Juan Carlos Girauta-ABC

Los populismos son tan enemigos de la derecha como de la izquierda reformista

El sanchismo es la forma degenerada de una decadencia, la decadencia de la socialdemocracia. En tiempos mejores para esa corriente, cuando Willy Brandt apadrinó al joven Felipe González, eran muchas las reformas que una izquierda bien afiliada podía aspirar a introducir aquí. Cuando llegara el momento, ya que primero había que arrebatarle al PCE su capital antifranquista.

Consolidado el PSOE como única alternativa a la UCD tanto en las elecciones de 1977 como en las de 1979, y con el abandono del marxismo, que obligó a González a una especie de dimisión condicional, el triunfo socialista solo era cuestión de tiempo. El tiempo fue poco: tres años; el triunfo, abrumador. Quedaba el camino expedito para que una izquierda rejuvenecida y moderna consumara la total normalización de la España democrática, con la integración en Europa en 1986 y la permanencia, tras referéndum, en una OTAN que mantenía el peso o el simbolismo de la Guerra Fría.

Cuando el PSOE perdió el poder en 1996, González había hecho su parte. Pronto el PP haría la suya cumpliendo los criterios de Maastricht que nos dieron acceso al euro. La socialdemocracia como proyecto claramente diferenciado estaba acusando los mazazos de los ochenta: el fracaso del gobierno socialcomunista de Mitterrand le había mostraba sus límites; el éxito económico del thatcherismo había consagrado el capitalismo popular por el que optaría Aznar.

Con perspectiva histórica, no es erróneo ver en el declive de la socialdemocracia una consecuencia de su propio éxito. Siempre y cuando pongamos al mismo nivel la atención por lo social del ordoliberalismo alemán, de la economía social de mercado, de Adenauer y de la inspiración cristiana de todo lo anterior. Con sectores públicos que pesaban, y pesan, más del cuarenta por ciento de la economía, y con Estados de bienestar asegurados, ¿qué nos garantizan quienes aún se llaman socialistas que no nos hayan garantizado igual o mejor los conservadores?

Es crucial entender que los actuales populismos, de cualquier signo, son tan enemigos de la derecha convencional como de la izquierda reformista, pues lo son del aparataje continental. Abrir a comunistas un gobierno de la UE es una excentricidad. Pero el sanchismo los prefiere (espero que nadie dude ya de ello) a los liberal-conservadores a pesar de que -o quizá porque- aquellos impugnan los fundamentos del sistema y defiendan el derecho de autodeterminación. Verán.

Desde Zapatero, el PSOE no tiene carácter constructivo. Ofrece antagonismo, división social permanente; así combate su horror al vacío. Es irónico, y forma parte de su juego, que acuse a la oposición de dividir. Y sería estúpido que liberales y conservadores mordieran ese anzuelo. Las trampas se pueden sortear sin omitir ni una denuncia, sin desdeñar ni un recurso democrático… y sin permitir que un proyecto hueco mantenga el debate público en los términos que a él le benefician.