Pliego de condiciones

ABC 08/11/15
IGNACIO CAMACHO

· Una parte sustancial del documento de Cádiz va a ser el pliego de condiciones para la investidura del próximo presidente

EN la política española nadie es nada si no lleva en el bolsillo un proyecto de reforma constitucional, como esos irreductibles capillitas sevillanos que guardan escrito un pregón de Semana Santa por si se da el improbable caso de que los llamen a pronunciarlo. El furor adanista por una nueva Transición ha empujado a todos los partidos a redactar su propio proyecto constituyente con la esperanza de llevarlo adelante en la próxima legislatura, aun a sabiendas de que la Constitución sólo se puede reformar por consenso, es decir, mediante una síntesis posibilista de las ideas de (casi) todos. El único político de relieve que no tiene en el cajón su correspondiente borrador es Rajoy, al menos que se sepa, pero si se da la ocasión cuenta con una legión de juristas y abogados del Estado; y en el más inopinado de los supuestos siempre puede pedir prestado el que conserva en su portafolios el diletante ministro Margallo.

En este mainstream o corriente dominante de neoconstitucionalismo, Albert Rivera ha querido darle carácter fundacional a la presentación de su programa reformista en el muy simbólico escenario de Cádiz, cuna histórica de un esperanzador liberalismo del que casi siempre se olvida lo poco que duró. El de Ciudadanos es un plan ambicioso que pretende suprimir el Senado, las diputaciones y el Consejo del Poder Judicial, cerrar el modelo autonómico impidiendo la cesión de más competencias y establecer una nueva ley electoral más proporcional y tal vez por ello menos estable. Una reforma intensa en la arquitectura del Estado cuyo mayor punto débil acaso sea la contradicción entre su intención de despolitizar la justicia y la propuesta de que el presidente del Supremo, dotado de nuevas funciones decisorias, sea elegido por el Congreso de los Diputados. En todo caso se trata de un proyecto de largo alcance, inspirado por un afán regeneracionista de las instituciones que conecta con los deseos de buena parte de la nueva sociedad española. Un interesante punto de partida para el debate.

Lo que otorga, sin embargo, importancia determinante al diseño de C’s es la expectativa crucial del partido que lo propone, llamado a ejercer el papel clave de la futura conformación de mayorías de gobierno. Es decir, que en el Parlamento fraccionado que va a surgir en diciembre, una porción significativa de esas ideas va a constituir el pliego de condiciones para la investidura del próximo presidente. Visto desde esta perspectiva, el documento de Cádiz se erige en cierto modo en programa de base de la inminente legislatura. Conviene no perderlo, pues, de vista; tendrá que decantarse en acuerdos más amplios y desde luego en revisiones más pensadas pero de ese papel va a salir el patrón de una España de nueva planta, construida sobre la preexistente, cuya principal característica debería ser que resulte al menos tan eficaz y duradera como la antigua.