Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli

  • Esta moción de censura no ha sido un paso adelante en la configuración de una alianza constitucionalista y patriótica en torno a la agenda de reformas estructurales que los españoles requieren

La moción de censura era necesaria. A estas alturas del desastre causado por la incompetencia, el sectarismo y la negligencia de este Gobierno inverosímil formado para dirigir la Nación con aquellos que quieren destruirla, era obligado que el Parlamento se pronunciase y emitiese un veredicto sobre la ejecutoria de Sánchez&Asociados. Dado que el primer grupo de la oposición no estaba por la labor, ha sido el segundo -tercero de la Cámara- el que ha asumido esta misión política y moralmente ineludible. La manera concreta de hacerlo, porque el Reglamento del Congreso no permite otra, debía ser la moción de censura. Hasta aquí todo bastante lógico. Sin embargo, la fórmula de la moción de censura constructiva dificulta que el procedimiento se desarrolle de acuerdo con su verdadera naturaleza, la de reprobación al Ejecutivo, y proporciona tanto a la mayoría gubernamental como a los partidos de la oposición distintos del proponente toda suerte de argumentos y subterfugios para eludir una toma de posición directamente relacionada con lo que en realidad se ha discutido: ¿merece o no Pedro Sánchez el juicio condenatorio de Sus Señorías?

Puestas así las cosas, cada formación ha hecho su planteamiento y la crítica correspondiente ha de atender a un doble plano, el estratégico de partido y la actuación personal de sus portavoces durante el debate. En el terreno de los intereses electorales de cada fuerza presente en el hemiciclo, al PP este lance no le ha salido bien, a Vox no le ha ido mal y al Gobierno y a sus corifeos les ha beneficiado. Pablo Casado ha optado al final por propinarle a Santiago Abascal un castigo de una severidad rayana en el ensañamiento sin rehuir lo personal -el partido del que usted ha vivido quince años- y ha dibujado un esquema en el que el PP se sitúa en el centro, la moderación, la Constitución y el equilibrio y tanto el Gobierno social-comunista con su acompañamiento de golpistas y filoetarras como Vox se colocan en los extremos, ambos entregados al populismo, a la demagogia y a la intransigencia.

El electorado de Vox se ha reafirmado en su adhesión a sus siglas y el del PP experimentará fugas en dirección a Vox

Esta presentación ha ido complementada con el voto en contra de la moción, que ha sido el estoque con el que ha rematado la faena de acoso y derribo al candidato a presidente. Esta equidistancia no coincide en absoluto con la percepción del electorado del PP, sobre todo de su franja más conservadora, que ha visto con disgusto el varapalo que su jefe de filas le ha atizado a una persona que considera más un potencial socio que un rival y con el que tienen amplias afinidades ideológicas y sentimentales. Por consiguiente, el electorado de Vox se ha reafirmado en su adhesión a sus siglas y el del PP experimentará fugas en dirección a Vox.

A Sánchez sin duda le conviene que la consolidación de una eventual coalición alternativa se vuelva más difícil y ha contemplado con satisfacción el ensanchamiento del foso entre Vox y el PP y el cierre de filas del heterogéneo y siniestro conglomerado gracias al cual duerme en La Moncloa, que ha acudido presuroso, documento conjunto incluido, a su llamada para frenar a la “ultraderecha”.

En relación a los intervinientes,Ignacio Garrigamerece un sobresaliente por la solidez, firmeza y buena construcción de su discurso, pronunciado con pulida dicción, seguridad y eficaz lenguaje corporal. También ha estado acertado Iván Espinosa, mesurado en el tono y con notable soltura. Su enumeración de un decálogo de medidas económicas y sociales que puede compartir cualquier ciudadano que entienda cómo funciona el mundo real le ha dado un toque de sensatez y rigor a una sesión demasiado bronca y áspera en muchos momentos. Santiago Abascal ha mostrado, como es habitual en él, convicción y voluntad, pero en esta ocasión no ha salido a la palestra bien aconsejado.

Para huir de la pasividad indolente, desideologizada y pusilánime del ‘rajoyismo’, no hay que caer en la neurosis conspiranoica y antiliberal de los profetas del Apocalipsis

La repetición de no pocos puntos que habían sido ya tocados por Garriga, alargando innecesariamente su tiempo en la tribuna, la comparación de la Unión Europea con la URSS y con ¡la Europa deseada por Hitler!, la preferencia del bilateralismo sobre el multilateralismo en la diplomacia internacional y la alusión extemporánea a George Soros, han sonado extraños y fuera de lugar. Vox es una organización conservadora, nacionalista española y católica, corriente de pensamiento de larga tradición en nuestro país y que ha de tener su lugar en el arco parlamentario con toda legitimidad, pero se ha de desprender de determinadas incrustaciones alt-right que chirrían en estas latitudes y que pueden hacerla caer en el esperpento. Para huir de la pasividad indolente, desideologizada y pusilánime del rajoyismo, no hay que caer en la neurosis conspiranoica y antiliberal de los profetas del Apocalipsis. Basta representar sin complejos a una corriente social comprometida con los valores de la civilización occidental y defenderlos con coraje, constancia y coherencia, es decir, llenar con determinación y contundencia dialéctica el hueco que el PP ha creado con su renuncia a dar la batalla de las ideas, su limitación a la mera gestión y su seguidismo vacilante del pensamiento único progresista y de la corrección política.

Ignorancia oceánica de Iglesias

Sánchez no ha sorprendido a nadie. Ha leído el menú de tópicos del taller Redondo y ha disfrutado del espectáculo de su posible alternativa enzarzada en el despellejamiento mutuo. Iglesias va alcanzando nuevas cotas de pedantería cursi que ponen a prueba la resistencia del sistema digestivo del oyente. Su oceánica ignorancia se puso de manifiesto, una vez más, cuando situó a Donoso Cortés en el ámbito de la derecha moderada “canovista”. Es obvio que ni sabe quién fue el primer marqués de Valdegamas ni tiene la menor idea de lo que escribió y opinó aquel gran pensador político, parlamentario y diplomático de la primera mitad del siglo XIX.

Mientras el espacio liberal-conservador siga dividido y a la greña, no cuajará una opción electoral capaz de acabar con la pesadilla que vive España desde hace tres años

Mientras el espacio liberal-conservador siga dividido y a la greña, no cuajará una opción electoral capaz de acabar con la pesadilla que vive España desde hace tres años. Esta moción de censura no ha sido precisamente un paso adelante en la configuración de una alianza constitucionalista y patriótica en torno a la agenda de reformas estructurales que los españoles requieren. Quedan tres años para articularla. Pongámonos a la tarea antes de que sea demasiado tarde. El método de esperar a que Sánchez y su Familia Monster se cuezan en su propia malignidad significa el peligro de que a la hora de la recuperación sólo queden escombros humeantes.