IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo

 

Pensar y preparar el futuro es una de las principales preocupaciones de cualquier persona que tenga responsabilidades a su cargo. De ahí que me parezca muy bien el que nuestro presidente se haya tomado la molestia no ya de pensar en el futuro, sino en un ultrafuturo (últimamente todo es ultra algo) de 30 años. Siempre hemos criticado a nuestros políticos el que su horizonte temporal máximo fuera el lapso de tiempo que mediaba entre el presente acuciante y la celebración de las siempre inquietantes próximas elecciones. Por eso, y en principio, esta iniciativa me parece interesante en un momento como este de gran incertidumbre.

Dicho lo cual hay varias cosas que chirrían en esta propuesta del presidente. La primera es que el plazo elegido es demasiado largo. El año 2050 no está en el centro, ni siquiera en la periferia, de nuestras preocupaciones actuales. Hubiera sido mejor acercar el horizonte un par de décadas. 30 años es un plazo adecuado para ciertas cosas como pueden ser los planteamientos de las grandes redes de comunicación o las grandes infraestructuras energéticas de base, para lo demás es demasiado largo.

Luego, me imagino que, incluso una persona que se autoidolatra tanto como Pedro Sánchez habrá imaginado que es del todo seguro que vaya a ser él quien se encargue de pilotar el país durante estas tres décadas y quien vaya a inaugurar los innumerables proyectos e inversión que vamos a estrenar a lo largo de tanto tiempo. Esa remota posibilidad le obliga a pactar con los demás partidos la orientación y el contenido del programa. Diseñarlo y presentarlo en soledad y pretender luego obtener el apoyo entusiasta de la oposición es un deseo que rara vez se cumple y que entorpece sobremanera su utilidad real.

Uno de los planes de futuro más exitosos que he conocido fue el plan nuclear francés y una de las razones que mejor explican su éxito fue el acuerdo que logró el general De Gaulle con el Partido Comunista Francés y, como consecuencia, con los que pululaban por en medio. Además era concreto, tenía plazos de implantación y planes de financiación. Aquí no hay que se le parezca.

Por eso, cuando aún tenemos que aprobar la asignatura del Plan de Recuperación, del que sabemos demasiado poco y cuyo examen está a la vuelta de la esquina, este programa me suena a ‘divertimento’ para pasar el rato. No va a dar para nada más. Tendrá el mismo final que tuvo el programa que elaboró el Congreso bajo la presidencia de Patxi López. ¿Se acuerda? ¿No? No me extraña, aunque solo ha pasado un año desde su presentación…