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DAVID GISTAU, ABC 22/02/14

· ETA se volvió ayer ridícula, se transformó en un «sketch», en una auto-parodia como de escolares de indumentaria alternativa.

Habría sido imposible suponer hace apenas unos años que ETA se convertiría en objeto de mofa. Sé que la herida colectiva no está cauterizada, que hay recuerdos trágicos muy cercanos, que existen personas con la vida destrozada para quienes siempre resultará imposible distinguir un solo matiz divertido en la maldad esparcida durante décadas por esta banda terrorista a la que la BBC, pese a la experiencia inglesa con el IRA, aún se empeña en ofrecer el refugio del eufemismo benigno. Como si a la cárcel fueran enviados los etarras por separatistas, y no por asesinos, como si no hubiera en el Parlamento español separatistas a los que nadie discute un solo derecho de los emanados de la ley.

A pesar de esto, ETA se volvió ayer ridícula, se transformó en un «sketch», en una auto-parodia como de escolares de indumentaria alternativa a los que un profesor hubiera requisado los tirachinas y las bombas fétidas y luego fuera a convocar a los padres para una tutoría. Ese vídeo, con la textura del porno casero, no tiene desperdicio. El cuadro del Guernica, que en mi infancia estaba de moda como cursi ornamento pacifista y conciliador en los mismos hogares donde también era frecuente ver un póster de Chaplin y aquel otro de Jesucristo recreado en un cartel de «Se busca».

¿Dónde está el bombardeo con el que se pretextan víctimas con un sentido de la continuidad antifascista, dónde la Legión Cóndor? Los famosos supervisores, con su aspecto exótico como de traer incienso y mirra, con la falsa importancia que adquieren las cosas cuando son dichas en inglés, que repasan la lista de la compra con una concentración y un rigor que convienen a su papel de sanadores providenciales descendidos por un instante a la Tierra para ejercer de arcángeles profesionales. Y luego, el raquítico arsenal, herrumbrosas lanzas que apenas alcanzan para que el gesto determinante que había sido anunciado se quede en paripé.

Este escuálido teatro, oneroso en la contratación de actores internacionales de reparto, que como dice Borja Sémper incurre involuntariamente en la acidez paródica de los Monty Phyton, tiene que haber decepcionado mucho a los que esperaban un acontecimiento que conminara al gobierno a hacer algo. ¿A qué reciprocidad obliga esto? Suponiendo que nada de lo que haga ETA pueda obligar a reciprocidad alguna por parte de un Estado en teoría libre de compromisos adquiridos, menos aún a la que pudiera mitigar la gravedad de un asesinato –de cientos de asesinatos– en función de un contexto político.

ETA perseverará en su goteo de ademanes calculados, unas veces en el Parlamento, otras con la coartada decorativa de los supervisores y con la proyección al exterior, cuando incluso Picasso sirve para colocar el relato del romanticismo montaraz y el victimismo con el que aún no ha terminado el siglo XX. Tanto el nacionalismo como la izquierda que moteja de fascistas a las víctimas usarán esos gestos para que el Gobierno se sienta obligado a corresponder si no quiere pasar por un elemento saboteador que en realidad tiene añoranza de los atentados. Ésta será la esencia de la dialéctica de los próximos meses, en los que sin embargo ETA y sus profetas contratados necesitarán herramientas de propaganda más eficaces que el numerito de las tres pistolas y el fusil exhibidos sobre un mantel e inventariados en tres idiomas. Eché de menos que un supervisor probara a sacar el mantel sin mover las armas, faltó un número de magia, con los enmascarados aplaudiendo.

DAVID GISTAU, ABC 22/02/14