Obsesión de poder sin «líneas rojas»

ABC 17/02/16
EDITORIAL

LA obsesión por el poder debe tener un límite. Pedro Sánchez no puede estar legitimado para traspasarlo con solo 90 escaños y con la certeza de que ceder a las disparatadas exigencias de Podemos, muchas de ellas humillantes para el PSOE, hundiría a su partido en una profunda crisis de identidad. La ambición personal de ser presidente del Gobierno a toda costa puede arrastrar al PSOE a una progresiva irrelevancia, hasta convertirlo en un partido residual superado por Podemos y su alarmante demagogia. Resulta sorprendente que las muchas voces críticas del socialismo no estén reaccionando con mayor dureza a la arrogancia y el chantaje de Iglesias, y no veten la obsesiva pretensión de Sánchez de provocar su investidura sin medir las consecuencias de futuro para el PSOE.

A menudo, las «líneas rojas» son solo un argumento de manipulación mediática para generar una atmósfera favorable al pacto, mientras se abre paso una falacia según la cual el PSOE no cederá en cuestiones de Estado relevantes, como garantizar la unidad nacional. Sin embargo, la realidad es otra muy distinta. Sánchez está en manos de Iglesias y es rehén de su propia ambición. Y hasta ahora su partido ha respondido a la perfección a la doble meta que le une a Podemos: alcanzar el poder y alimentar el odio a la derecha. Para Sánchez, el fin justifica los medios si el objetivo último es expulsar al PP de las instituciones.

Es posible que el PSOE se haya indignado con el órdago de Iglesias cuando exige una vicepresidencia omnipotente que relegue a Pedro Sánchez a un papel de presidente accidental. Y es seguro que Iglesias genera cada vez más desconfianza entre los socialistas porque su afán de ridiculización del PSOE lo convierte en un socio nada fiable. Siguiendo criterios de pura lógica política, un partido socialdemócrata moderno nada tendría que pactar con una estructura cuasiasamblearia como Podemos, con una visión leninista del Estado y de la libertad. Sin embargo, y pese a que Iglesias impone un referéndum ilegal para permitir la independencia de Cataluña, el PSOE sigue dispuesto a sentarse a dialogar con él. Es incomprensible si de lo que se trata es de generar estabilidad en España. Pero, más allá, es también vulnerador del acuerdo alcanzado por el Comité Federal del PSOE. El documento sostenía textualmente que «la autodeterminación, el separatismo y las consultas que buscan el enfrentamiento solo traerán mayor fractura a una sociedad ya de por sí dividida. Son innegociables para el Partido Socialista, y la renuncia a esos planteamientos es una condición indispensable para que el PSOE inicie un diálogo con el resto de formaciones políticas». Pues bien, Sánchez desobedece y ha «iniciado un diálogo» con Iglesias, con ERC, PNV y Democràcia i Llibertat, con la ilegítima pretensión de que todo vale. Si el PSOE acepta que Sánchez eluda ese mandato, está en su derecho. Pero que no engañe a nadie cuando consiente que sus vetos o «líneas rojas» sean una raya en el agua.