Ignacio Camacho-ABC

El principio sanchista de que la ley no basta ha creado doctrina y dado carta blanca a la insolvencia legislativa

Después de que el presidente proclamara que «la ley no basta», nadie puede extrañarse de que un departamento de su Gobierno engendre un borrador legal que es un monumento a la chapuza jurídica. Antes de cuestionarlo, los ministros socialistas deberían haber pensado que su propio jefe ha dado carta de naturaleza a esta insolvencia legislativa. Si las leyes no son suficientes en una democracia, y por tanto se relativiza la obligación de cumplirlas, qué más darán los detalles de su redacción y hasta de su ortografía, cuestionada con zumba en el vitriólico documento de enmiendas de Justicia. El equipo de Irene Montero, la alegre pandilla de la tarta, no ha hecho más que tomar al pie de la letra la

doctrina contenida en la declaración sanchista. No le importaba la corrección formal y estructural del texto sino su ideología. Expresada ésta, le resbalan las críticas.

No cabe, pues, llamarse a escándalo. Fue Sánchez el que, al aceptar a Podemos en el Consejo de Ministros, otorgó la iniciativa de hacer leyes a un partido que se caracteriza por su rebeldía ante el orden normativo. Una actitud insumisa que, por otra parte, había refrendado él mismo cuando proclamó la insuficiencia del Derecho como primordial mecanismo de organización de la convivencia en torno a reglas y principios. Es lógico que esta gente desconozca las pautas y los procedimientos: toda su trayectoria política ha estado dedicada a objetarlos y hasta a desobedecerlos, como llegó a pedir Ada Colau en cierta ocasión en que la legalidad frenaba sus deseos. No entienden de códigos sino de panfletos. En el pensamiento de esta izquierda contaminada por un populismo irredento, es la ley la que debe allanarse a su proyecto. El credo progresista no puede detener su impulso benéfico por unos cuantos tecnicismos de funcionarios leguleyos.

Por tanto están fuera de lugar los reparos de ese sector gubernamental que sólo con benevolencia semántica podría calificarse de «moderado». Sus flamantes colegas de Podemos no están ahí para comportarse como socialdemócratas sensatos sino como agitadores de un imaginario asalto al Estado. Y a efectos de ese constructo mental no les interesa tanto la eficacia como la propaganda, el relato. Un aspecto en el que han ganado esta pugna de largo. En primer lugar porque son activistas muy avezados; en segundo, porque el presidente, cuya prioridad consiste en salvar el pacto, les ha dado amparo a costa de mermar el poder y la auctoritas de Carmen Calvo; y en tercer término, last but not least, porque sólo han seguido el dictado de quien considera las normas un asunto secundario.

El error de los ministros del PSOE no está en tratar de arreglar el dislate ni en burlarse de la ignorancia de Montero. Lo que no han comprendido es quienes se han quedado fuera de la onda de su líder son ellos… y que tienen menos influencia en este Gabinete que Podemos.