Pequeñas diferencias

Ignacio Camacho-ABC

  • No hay comparaciones odiosas. La distancia entre Sánchez y Scholz es la del rasero ético de sus respectivos compatriotas

El líder socialdemócrata alemán Olaf Scholz perdió en 2017 las elecciones y se coaligó con la ganadora, Angela Merkel, en cuyo Gabinete se desempeñó con plena lealtad como ministro. Cuatro años después, y retirada la canciller, ganó en mayoría relativa y se ha pasado tres meses perfilando un prolijo pacto con liberales y verdes tras excluir de la negociación a comunistas y extremistas. El Ejecutivo resultante tiene 16 carteras (para un país de 82 millones de habitantes) a cuyos titulares ha dado instrucción expresa de austeridad y ahorro. «Aprovechar lo que hay», fue la consigna. Una de sus primeras medidas ha sido la presentación de un paquete de rebajas fiscales de 30.000 millones de euros, que se encargará de aplicar un ministro de Finanzas del Partido Liberal -una especie de Ciudadanos sin instinto suicida- partidario acérrimo de la ortodoxia financiera y del control del déficit y la deuda. La alianza con los ecologistas no ha impedido al canciller presionar en Bruselas para que, ante la crisis de precios, el gas sea considerado compatible con la transición energética de la Agenda 2030.

El sedicente líder socialdemócrata español, Pedro Sánchez, perdió unos comicios en 2016 y al grito de «no es no» bloqueó la investidura de Rajoy y forzó una repetición electoral de la que salió aún más descalabrado. Como insistiera en la obstrucción, su partido tuvo que echarlo. Volvió en unas primarias, purgó a los que le habían defenestrado y a la que pudo organizó una moción de censura con la extrema izquierda, los separatistas -en Alemania descartados por la Constitución- que acababan de promover una insurrección contra el Estado y los herederos del terrorismo vasco. Desde el poder logró al fin una victoria electoral insuficiente que, tras otra repetición por negarse a pactar con los moderados, acabó en un acuerdo exprés con los mismos apoyos de la moción, un Gobierno de 22 ministerios para una nación de 47 millones de personas y un programa de subidas de impuestos y aumento generalizado del gasto. Durante la pandemia utilizó el decreto de alarma para eludir al Parlamento, burlar las normas de transparencia y ocultar datos de fallecimientos por el colapso sanitario. La emergencia fue declarada inconstitucional por dos veces… y sigue en el cargo.

Ambos dirigentes se encontraron ayer en la Moncloa y se felicitaron del resurgir europeo de su corriente ideológica, que en Portugal también gobierna -en solitario- a través del templado António Costa. Aunque dicen que las comparaciones son odiosas, las pequeñas diferencias arriba expuestas son las que marca el rasero ético de sus respectivos compatriotas. Si alguien da en pensar que a España le ha tocado el más inútil y radical del trío olvida que lo hemos elegido dos veces con plena conciencia de sus antecedentes. Y que por tanto su éxito se debe a nuestra insistencia, no a su suerte.