ABC – 26/09/15 – LUIS VENTOSO
· Cabe pedirle al Sánchez ensayista que no sostenga una cosa y su contraria.
Aunque me divierte más leer a Benjamin Black o a Cunqueiro y me desasnan más Tocqueville, J. H. Elliott o Albiac, siempre procuro tragarme las tribunas de prensa de nuestros políticos, aun sabedor de que muchas veces las cocinan negros arrendados. A diferencia de lo que ocurre en una declaración de pasillo o en el fragor de un mitin, donde no caben matices ni honduras, un artículo amplio permite exponer con orden y profundidad una forma de ver el mundo. En un ensayo, o en un gran discurso, es donde el político enseña la madera intelectual que lo conforma. Por eso me he leído con atención la tribuna de Pedro Sánchez en «El País», con sus propuestas para solucionar el conflicto desatado unilateralmente por el separatismo catalán.
El señor Sánchez, sin ganar siquiera las elecciones, puede ser en enero el próximo presidente, merced a una alianza con Iglesias (al que ya cortejan algunos medios que antes lo criticaban, no vaya a ser que en el futuro haya que pedirle algo). Tras leer su tribuna catalana, la hipótesis de Sánchez en La Moncloa me inquieta más. Como español que puede verse gobernado por él lamento decir que su ensayo refleja una apreciable indigencia intelectual, que llega al extremo de escribir una cosa y su contraria.
Sánchez arranca reconociendo que «los separatistas creen que ya es demasiado tarde para hablar con nadie». Ahí acierta: su único móvil es emocional y no van a escuchar ningún tipo de razones, porque solo les vale la independencia. Pero tras diagnosticar bien la ofuscación nacionalista, Sánchez proclama que «no hay ninguna alternativa realista al diálogo y el acuerdo». Frase con la que propina una patada en la espinilla al sentido común: si la otra parte ya solo acepta la independencia, no queda margen para el diálogo… salvo que estés dispuesto a tragar y otorgar la independencia, o a ponerle la alfombra roja.
Sánchez escribe que hay que reformar la Constitución para ofrecer «un proyecto de España común, plural y diversa». Pero eso ya existe: ¿no es plural y diverso un Estado con una de las mayores descentralizaciones del mundo, donde lo medular, sanidad, educación y justicia, dependen de la gestión autonómica? ¿No es diverso un Estado que consagra varias lenguas oficiales y tolera que en Cataluña una de ellas, el español, esté prohibido de facto en la educación? Sánchez critica la «recentralización del PP» como parte del problema. Otro topicazo hueco: ¿qué competencias se han retirado? Ninguna.
Como solución, propone reconocer la «singularidad» catalana, por supuesto sin explicar cómo ni qué ocurre con los demás, que también somos singulares, algunos incluso más que Cataluña. Habla de limitar competencias y aclarar la financiación, lo cual es muy necesario, pero eso no exige manosear nuestra norma máxima, y menos con la nación amenazada. Por último, al tiempo que propone alzaprimar a Cataluña para premiar a unos sediciosos que ya nada aceptan de España, proclama que quedarían garantizados el «carácter equitativo y la solidaridad territorial». El círculo cuadrado: habrá un primusinterpares, pero seremos todos iguales.