LUIS RAMALLO-El Mundo

El autor alerta sobre el riesgo que supondría un nuevo Gobierno de Sánchez apoyado por los proetarras de Bildu y los independentistas catalanes, y hace un llamamiento a la responsabilidad política y el sentido común.

AL TÉRMINO de la legislatura es necesario recordar y analizar el comportamiento de quien ha sido Presidente del Gobierno en los últimos meses y que aspira a seguir siéndolo.

Sánchez, que nunca ganó elección alguna y que accedió siempre a los puestos por la puerta trasera, llegó a la Presidencia del Gobierno como consecuencia de una moción de censura en la que recibió el apoyo de los populistas de Podemos, los independentistas catalanes, los proetarras de Bildu y el PNV, o lo que es igual, de todos aquellos que están en contra de la Constitución Española y cuyo único objetivo es destruirla, acabar con la Monarquía y con la unidad de España, o sea, con el Estado español. Sánchez no presentó programa en la moción de censura y lo único que prometió es convocar de inmediato unas elecciones para acabar con el PP y con su corrupción. Promesa incumplida y que nos confirma su escasa credibilidad y su amor a la mentira.

Durante su mandato ha contemporizado con los independentistas catalanes y con aquellos otros que le apoyaron, como el PNV y Podemos. Sánchez exigió a la Abogacía del Estado que en el juicio a los traidores a España del 1 de octubre rebajara la acusación de rebelión a la de sedición. Calificación, la de rebelión, que él mismo había apoyado antes. La delegada del Gobierno en Cataluña y el inefable Iceta sugirieron la conveniencia de indultar a los procesados por el Tribunal Supremo si eran condenados. Sánchez accedió a reunirse en Cataluña con Torra y miembros de su Gobierno tratándole de igual a igual con el Gobierno de España. El presidente de la Generalitat le entregó un decálogo de peticiones, que sólo fue conocido por filtrarlo el propio Torra.

Sánchez no ha amparado nunca a los miembros del Poder Judicial vejados, atacados y maltratados por el independentismo. En las escasas ocasiones que ha defendido al Rey lo ha hecho sin convicción y con la boca pequeña y con su gran arrogancia no ha dudado en afirmar en su bodrio autobiográfico, escrito a mayor gloria suya, que el Rey y él se entendían perfectamente y que estaban de acuerdo en las soluciones para España.

El Gobierno Frankenstein de Sánchez no ha legislado prácticamente hasta la convocatoria de elecciones y ahora cuando lo ha hecho ha sido a través de decretos-ley. Sus ministros se han distinguido por sus mentiras, dos de ellos dimitieron y otros y otras han sido censurados por el Congreso.

Su tesis doctoral es un claro ejercicio de plagio y el Gobierno no ha tenido empacho en mentir por escrito para defenderlo.

Su gran promesa de desenterrar a Franco para agitar el odio entre los españoles de momento ha sido un fracaso y en este asunto la vicepresidenta del Gobierno ha mentido con reiteración.

He sido miembro de la Diputación Permanente en diferentes ocasiones y puedo asegurar que en período preelectoral o electoral ningún Gobierno presentó decreto-ley alguno como no fuera apoyado en la esencia del decreto-ley, es decir, en la urgencia y sólo en casos excepcionales y puntuales. Pues bien, ahora de cara a los próximos comicios cada viernes el Consejo de Ministros pare un decreto-ley que no tiene motivación en urgencia alguna con olvido de la razón de esta institución y con el sólo objeto de conseguir votos para las próximas elecciones. Son decretos-ley todos ellos de muy difícil cumplimiento y que no sabemos cómo se financiarán y que de forma insoportable elevarán el déficit del Estado. Los viernes sociales como los denomina el Gobierno son viernes de infamia y constituyen un ataque a la Constitución.

En materia económica los números arrojan cada vez datos más preocupantes de cara a una ralentización de la actividad económica. El déficit de la Seguridad Social se ha disparado y el paro sigue subiendo. Por ejemplo, la industria del automóvil, que aporta un 9% al PIB, está sufriendo una grave crisis provocada por declaraciones ministeriales lanzadas de forma irresponsable.

En los últimos días hemos conocido de boca de Sánchez su programa de 110 medidas. Las medidas que pueden ser calificadas de ominosas constituyen una carta a los Reyes Magos. Entre ellas, que proclamó envuelto en banderas de España a las que nunca defendió, no hay ninguna mención a Cataluña, el mayor problema que tiene España, por ello no sabemos cuáles son sus propósitos de futuro en esta cuestión, aunque el señor Iceta, Pepito Grillo de Pinocho Sánchez, nos lo ha aclarado. El actual presidente del Gobierno apoyará todo aquello que le asegure el voto independentista aunque atente contra la Constitución española y a nuestra unidad nacional.

SEGÚN TODO esto si Sánchez llega al Gobierno emprenderá un derrotero que nos llevará a la ruptura de España y al desastre económico y a indultar a los procesados del 1 de octubre si son condenados.

¿Y los partidos constitucionalistas que hacen para impedir este oscuro futuro?

Nos encontramos ante un panorama en que los partidos de centroderecha piensan más en sí mismos que en el interés de España. La ley d’Hondt hará que muchos votos a estos partidos sean estériles en la mayoría de las provincias de pocos escaños.

Permítaseme traer el recuerdo de una anécdota acaecida con motivo del desastre electoral del Partido Demócrata Reformista de Antonio Garrigues y Miguel Roca que no consiguió ningún diputado. Por dicho motivo le dije a Manuel Fraga: «Presidente, qué patada en el trasero les han dado». y Fraga me contestó: «Amigo Ramallo, la patada ha sido en nuestro trasero, ya que los votos que han tirado nos han supuesto 12 escaños».

La historia nos enseña el camino y nos dice que sería necesario un entendimiento antes de las elecciones entre el Partido Popular, Ciudadanos y Vox. El rechazo a este último partido, que está recogiendo la frustración de muchos españoles, a quien los socialistas llaman extrema derecha olvidando que Sánchez es presidente del Gobierno con el apoyo de proetarras e independentistas.

Por el bien de España hay que afirmar que estos partidos deben de reflexionar, ya que nuestra nación está por encima de sus propias siglas. Si quieren triunfar en el Senado es imprescindible llegar a acuerdos y en otro caso será imposible aplicar el 155.

Tengo 81 años y el tiempo que he estado en el Parlamento en la legislatura constitucional y en seis más apoyé el bien de España y nuestra Transición, y al llegar a esta atalaya de mi vida siento inquietud por el futuro de nuestra patria y de nuestras libertades. Ojalá estas reflexiones mías arrojen luz y sentido común a los que tienen la responsabilidad de España sobre sus hombros. Como escribió el poeta extremeño Manuel Pacheco: «Todo está todo todavía, todavía es posible todo todavía».

Luis Ramallo fue miembro de las Cortes Constituyentes.