Gorka Maneiro-Vozpópuli
  • Pacto con Puigdemont o vuelta a las urnas
 

El PP ha logrado tres millones de votos y 47 diputados más que hace cuatro años, pero estos datos no le dan para formar gobierno: es la típica victoria amarga por insuficiente e inútil. Así que, puesto que el PP es la fuerza más votada, Sánchez dejará que Feijóo lo intente y se dé de bruces con la realidad política. Quizás logre de paso ruido de sables en el PP y la puesta en cuestión del liderazgo de Feijóo, si no está ya puesto en duda. A continuación, Sánchez buscará los apoyos de Sumar, ERC, Bildu, PNV, BNG y Junts con la misma falta de escrúpulos que de costumbre pero con más calma: por un lado, sin la presión de quien ha ganado las elecciones; por otro lado, con el convencimiento de que, si se repitieran los comicios, mejoraría los resultados. Y en el improbable caso de que Sánchez finalmente rechazara pactar con sus socios por la irracionalidad de sus propuestas, podría hasta presentarse en la repetición electoral como un hombre de Estado. Así que el futuro inmediato es o más gobierno Frankenstein empeorado con Puigdemont o repetición electoral. Pero habrá investidura y Sánchez será elegido presidente, porque les conviene a todos sus socios para lograr sus propósitos. En contraposición a lo que decían las encuestas, la llave no la tendrá Abascal sino Puigdemont, la auténtica extrema derecha y el culmen de la corrupción política.

Los españoles prefieren un gobierno del PSOE y Sumar apoyado por ERC y Bildu e incluso por Puigdemont que un gobierno del PP dependiente de Vox

Que el Gobierno de España vaya a depender de quienes quieren destruirla es una desgracia, pero ya sabemos que una mayoría de españoles considera que no es para tanto la cosa: o somos optimistas o ingenuos o masoquistas. Han tenido más relevancia las medidas sociales del actual gobierno (revalorización de las pensiones, incremento del salario mínimo, ingreso mínimo vital u otras ayudas sociales) que sus pactos con reaccionarios de toda ralea, por mucho que tales medidas fueran inviables en una España desmembrada. Muchos rechazan los indultos a los golpistas, la supresión del delito de sedición o el abaratamiento del delito de malversación, pero les importa más que les revaloricen las pensiones, les incrementen el salario mínimo o les prometan que trabajarán menos horas por el mismo precio. La ley del solo sí es sí fue una simple errata. A gran número de españoles los pactos de Sánchez les preocupa mucho pero no tanto como parecía o no menos que los pactos del PP con Vox, ciertos o hipotéticos; y a otros muchos no les preocupan en absoluto o incluso los celebran. Y, en general, se ha aceptado la mentira como forma de hacer política.

Más allá de las teorías, está la realidad tozuda: los españoles prefieren un gobierno del PSOE y Sumar apoyado por ERC y Bildu e incluso por Puigdemont que un gobierno del PP dependiente de Vox. Y ha habido gente de izquierdas descontenta con Sánchez que ha votado al PP, pero tampoco tanta. Abominan de esta izquierda que confraterniza con lo peor de cada casa pero no tanto como para votar al PP, bien fuera para que pudiera gobernar sin Vox o para hacer posible ese acuerdo. Los españoles han preferido Frankenstein conocido que Vox por conocer, por decirlo como lo ha dicho una comentarista política. Y lo otro que se ha demostrado es que no basta con decir que se va a derogar el sanchismo, por muy necesario que esto fuera, si no lo acompañas con otras medidas constructivas.

Una izquierda antinacionalista

Además, este resultado deja en el aire otras cuestiones incluso más importantes que las más inmediatamente visibles: por ejemplo, la renovación del PSOE al margen de Sánchez o la construcción de una izquierda antinacionalista. La primera no se dará porque ya no es necesaria y la segunda se ralentizará o deberá esperar, a pesar de que a muchos nos parezca urgente e indispensable. De buenas ideas están los cementerios llenos.

Respecto a la posibilidad de un acuerdo PP-PSOE para no depender de  nacionalistas, independentistas y populistas, es, a día de hoy, pura melancolía. Y, por tanto, ¿para qué insistir en ella si es una quimera?