IGNACIO CAMACHO, ABC 09/01/13
Clientelismo es el arte de colocar al mayor número posible de personas en el mayor número posible de sitios.
Acencerros tapados, durante las fiestas de Navidad, el presidente de Andalucía ha bloqueado la reforma de las administraciones locales que PP y PSOE negocian a nivel de Estado. Se opone Griñán a la supresión de las mancomunidades de municipios y a la reducción del número de concejales por la sencilla razón de que esta poda afectaría de forma directa a su modelo clientelista, basado en la colocación del mayor número posible de personas en el mayor número posible de cargos. La cólera del virrey andaluz ha sido patente al enterarse de que Rubalcaba y Gaspar Zarrías, con quienes no se jama, habían cerrado a sus espaldas un preacuerdo con Javier Arenas; quizá por eso haya gozado el doble al utilizar su vara alta en el partido para vetar el pacto. Fue el propio Zarrías el que, durante su resplandeciente época de valido chavista, sentenció que con las cosas de comer no se juega en política; ahora es su rival interno quien le recuerda que aunque ya no esté en el poder hay otros que tienen que seguir cuidando del pesebre.
Griñán dirige, a pachas con IU, el mayor régimen clientelar de España, el único con dimensiones significativas en el que la izquierda ejerce un dominio hegemónico. Para salvar esa supremacía no duda en aplicar fuertes ajustes en sanidad o educación —en los colegios están cobrando a los padres hasta el papel higiénico— mientras mantiene intacto su gigantesco aparato burocrático, reforzado con una red paralela de agencias, consejillos, empresas instrumentales y chiringuitos varios. A los sanitarios, a los enfermos y a los padres de alumnos les dicen que los recortes vienen mandados por el impío Gobierno de Rajoy que no les allega bastante dinero. A los enchufados en la inflacionaria Administración autonómica y local no hace falta que nadie les explique quién los mantiene en su puesto porque ellos bien saben cómo han llegado hasta allí. Y a quién le deben el empleo.
En ese blindado ecosistema, la preservación del número de ediles o la continuidad de las mancomunidades municipales, con sus presidencias, sus vocalías, sus asesores y sus presupuestos, suponen una cuestión de mera supervivencia. Los servicios mancomunados los podrían prestar las diputaciones después de que Rubalcaba haya dado espontáneo cajonazo a su propuesta de suprimirlas, y es obvio que la mayoría de los ayuntamientos —731 sólo en Andalucía— tienen un número de concejalías desproporcionado a su funcionalidad. Pero ése es parte del núcleo duro del clientelismo: sitios donde colocar gente, ámbitos públicos en los que repartir privilegios, nóminas y parcelas de influencia. En la política española, que ha sustituido la dudosa razón de Estado por una aún más viscosa razón de partido, el poder sigue siendo la única industria que ni aun en tiempos de aguda crisis está dispuesta a reconvertirse.
IGNACIO CAMACHO, ABC 09/01/13