Panfletos

JON JUARISTI, ABC 14/04/13

· En el fondo de la ideología nacional-comunista de Jorge Verstrynge late la nostalgia de la lucha de razas.

Leo el último libro de Jorge Verstrynge, Contraquiénesluchar (Península, 2013): un panfleto, dicho sea sin ánimo de ofender. Se trata de definir el género. Un panfleto es un opúsculo que pretende inflamar al lector y movilizarlo contra cualquier objetivo. Los panfletos suelen ser breves. Éste, desde luego, lo es y en su brevedad reside su única virtud.

Por otra parte, adelanto que no voy a vituperar al autor, que sería lo facilón y lo injusto. Verstrynge me inspira una simpatía parecida a la que sentía Prieto por José Antonio Primo de Rivera. Parecida, no idéntica. Y creo que merece la pena desmontar su discurso sin insultarle.

Algo muy de agradecer a Vestrynge es que escriba sus panfletos para el enemigo. No es un panfletista didáctico, como los difuntos Hessel y Sampedro. Hablando en plata, cada uno de sus panfletos resulta más esotérico que el anterior. Dudo mucho de que encuentre lectores entre los parias de la tierra (tampoco Marx los tuvo en el proletariado de su tiempo, si vamos a ello). No. Los panfletos de Verstrynge sólo buscan ponérselos de corbata a la burguesía. Una lástima, porque la burguesía no va a perder el tiempo leyéndolos.

Contraquiénesluchar, sin embargo, se presenta como un panfleto revolucionario de autoayuda, al estilo del ¿Quéhacer? de Lenin. Puro simulacro, en el caso de Verstrynge. En el panfleto de Lenin había una teoría del factor subjetivo de la revolución; es decir, una teoría del partido. Verstrynge no acierta siquiera a esbozar un concepto del factor objetivo. Se lía y acaba pariendo una tesina floja con acumulación de citas. En realidad, poco hay en su panfleto de pensamiento propio. Casi nada. Incluso la parte más interesante del texto (la que trata de la «oligarquía» contra la que hay que luchar) está fusilada de Alain Cotta, «el mejor especialista actual en la materia», según Verstrynge. Pero la teoría de Cotta es un bodrio. Cotta define a la oligarquía como una jauría, tomando esta última noción de Elias Canetti. Ahora bien, en Canetti, la jauría (o muta) es un estado siempre fugaz en la física de la masa: nada parecido a una clase o a un grupo social perspicuo. De ahí que Cotta niegue que la oligarquía sea un grupo, una clase o un mero «acto sociológico», pues sus fronteras están «mal definidas» o son «fluctuantes».

Esta contención de Cotta irrita a Verstrynge, que necesita una oligarquía bien visible para encarnar el enemigo. Aduce que la falta de delimitación de un concepto no autoriza a negar su existencia. Lo interesante es la comparación que escoge: la existencia de mestizos en diferentes grados, afirma, no permite negar la existencia de razas humanas. A mi juicio, ahí está el núcleo de la ideología nacional-comunista de Verstrynge: en la racialización de las diferencias sociales. No es nada nuevo. Ricos y pobres constituyen razas distintas en la ideología comunista, y muy en particular, en la ideología comunista francesa de la que Verstrynge bebe: desde el comunismo del XIX, que hacía corresponder la dicotomía ricos/pobres a la de francos/galos, hasta el comunismo poscolonial francés que enfrentó en Ruanda a dos supuestas razas inexistentes, tutsis y hutus.

El resultado es un disparate de cabo a rabo. Después de tirarse un montón de páginas hablando de la internacionalización de la oligarquía, Verstrynge afirma que «esa hipotética macrooligarquía, internacionalmente heterogénea, está al borde del estallido en oligarquías nacionales (lo que nunca dejaron de ser, en definitiva)». O sea, que la hipotética ya no es (o acaso nunca lo fue) y las que nunca dejaron de ser todavía no lo son. Pero hay que montar el pollo aunque lo más parecido a la jauría sin metáforas sea el escrache en acción.

JON JUARISTI, ABC 14/04/13