Ignacio Camacho-ABC
- A grandes males, grandes remedios. Contra el fracaso escolar se suprime la repetición de curso y problema resuelto
El informe de la OCDE que señala a España como el país con mayor porcentaje de repetidores en Secundaria -el cuádruple de la media- y en Bachillerato no ha pillado por sorpresa al Gobierno. De hecho parece que llevaba algún tiempo `trabajando´ en ello según el acreditado método de a grandes males, grandes remedios: se suprime la repetición de curso, o se deja para casos muy excepcionales, y asunto resuelto. Más o menos la misma doctrina que aplicó a la sedición de los independentistas catalanes. Primero pensó en atenuar el tipo de delito, pero como el trámite presentaba ciertas dificultades indultó por decreto a los condenados y los puso en la calle. Soluciones Sánchez. Lo que es adecuado para los políticos lo será también para los escolares. Otro decretazo y se consigue que puedan acabar la ESO sin exámenes. Lástima que el recibo de la luz no admita, por su complejidad, este recurso expeditivo -¡el nudo gordiano!- de acelerar los desenlaces.
Lo que no se entiende es que si el asunto iba a acabar así, el ministerio se empeñara antes en aligerar el contenido de los programas con la consiguiente devaluación de la enseñanza. Para permitir el paso de curso y hasta de nivel sin aprobar las materias podía haber mantenido su ya flaco grado de exigencia, siquiera en consideración a los que estuviesen dispuestos a esforzarse en aprenderlas. Pero eso sería una concesión a la pedagogía de la vieja escuela; la nueva, la progresista, la de izquierdas, requiere sustituir el conocimiento por las destrezas, vaporoso concepto que básicamente consiste en mutar el antipático estudio por el aprendizaje de habilidades genéricas. Guerra a la excelencia. El espíritu banalizador de la Logse elevado a la enésima potencia: pinta y colorea un castillo que vamos a hablar de la Edad Media.
Ahora sabemos que además del fondo ideológico, de la aspiración de dejar una impronta doctrinaria en el ámbito educativo, este planteamiento tiene también un interés estadístico. El de rebajar unas cifras de fracaso sonrojantes a través del simple procedimiento del maquillaje, mucho más barato que combatirlas mediante la formación del profesorado, la atención especializada, la disminución de la ratio de chavales por clase u otras medidas que conllevan gastos estructurales. La degradación de la calidad docente es un camino mucho más fácil. Sin tener que enfrentarse a la necesidad de aprobar, los estudiantes irán al colegio como los adultos a una conferencia de las ocho de la tarde: a socializar y ver si de paso escuchan algo interesante. Sólo que, salvo en las universidades de verano, por asistir a charlas no le dan un título a nadie. Y si se lo dan no sirve más que para engordar los números de falsa eficacia del sistema público. Es decir, para indultar la (i)responsabilidad del político de turno a costa de arruinar el futuro de varias generaciones de alumnos.