ABC 31/01/16
DAVID GISTAU
· Iglesias tiene a Sánchez, y al PSOE, cogidos por el gaznate, y Sánchez es capaz de aceptar su oferta
Justo cuando, en la acera, los periodistas cruzaban bromas acerca de lo que podían hacerse las unas a las otras, encerradas en un comité, personas que se odian, dos furgonetas de la UIP frenaron en Ferraz y de ellas descendieron policías con los chalecos puestos. Hombre, ¿es para tanto? ¿Hace falta interponer gente armada entre Susana y Pedro? Los policías acudieron en realidad en respuesta a un vago rumor acerca de una concentración de la extrema derecha convocada delante de la sede. Pero lo único que pasó por ahí fue un cocker spaniel negro, raudo, a la fuga, alegre como si acabara de saltar una alambrada. Detrás de él, pero con un par de minutos de retraso, corría una muchacha que gritaba el nombre del animal con tono desesperado y que nos preguntó si lo habíamos visto. Se perdió hacia Marqués de Urquijo, al borde del llanto. Menudo aprendizaje sobre los problemas y su jerarquía. Se suponía que ahí dentro se solventaba en parte el destino del país. Pero, de pronto, sobre todo para esa chica, nada importaba tanto como un cocker perdido. Lo encuentra Bescansa y se lo lleva al escaño.
A los asistentes los preocupaba que la reunión quedara atascada en las riñas internas y que el partido diera la impresión de ser aquello en lo que en realidad se ha convertido: un recipiente de intrigas en el que cada corriente sólo aspira a derrotar a la antagonista y no hay perspectiva ni energía para recordar que al PSOE se le supone un proyecto de país. Para ello, procuraron que la fecha del congreso quedara resuelta en los prolegómenos, como para neutralizar la discusión sobre la cual gravitaban las tensiones y poder dedicarse todos, por fin armónicos, a poner a parir a Rajoy, que era el único elemento cohesionador posible. Cuando, antes de la intervención inaugural de Pedro Sánchez, circuló la fecha del 8 de mayo, es decir, antes de las elecciones repetidas si llegan a tener lugar, pareció que el secretario general acababa de sufrir su primera derrota.
La última oportunidad
La importancia dada a la fecha del congreso y a la incógnita de si Sánchez logrará o no llegar vivo a las nuevas elecciones en primavera sugería que nadie en la calle Ferraz creía posible un pacto de gobierno que blinde a Sánchez como presidente, sino que todos los movimientos eran ya de preparación para las urnas. Sin embargo, la fecha puede provocar el efecto contrario. Es decir, puede convencer a Sánchez de que debe tragarse el orgullo y aceptar lo que Podemos y las demás siglas necesarias para la mayoría exijan. Porque, esta vez irrevocablemente, el secretario general ya sabe que su única oportunidad de obtener la supervivencia personal es llegar a la primavera como presidente del Gobierno. De otra forma, el conPedro Sánchez sonríe al inicio de la sesión del Comité Federal greso se lo comerá y no será ya candidato en las elecciones repetidas. Sánchez tragará con lo que sea, no ya por gobernar, sino por no perder ante Susana Díaz, que puede ser lo único que le parezca más importante que la ambición de Moncloa.
Esto constituye una primera conclusión del comité: más que nunca, Pablo Iglesias tiene a Sánchez, y por añadidura al PSOE, cogido por el gaznate. Algún miembro de la Ejecutiva alega que esto no es nuevo, que es así desde el 20-D. Otra cuestión, ésta paradójica, es que a Pablo Iglesias tal vez no le apetezca nada que un Sánchez desesperado le acepte las condiciones impuestas en la ya famosa rueda de prensa arrogante posterior a las consultas en Zarzuela. A Iglesias podía convenirle más llegar a unas nuevas elecciones habiendo traspasado al PSOE la responsabilidad en el fracaso del falaz «pacto de progreso». Por eso hizo una propuesta concebida para no ser aceptada. Sólo que Sánchez es capaz de aceptarla. Eso y el traspaso al ISIS de Granada, si se lo piden.
Sánchez pronunció su discurso en un ambiente gélido. Le costaba arrancar aplausos, incluso cuando remataba una frase redonda de las que piden ovación. Parecía un monologuista al que le estuvieran fallando los chistes. Fue reveladora la dureza con la que se empleó contra Rajoy –«Abandone toda esperanza», díjole, dantesco en el umbral del averno–, así como los intentos por no ofender en ningún momento ni a Pablo Iglesias ni a Podemos. La única alusión a ellos, acerca de la arrogancia, fue diluida en un genérico: «Otras formaciones son…». En realidad, sólo obtuvo aplausos cuando anunció su jugada audaz de la mañana: convertir al PSOE en un partido asambleario cuya militancia debe ser consultada para la aceptación de los pactos de gobierno.
Lo que hizo Sánchez, en preparación del acercamiento a Podemos, fue tomar a la militancia como rehén. O, mejor, como munición personal, pues la arrojará encima de cualquier barón –o baronesa– que se atreva a cuestionar un proyecto de poder escorado al populismo que venga legitimado por la consulta a unas bases que no hacen el mismo análisis que las Casandras felipistas ni se sienten igual de humilladas que Susana por las lecciones que les da Iglesias mientras les invade el hábitat electoral .« A ver quién tiene huevos de decir no a lo que vote la gente », dijo un san chista. De esose trataba. De crear los «círculos socialistas» para que Sánchez los azuce contra el que traiga otra idea que no sea la de expulsar a «la Derecha» ahora que es posible. Lo que nadie sabe es cómo se podrá gobernar con el engendro que va a cobrar vida artificial con más costurones que Frankenstein.