JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- No habrá sorpresas con Úrsula siempre y cuando no moleste a los planes de Pedro, que a su vez necesita esos gestos que están malbaratando el prestigio y la credibilidad de la señora
La coincidencia cronológica de intereses entre doña Úrsula Europa y Pedro España (con perdón) es una nueva desgracia para el país y otra flor en el culete del presidente. Terminan mandato casi a la vez. Decidida a seguir ahí encaramada, ella necesita el apoyo de los socialistas en el Parlamento Europeo si la propone el Consejo. El PSOE tiene un peso difícil de exagerar en su grupo. Baste decir que Iratxe García lo preside: está en cabeza de 145 diputados. Siendo ciertas las peculiaridades del parlamentarismo europeo, donde no hay disciplina de voto, no lo es menos la práctica unanimidad con la que se elige a los cargos pactados, que esconden un complejo equilibrio de acuerdos soterrados relativos a puestos en la Mesa, en las comisiones, en delegaciones interparlamentarias, en los grupos de amistad con los países más deseados del globo. Hasta el tamaño de los despachos cuenta en el gran chalaneo inicial de cada legislatura.
No habrá sorpresas con Úrsula siempre y cuando no moleste a los planes de Pedro, que a su vez necesita esos gestos que están malbaratando el prestigio y la credibilidad de la señora. El penúltimo fue la fecha escogida para enviar la más reciente morterada de los fondos del cuento de la lechera. Un criterio la movió, uno solo: atenuar el efecto de la llegada de la presidenta de la Comisión de Control del Parlamento Europeo a España, Mónika Hohlmeier, que pregunta y pregunta porque no lo ve claro, y no lo ve claro porque está oscuro. El último gesto ha sido la forma en que la Comisión se está tragando una reforma de las pensiones que no solo no resuelve el problema de su sostenibilidad (por no decir el problema de su quiebra), sino que lo agrava, como han expuesto aquí voces más autorizadas.
Sucede que el PP también tenía gran ascendiente en el Grupo del Partido Popular Europeo, que excede en 42 parlamentarios a los Socialistas o Socialdemócratas. Pero dos cosillas le restan fuerza a la hora de ponerse serios, es decir, de denunciar lo que Úrsula se está tragando y los favores que le está haciendo a Pedro en su propio interés (y perjudicando el de España). De entrada, ella misma, su partido, pertenece al PPE. De salida, la influencia del PP dentro de la familia europea ha mermado desde la destitución de Antonio López Istúriz como secretario general de PPE el año pasado. Cayó al llegar Feijóo, y es imposible desligar ambas cosas, se pongan como se pongan los implicados. López Istúriz había servido veinte años en el cargo a pedir de boca. Podía transmitir directamente las preocupaciones que el PP considerara oportuno porque tenía hilo directo e inmediato con Merkel, para empezar.
Con todo, los de Feijóo siguen teniendo la obligación y la responsabilidad de contar en Europa lo que el sanchismo nos está ocasionando en términos de pérdida de vigor democrático (Tribunal Constitucional, CGPJ, incumplimiento de sentencias judiciales como las del catalán, legislación a medida para malversadores, eliminación del delito de sedición, que para más inri se vendió internamente como una homologación con Europa). También en términos de estrangulamiento del sistema de pensiones y de opacidad, lentitud y arbitrariedad en el manejo de los fondos. Todo esto, por supuesto, se considerará una traición a los intereses de España. Sabemos bastante del profundo patriotismo del PSOE (lo demostró al prosternarse ante Marruecos con triple humillación) y, sobre todo, de sus socios gubernamentales y parlamentarios. Sería de carcajada si no nos jugáramos tanto, y si los medios sanchistas no adornaran los dislates con tecnicismos más sofisticados que los de Sánchez, María Jesús Montero y la banda podemita y comunista que les acompaña. Más sofisticados pero igual de mendaces. Porque, lo envuelvas como lo envuelvas, todos los argumentos esgrimidos en contra del cambio de sede de Ferrovial, sin ir más lejos, apestan a antieuropeísmo. De hecho, chocan de frente con el abecé del espíritu de la Unión, cuyas libertades básicas ha olvidado por completo la izquierda española mientras señala al PP como traidor a la Nación y a Vox como encarnación de la anti Europa.
De repente los sanchistas de la burbuja político-mediática se han convertido al proteccionismo más pedestre. No exhiben problemas de conciencia al desatar campañas ‘ad hominem’ que presentan la impresionante expansión global de una empresa y su despliegue americano –me refiero de nuevo a Ferrovial– como bajeza. He ahí el tipo de debates que esta izquierda ‘woke’ prefiere: ricos y pobres, los segundos culpa de los primeros, los primeros poniendo el beneficio personal por encima de todo y pensando siempre en la elusión fiscal. Basura argumental para los que entienden el mundo exactamente al revés de como es. Faltan muchas lecturas, la verdad. También a los linces del Ibex que desde el inicio de esta fatídica legislatura creyeron que doña Úrsula iba a garantizar que Sánchez no se saliera de las vías. Parece que ahora ya lo conocen mejor. Al menos, a diferencia de los pobres despistados, ellos no se engañan creyendo que la suya es una brújula infalible y que las grandes empresas fomentan el liberalismo. Oigan, vayan directamente a Adam Smith, que aquí hay que venir leído. Se acaba el espacio: es imprescindible que el PP denuncie en Europa, a diario, sin tregua, lo que nos está pasando. Aúnen voluntades, insinúen que votarán contra el presupuesto de la Comisión. O no hagan nada y prepárense para la próxima Úrsula: sus exigencias de austeridad harán temblar al previsible gobierno del PP. Por cierto, aún me estoy riendo con lo último de Tezanos.