FUNDACIÓN PARA LA LIBERTAD – 29/02/16 – EDUARDO ‘TEO’ URIARTE
La necesidad de un pacto de gobierno llega precisamente cuando el distanciamiento entre los partidos que dieron lugar a la Transición es mayor que nunca. Tal distanciamiento hace realmente complicado un acuerdo constructivo y racional para superar un resultado electoral que ellos, con sus enfrentamientos exagerados y sus sectarismos autistas, han provocado.
Sin embargo, a pesar de estar inmersos en esta preocupante situación ha habido un hecho que destaca y estremece de manera sobresaliente: la declaración de persona non grata por el pleno del ayuntamiento de Pontevedra al presidente del Gobierno. El marco en el que se realizó tan agresiva declaración no dejaba de ser significativo:!un teatro!.Marco singularmente apropiado para desplegar el populismo, donde el trámite de esta moción presentada nada menos que a iniciativa del PSOE iba a ser asumida por el alcalde nacionalista. Faltaba Robespierre frente a las calceteras exigiendo guillotina a los traidores a la República…, como si no hubiéramos aprendido nada de aquel terror rojo que acabó conduciendo un proceso ilustrado y liberador a las fauces de una cruel dictadura. El mejor procedimiento para cargarse la democracia es promover la democracia directa, la auténtica democracia del pueblo, la del circo, la del teatro pontevedrés. Nada nuevo.
El enfrentamiento que se apreciaba en ese pleno recordaba las sesiones en ayuntamientos vascos cuando ETA estaba en funcionamiento. Parece que se desea, por medio de la exaltación izquierdista, trasladar los peores tiempos de enfrentamiento civil en Euskadi al resto de España, la batasunización de la política. Luego, por si faltaran pistas, se han producido las declaraciones de una parlamentaria de Podemos en Aragón comparando un asesinato machista con el de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA, y el comportamiento despreciativo y humillante del alcalde de Cádiz para la familia ante el premio concedido por la corporación anterior a un represaliado por el régimen chavista. ¿Hasta qué punto estos hechos no son consecuencia de la tensión fomentada en la relación entre los viejos partidos? ¿Hasta dónde la deriva izquierdista del PSOE no es responsable de la presencia del radicalismo populista? ¿Hasta dónde en el surgimiento de estos fenómenos no es responsable la pasividad política del PP?
Mientras estos significativos hechos de la cultura del enfrentamiento se producen los partidos políticos se mueven con mucha dificultad con su lastre de sectarismo para conseguir un acuerdo de Gobierno. Digamos que los partidos que se pusieron a la tarea fueron el PSOE y Ciudadanos, porque el mutis por el foro, de un lado, ejecutado de nuevo con su singular maestría por Rajoy, dejó al PP de espectador, y la actitud y programa de Podemos, por el otro, demostró desde un principio que Podemos sólo puede acordar con Podemos, pues tal es su sectario radicalismo populista. Pero antes de empezar a tratar las actuales circunstancias del acuerdo PSOE-Cs, para que no existan dudas al respecto, debo reafirmar que la propuesta más sensata y positiva sigue siendo la de un gobierno de gran coalición PP-PSOE-Cs. Ante la grave situación, y si fuéramos una democracia europea asentada en el tiempo, esa es la solución política, pero no somos europeos, especialmente en lo que toca a la izquierda.
Los partidos, que admiten la existencia de una nueva situación al existir cuatro grandes formaciones en el juego político, especialmente los viejos partidos, la siguen observando bajo viejas concepciones. El PP ha esperado a que las dinámicas del pasado otorguen la presidencia a la fuerza más votada, y el PSOE sostuvo su cainismo rechazando acercarse al PP. Pero en un juego a cuatro, debiera saberlo Rajoy, la presidencia (como legalmente lo ha sido siempre en nuestro sistema) la dan los escaños y no los votos. El error de Rajoy de esperar a que Sánchez no llegara ninguna parte, acomodado en su acostumbrada pasividad ante los problemas de un país en plena ebullición, le ha supuesto una falta de protagonismo político enorme, como si no fuera el más votado. De hecho hoy dispone de 123 votos frente a los 131 de Sánchez. Si a esto unimos la oleada de casos de corrupción que ahora padece su partido encontramos a un presidente en funciones muy empequeñecido por sus errores, unos errores, que repito, se debe a su acreditada actitud pasiva ante los problemas.
A Rajoy se le dio políticamente todo, una mayoría absoluta para que dirigiera el país y a los pocos meses empezamos a descubrir su desesperante pasividad. Descubrimos que junto a una discreta y eficaz gestión económica que iban dando frutos tardíos dejaba el alubión de problemas políticos a que el tiempo lo pudriera, negando a la ciudadanía la labor de liderazgo que una situación de crisis requiere. Rajoy ha podido inaugurar algo similar al despotismo burocrático, esperando que éste, con llamadas al Constitucional para que resolviese un problema político tan grave como el catalán, resultara. Pero en la sociedad de la comunicación, en la sociedad en crisis, los discursos, aunque no sean tan importantes como los de Roosevelt desde la chimenea, y las iniciativas prácticas son absolutamente necesarios. A Rajoy, al que sólo se le empezó a ver unos meses antes de las elecciones generales, le tenían que haber espetado, no aquello de “es la economía, ¡imbécil!”, con la que estaba justificadamente obsesionado, sino: “lo primero es la política”. Así hizo creíble su calificativo de inmovilista, demostrado al dejar a Sánchez el ruedo entero para su investidura, aunque ésta sea difícil.
Quizás porque no tenía otra salida, Sánchez asumió que el Rey le encargara la formación del Gobierno tras la retirada de Rajoy. Que no se queje el Presidente en funciones de los avances por mínimos que fueran en el diálogo que se han dado con C’s, porque fue él mismo el que otorgó el protagonismo a su adversario. Y cuando la temible amenaza de que única salida que le quedaba a Sánchez parecía ser llegar a un acuerdo con los exaltados populistas y nacionalistas el resultado, afortunadamente, y no sin sorpresa, es un acuerdo con Rivera. Es cierto que los números no dan para su investidura pero ambas formaciones han mostrado un nivel de diálogo necesario y positivo para esta situación de crisis y, sobre todo, de su acuerdo se desprende el alejamiento de que el populismo, izquierdista o nacionalista, nos gobierne. Es bueno que vuelva el pactism, aunque de momento sólo se de entre dos fuerzas, lo que falta es que el PSOE entienda que no se le puede excluir de él al PP.
El acuerdo PSOE-C’s es todo un avance estratégico cara al futuro político, lo que por responsabilidad de Estado debiera forzar al PP a acercarse a él. Si no demostrará que sólo se preocupa de si mismo, la peor manera de preocuparse en política de uno mismo. Es cierto que la negativa de Sánchez a reunirse con Rajoy no entra en el marco de un una democracia civilizada, es aberrante, pero si Rajoy hubiera sido el encargado de formar gobierno posiblemente Sánchez no hubiera tenido más remedio que acercarse. Si te quitas de en medio no te quejes.
Ciudadanos ha asumido la arriesgada tarea del pontonero en una sociedad políticamente enferma de enfrentamiento. Es una fuerza útil para la democracia por su llamamiento al diálogo entre las fuerzas constitucionales para salir de este embrollo. No lo es tanto un PSOE cegado en su fobia hacia la derecha ni una derecha de una pasividad destructiva incapaz, incluso, de reaccionar ante la avalancha de casos de corrupción que la asolan. O repiensan sus papeles en la nueva situación el PP y el PSOE, no valen las viejas concepciones, o España se hunde en una crisis crónica.
EDUARDO ‘TEO’ URIARTE