El Correo-FÉLIX MONTERO

Pedro Sánchez ha perdido el relato, el Partido Socialista es el culpable de la repetición electoral. Las elecciones de abril fueron convocadas con un mensaje simple por parte del PSOE: articular una mayoría progresista ante la llegada de la extrema derecha. El plan de Iván Redondo salió a la perfección: la división de la derecha en tres partidos propició que fuera posible articular una mayoría de izquierdas. Sin embargo, la incapacidad negociadora y falta de valentía socialista han arrojado al país a una nuevas elecciones generales. Sánchez ha pasado del ‘no es no’ al ‘sí porque sí’.

Sánchez y Redondo han sustituido la política por un juego de trileros en el que el único objetivo es imponer el relato electoral sobre el resto de formaciones. El mayor enemigo del ‘spin doctor’ ha sido Pablo Iglesias que, poco a poco, ha ido recuperando reflejos y rebajando sus aspiraciones hasta evidenciar al PSOE. El paso a un lado del líder morado obligó al Partido Socialista a simular una negociación por un gobierno de coalición que nunca quisieron que llegara a buen puerto. No obstante, Pablo Iglesias reza ahora para que la abstención de julio no sea recordada como el error histórico de la izquierda española.

El PSOE debe decidir qué proyecto político quiere tener ante una España multipartidista. El izquierdismo derrochado desde la reelección de Pedro Sánchez como secretario general se ha esfumado una vez ha llegado a la Moncloa. Un giro a la izquierda obligaría al PSOE a entenderse con Unidas Podemos más allá de los acuerdos programáticos. Si bien es cierto que apostar por una cooperación efectiva conllevaría numerosas presiones, también lo es que Sánchez tiene un liderazgo suficientemente fuerte para hacerles frente.

El Partido Socialista no se atreve a embarcarse en una gobernabilidad con Unidas Podemos, prefiere tener el beneplácito de la CEOE. De hecho, el proyecto de Iván Redondo es convertir a Sánchez en un Kennedy ‘rajoyista’: un tecnócrata con una ideología titubeante capaz de destacar por el demérito del resto de actores. El problema radica en que el simbolismo cultural con el que se asocian las siglas socialistas obliga a ocultar la figura de estadista tras un izquierdismo posmoderno.

Sánchez ha decidido regalar una nueva oportunidad a la derecha para recuperar poder. Una concentración del voto de la derecha, acompañada de una desmovilización del votante de izquierdas similar a la de 2016, podría catapultar a Pablo Casado a la Moncloa. Es inconcebible que el PSOE haya decidido poner su liderazgo en juego a cambio de la posibilidad de aumentar unas decenas de escaños en el mejor de los casos. También es irresponsable que el Partido Socialista apueste por unas segundas elecciones que pueden generar un mapa similar que derive en el mismo bloqueo institucional.

Los ecos del ‘con Rivera no’ resonarán durante la nueva campaña electoral. Redondo, incapaz de asumir su fracaso en las negociaciones, intentará emanar de Sánchez la figura de un hombre de Estado necesario para capear el temporal. La sentencia del ‘procés’ y el Brexit pondrán la música a la campaña de la culpa. Unidas Podemos peleará contra su pasado al no presentar ningún modelo de gobierno viable. PP y Ciudadanos, mientras, intentarán capitalizar los votos de un Vox en caída libre. Y, al fin, tal vez volvamos a ver a Sánchez explicando a Jordi Évole por qué no fue posible una investidura en la legislatura que sí tenía mayoría.