Plazaola y Lasarte

KEPA AULESTIA, EL CORREO – 15/03/15

Kepa Aulestia
Kepa Aulestia

· Nunca se sabrá en qué medida el huido es ese héroe de recambio que ETA necesita periódicamente y en qué medida es una carga más para la izquierda abertzale.
· Plazaola es más que Lasarte. Es el héroe que afronta el destino fiel a la encomienda de los suyos y confiado en las leyes de la Historia.
· Lasarte es un adelantado a ese año 2020 en el que Lokarri sitúa la fecha en que ETA habrá dejado su armamento fuera de uso.

El ex preso de ETA Alberto Plazaola no se encontraba en su domicilio cuando el pasado martes la Policía acudió allí para devolverlo a prisión hasta 2026. Su huida contrasta con la noticia de que el exmiembro del ‘comando Donosti’ Valentín Lasarte saldrá de la cárcel el próximo lunes. Plazaola había cumplido 24 años de condena por dos delitos de asesinato frustrado y por otro de estragos, y ahora tendría que ingresar en un centro penitenciario porque el Tribunal Supremo se niega a descontarle el tiempo que estuvo preso en Francia. Lasarte no llegará a completar 19 años de reclusión por haber participación en siete asesinatos. Son las dos caras de un mundo que continúa ocupando titulares e indignando a la inmensa mayoría de sus víctimas, ante la mezcla de hastío e indiferencia que domina la percepción social de una historia amortizada.

La primera hipótesis que cabría contemplar en cuanto a la desaparición de Alberto Plazaola es que se niegue a volver a una celda porque considere que él ya ha cumplido la pena impuesta, y porque ha decidido esperar el desenlace final de los recursos que se presenten sobre la nulidad de sus años de cárcel en Francia a efectos de cómputo total. Ante la disyuntiva de estar a disposición de los tribunales, renunciando a la libertad, o darse a la fuga para vivir libre bajo una orden de búsqueda el oñatiarra habría optado por esta última salida momentánea. Aun al precio de que sea detenido, de que mientras tanto pudieran imputársele nuevos delitos, de que deba pagar su deuda penal con otra edad.
El supuesto más verosímil es que su disposición personal a no dejarse atrapar haya coincidido con la inclinación de la trama etarra a convertirlo en uno de esos héroes de recambio a los que acostumbra a animar unas veces y a soportar a disgusto otras, sin que Plazaola sepa exactamente si pertenece al grupo de los primeros o al de los segundos.

Aunque es muy probable que ni siquiera se plantee tan desmoralizadora cuestión. El ‘proceso’ dirá qué papel le corresponde en la obra. Nunca se sabrá en qué medida el huido es un activo para la resistencia etarra y en qué medida es una carga más para la izquierda abertzale. Mientras tanto, lo importante es que uno se mantenga firme en sus convicciones e infunda respeto y admiración entre sus paisanos. No sea que se piensen que Plazaola es como Lasarte. Porque, dentro del ‘conflicto armado’, Plazaola hizo muy pocos méritos si los comparamos con los de Lasarte para salvar el honor del Pueblo Vasco. Ni un solo muerto frente a siete. Pero ha sabido cargar con su responsabilidad, y es lo que hace irreprochable su fuga a la espera de la solución definitiva al conflicto. No como Lasarte, que pasó de ser el más desatado de los activistas a mostrarse como el más blando, desdiciéndose de su compromiso a cambio de una recuperación estimulada de la libertad.

Plazaola es más que Lasarte. Muchísimo más. Es el héroe que afronta el destino fiel a la encomienda de los suyos y confiado en las leyes de la Historia. Frente a él, Lasarte no es más que el advenedizo a la causa que en una etapa de su vida se lió a matar gente para arrepentirse al final rompiendo con la banda, pidiendo perdón a las víctimas y acogiéndose a los beneficios penitenciarios.

Esta distinción no solo refleja lo que piensan los fervorosos defensores de la ortodoxia etarra. También afecta a quienes, incluso desde posiciones institucionales, consideran la ‘vía Nanclares’ un asunto menor. Plazaola representa al todo colectivo frente a un Lasarte particular. Lasarte accede por contrición a la libertad después de haber perpetrado –según las sentencias que pesan sobre él– asesinatos propios de un terrorista compulsivo. Plazaola es ese pringado que suscita la empatía de los actuales gestores de la paz. Ese hombre convencido de que lo suyo no es suyo; de que su libertad solo puede tener sentido si todos los presos de ETA acaban siendo igualmente libres. Lasarte es el más rápido en salir de la cárcel. Plazaola, sagaz el martes en sortear el cerco que sobre él no habían dispuesto jueces que estaban pensando en otra cosa y policías legalistas, vuelve en realidad a la reclusión etarra de la que no se siente autorizado a salir.

Resulta paradójico que Plazaola, aun en su huida, esté condenado al cumplimiento íntegro de su pena, mientras que Lasarte accede a la libertad por esa puerta que no convence ni a las víctimas del terrorismo etarra ni a quienes buscan la solución con mayúsculas al problema. Lasarte es un adelantado a ese año 2020 en el que Lokarri sitúa la fecha en que ETA habrá dejado fuera de uso su armamento, previa verificación de que lo haga, porque las armas ilegales son «un peligro para toda la ciudadanía y un recordatorio constante e injustificable para todas las personas amenazadas».

Huelgan comentarios. Lokarri se ha autodisuelto en un rasgo de generosidad inusitada, dejando como legado un calendario para el final de ETA tan laxo que dará tiempo suficiente a la banda terrorista para adquirir armas que le procuren una entrega decorosa de sus arsenales, prescindiendo de cajas de cartón. Plazaola no tiene porqué tener tanta prisa. Su horizonte se sitúa, en el mejor de los casos, seis años más allá. El ahora perseguido cuenta con tiempo por delante para hacerse la víctima de su propia coherencia. Siempre habrá oñatiarras a los que nunca les ha pasado nada dispuestos a glosar su gesta.

KEPA AULESTIA, EL CORREO – 15/03/15