JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • Poca gente en la llamada derecha mide bien los peligros, en general tardan en captar la dimensión de las amenazas

Cuando los estilos y formas de hacer se mantienen a lo largo del tiempo, surgen patrones visibles que permiten, sin gran esfuerzo, prever las acciones y reacciones de individuos y grupos. En las llamadas izquierda y derecha españolas, los individuos se renuevan, pero encontramos algunas culturas organizacionales claras. Es el caso de las formaciones políticas con siglas viejas (PSOE, ERC, PNV, PCE más o menos escondido). El PSOE, con continuidad orgánica formal, procede del siglo XIX. Las otras citadas tienen en torno a un siglo de vida. Nada parecido ocurre en la llamada derecha: Falange es insignificante y no juega en la vida política. Vox es el partido más joven del espectro parlamentario, no alcanza el decenio. El PP se remonta al año en que cayó el Muro de Berlín. Nuestra derecha organizada ha nacido y crecido en democracia.

Las siglas PSOE chorrean sangre. En Suresnes se pudo refundar el partido y limpiarlo. De hecho se hizo, pero no de derecho. La razón: se trataba de poner a unos jovencísimos socialdemócratas a acabar con lo que había y quedarse las siglas. Eso hicieron, con un partido pequeño en el exterior y diminuto en el interior, aunque protagónico en los libros de historia. Ajeno a la España real vivía el PSOE capitaneado por Rodolfo Llopis, encapsulado en el pasado, persuadido de que la España de los primeros setenta era la de 1939. Manejaban inútiles categorías conceptuales y planes de ficción. González y Guerra, veinteañeros, cumplieron con su papel y, como decía, conservaron las viejas siglas, que sugerían magnicidio y checas pero poseían el prestigio de los perdedores. Sin esas siglas, se habría notado la jugada: un proyecto patrocinado por potencias europeas y por EE.UU. para impedir que el PCE, única oposición real en el franquismo, capitalizara su lucha, liderara la izquierda y acabara desequilibrando la Guerra Fría. Los veinteañeros cumplieron el plan de sus padrinos a pedir de boca. Y sus gobiernos fueron notables si comparamos a González y Guerra (que tanto montaban) con Zapatero –guerracivilista que hoy funge de lobista de narcodictaduras– o con Sánchez, traje vacío que nos recuerda a la tragasables del circo Price cuando ingiere ilegalidades.

Siendo tan jóvenes, ¿qué pueden conservar del pasado las actuales formaciones de la llamada derecha? ¿Qué relaciona a PP y Vox con la CEDA, con Renovación Española o con el Partido Radical del Lerroux septuagenario? En mi opinión, nada. No hallamos pues aquí viejas culturas organizacionales que se conserven. Lo que perdura no es partidario sino sociológico: poca gente en la llamada derecha mide bien los peligros, en general tardan en captar la dimensión de las amenazas. Reaccionan tarde y a un alto coste por no plantarse en serio justo en el momento en que la vieja España reanuda su empresa destructora. Para que la historia no se repita, eso debe cambiar.