Pesadilla 68

EL MUNDO – 20/07/15 – CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO

· Artur Mas parecía ayer obsesionado por los números. Todo su discurso fue una apelación al voto útil para la candidatura unitaria como genuina opción independentista.

«El 27-S nos van a contar», machacó una y otra vez el president. A él le hubiera gustado que, en lugar de unas elecciones autonómicas, se hubiera celebrado un referéndum, «como en Escocia», dijo; pero el Estado, Madrid, no permite ese «ejercicio de democracia».

Sí, los números son importantes, porque lo que ha pasado electoralmente en Cataluña en los últimos años es dramático para el independentismo, a pesar de que desde la Generalitat se dé la impresión de que estamos ante una oleada imparable en «una ocasión histórica».

Lo que pretenden Mas y Junqueras lo podían haber hecho con la actual composición del Parlament. Recordemos que sumados los escaños de CiU y ERC resultan 71, cuatro por encima de la mayoría absoluta. Bien es cierto que CiU ya no existe, dinamitada por el propio Mas en aras de la independencia. Por ello, la estrategia del president consiste en sumar por aquí y por allá para lograr que el 27-S su lista supere los 68 escaños.

Las encuestas le dan a CDC entre 32 y 34 escaños, que añadidos a los 22 de ERC alcanzan tan sólo 56: 12 por debajo de la mayoría necesaria para vender el 27-S como una victoria del soberanismo. Con los 9 escaños que se estima podría lograr la CUP tampoco se llega a esa cifra mítica.

Aterrado ante la perspectiva de que la candidatura unitaria no logre el respaldo suficiente para formar Gobierno y, por tanto, ni siquiera pueda iniciar el camino hacia la ansiada independencia, Mas recurre al 9-N como su último refugio. En el referéndum/farsa votaron sí al Estado catalán y sí a que fuera independiente algo más de 1,8 millones de personas. Si a ellos se suman los 232.000 que votaron sí y no se obtienen más de dos millones de votos, lo que daría como resultado una holgada mayoría absoluta.

Es decir, para que a Mas le salgan las cuentas tendrían que votarle incluso los seguidores de Duran Lleida, cosa poco probable.

Para lograrlo, el líder de CDC apeló, cómo no, al miedo: «Si gana el no intentarán pasar por encima de nosotros sin misericordia», vaticinó.

Me temo que lo que va a ser inmisericorde será la campaña político/mediática que se lanzará desde la Generalitat de aquí al 27-S. Ésta es la última pirueta de Mas: si no consigue mayoría absoluta tendrá que marcharse y dejará Cataluña en una situación prácticamente ingobernable.

El heredero político de Pujol prometió un futuro de esplendor si se proclamaba la independencia de Cataluña, un país del que un día no muy lejano un estadounidense podrá decir: «Si quieren vivir el sueño americano, vayan a Cataluña» (ahora dicen Dinamarca). Probablemente, con una gestión distinta, con unos gobiernos menos preocupados por pasar a la Historia y más interesados en mejorar la vida de sus ciudadanos eso hubiera sido ya posible. El problema para Mas es que, desde que gobierna, Cataluña ha perdido peso económico y sus habitantes renta. Mientras que, por ejemplo Madrid, aportando más y recibiendo menos del Estado que Cataluña, es ahora la comunidad con más PIB de España.