Izquierdas

ABC – 08/11/15 – JON JUARISTI

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· La izquierda antitotalitaria española, que nunca fue gran cosa, se ha extinguido por completo.

Hablar de izquierda liberal no deja de ser una incongruencia (Kolakowski sostenía que siempre hay que diferenciar izquierda y liberalismo, aunque tal oposición, decía, no significara necesariamente antagonismo, como quería Popper). Probablemente sea imposible demostrar que hubo alguna vez una izquierda liberal, pero es indudable que existió una izquierda antitotalitaria. Sus orígenes habría que situarlos en los años treinta del pasado siglo, cuando no sólo la socialdemocracia, sino también los primeros disidentes comunistas, se opusieron al estalinismo. Fue un antiguo bolchevique, Victor Serge, el primero en caracterizar al Estado soviético como totalitario, separándose así de Trotski, que sólo se atrevía a definirlo como un caso de degeneración reversible de la dictadura del proletariado.

La izquierda antitotalitaria se enfrentó desde esos mismos años a la izquierda antifascista, la cual, con independencia de su autodefinición socialdemócrata o comunista, secundaría la línea frentepopulista de la Tercera Internacional. En plena guerra civil española, el PSOE estalló en tendencias antifascistas y antitotalitarias. Algunas de las primeras –las Juventudes Socialistas, por ejemplo– derivaron de inmediato hacia el comunismo, y las restantes se dividieron, terminada ya la contienda, entre los antifascistas de Negrín y los antitotalitarios de Prieto. La trayectoria personal del ministro negrinista Julio Álvarez del Vayo, que terminó en el FRAP (es decir, en la más estalinista de las capillas de la oposición clandestina al franquismo), ilustra lo que fue el destino común de las izquierdas que perseveraron en el antifascismo tras la derrota de los fascismos realmente existentes.

Es decir, de las izquierdas que se negaron a ver el carácter totalitario de los regímenes comunistas y que, en cambio, proyectaron el fantasma de los fascismos sobre la democracia liberal. La excepción española merece ser admitida sólo a medias, porque, aun siendo cierto que el franquismo nada tenía de democrático, tampoco fue un régimen fascista. Gracias al franquismo, sin embargo, la izquierda española pudo perseverar en su antifascismo totalitario hasta mucho después de que este se hundiera en el resto de Europa occidental, tras mayo del 68, extinguiéndose rápidamente como en Francia o precipitándose hacia el terrorismo, como en Italia.

En esa Europa democrática ya había ido consolidándose una izquierda antitotalitaria desde el comienzo mismo de la Guerra Fría. No fue el caso de España, donde toda la oposición de izquierda al franquismo tenía verdadero pavor a proclamarse anticomunista y a distanciarse así del antifascismo. De ahí que, hasta las elecciones de 1977 a Cortes constituyentes, la izquierda española en su conjunto pareciera la más arcaica del continente. Los años ochenta contemplaron el auténtico despegue de la izquierda antitotalitaria en España, al rebufo de la unanimidad anticomunista europea ante las revoluciones democráticas en el bloque soviético. Pero, retomando un castizo refrán muy del gusto de Cayo Lara (uno de los comunistas españoles que nunca se apearon de su estalinismo), «la alegría dura poco en la casa del pobre».

El desplome de los regímenes comunistas preludió el desvanecimiento de la izquierda antitotalitaria, que se extinguió por falta de enemigo, y la correlativa aparición de una nueva izquierda antifascista (léase totalitaria), tan cerril –mentalmente, al menos– como la de los años treinta, y que, como las residuales izquierdas comunistas occidentales de la Guerra Fría, se empeña en ver fascismos en las democracias liberales y emancipadores de la humanidad oprimida en los sátrapas bolivarianos o islamistas.

ABC 08/11/15 – JON JUARISTI