Nueva política según Homero

EL MUNDO – 11/03/16 – JORGE BUSTOS

· Hay que ver lo que la realidad ha hecho con don Alexis Tsipras. Contemplad, podemitas, el prodigio obrado en él. Sólo ha transcurrido un año entre aquel amanecer nietzscheano en que levantó acta de defunción de la Troika y este crepúsculo realista en que defiende la necesidad de deportar refugiados a Turquía, pasando por sus ronroneos en la pernera del FMI cuando lo de Davos. Sería Tsipras un griego paradigmático en quien se suceden dos héroes opuestos: el pendenciero Aquiles de la Ilíada que ganó las elecciones desafiando a los dioses y el flexible Ulises que retorna a la Ítaca del crédito negociando con inteligencia. El trecho metafórico que separa al rudo guerrero del astuto navegante cifra el paso del mito al logos, de la utopía a la praxis. De la adolescencia a la responsabilidad. Del populismo a las instituciones.

Toda fuerza populista experimenta crisis de crecimiento en las que la voz no termina de modularse y la barba no acaba de salir. Paradójicamente, es el sector liderado por el lampiño Errejón el que más rápido madura, superando la retórica calimochera de fiesta del PCE y aceptando con todas sus consecuencias la efigie de diputado que el espejo –y la nómina pública– les recuerda. Mientras que Iglesias regresa con demasiada frecuencia al narcisismo estudiantil de Guerra Fría y megáfono caliente. Hay un alma parda en Podemos con el reloj parado en los 70 que si mira a Grecia se avergüenza de Tsipras y se excita con Varoufakis, ese Peter Pan de moto y chupa que sale a 53.000 napos por conferencia. Ya se sabe que la ficción vende más que el ensayo.

El podemismo no se anima del todo a combatir el acné entre sus filas porque con el grano podría llevarse también la piel: la sustancia misma de su epitelial ideología. Podemos, ya desde su nombre, es un voluntarismo, un estado de ánimo, un emoticono cruzado de líder a líder en red social, un liderazgo sin estructura (el bipartidismo es una estructura sin liderazgo), una confusión entre poesía y derecho, una banalidad del bien. La categoría –10 dimisiones, cinco gestoras– disfrazada de anécdota y la anécdota –un beso en el hemiciclo– pretendida como categoría. Un errado sentido de pertenencia que el propio Errejón formula mediante esta jaculatoria: «Porque fueron, somos», cuando la gratitud y el progreso dictarían más bien que fueron para que no tengamos que ser. En el siglo XX la mayor cursilería aparejó la mayor brutalidad; en el XXI, ya sólo vehicula postureo: kursilería.

La miseria roba la infancia de los niños. Pero la pacífica prosperidad que, con altibajos, ha dominado Occidente durante siete décadas quizá haya contribuido a lo contrario: a cronificar la niñez. A blindar la intolerancia a la frustración. A atizar la expectativa de lo perfecto. A reponer la salud de las utopías colectivistas como artículos de consumo, Bob Marley y Lenin conviviendo bajo forma de chapa en una misma sudadera. Eso pienso cuando veo que la democracia más cuajada del planeta produce dos polos de idéntico irracionalismo como Sanders y Trump. Siempre hubo frikis, pero que hoy puedan alzarse con la nominación certifica un salto que sólo el emotivismo acrítico de nueva generación explica satisfactoriamente. Siempre hubo votantes ineptos, pero se abstenían, o se tapaban. Quizá esta ola global de antipolítica no sea más que una cuestión de pudor perdido.

Hay un tercer poema atribuido a Homero, la Batracomiomaquia. Es una farsa épica en donde las ranas luchan contra los ratones y acaban ganando los cangrejos.

EL MUNDO – 11/03/16 – JORGE BUSTOS