación» de pueblos indígenas y campesinos –«dada la existencia precolonial» de tales «naciones»– en el «marco de la unidad del Estado». Ampara una cosa y su contraria.

Con también escasa fortuna, otros dirigentes socialistas han reivindicado como patrones Bélgica o Alemania. Ambos son estados federales integrados por comunidades lingüísticas y Länder –estados–. Los estados federados conforman una nación y no al revés –o sea, las naciones no configuran un Estado–. Los dos ejemplos sugieren además una pregunta que fue esencial en el romántico siglo XIX: ¿Cuántos nosotros? Alemania es la suma de territorios que aprobaron primero una confederación y luego forjaron una nación. Bélgica se desgajó del Reino Unido de los Países Bajos creado en el Congreso de Viena. En 1830 proclamó su independencia y se declaró nación. Por eso no puede reconocer otras en su seno. Una nación es un único nosotros. Con su plurinacionalidad, el PSOE avanza inexorablemente hacia el derecho a decidir. Con su desorden conceptual, nos aproxima al caos.

JAVIER REDONDO – ABC – 15/07/17