Pocas plazas encarnan como Madrid la crudeza de la fractura interna que el marianismo ha legado a la derecha

ABC-IGNACIO CAMACHO

MADRID Y EL QUINTO ELEMENTO

EN el que fuera su bastión simbólico, su sagrada ciudadela, el PP ha tenido que salir, como Diógenes, a buscar candidatos con una linterna. Pocas plazas representan como Madrid –si acaso, Valencia– el problema que el marianismo ha creado a la derecha, que el expresidente recogió unida y dejó fracturada en tres fuerzas. Primero la corrupción reventó por dentro el partido y le entregó la capital a Manuela Carmena; luego la debilidad ante el conflicto catalán y la pérdida del Gobierno han socavado sus bases en la autonomía entera. Durante unos meses, Pablo Casado se ha deprimido con encuestas incapaces de encontrar un ticket de aspirantes con suficiente consistencia. Los que daban el tipo no querían y los que querían no alcanzaban el mínimo de fortaleza. Al final se ha decidido por dos peones de brega, gente intrépida dispuesta a batirse a contraviento de la decadencia. Será el propio líder nacional, consciente de lo que se juega, el que, como en Andalucía, se faje en campaña para respaldar a Díaz Ayuso y Martínez-Almeida. La repercusión de su apuesta trasciende al ámbito territorial por la potencia política y mediática de la escena madrileña.

En realidad, la decisión de Casado anticipa la voluntad de una coalición de facto, siempre en la suposición de que Rivera no imponga un bandazo, un desmarque táctico a la hora de los pactos. La comunidad, para el PP; la Villa y Corte, para Ciudadanos. Ése es el reparto que queda implícitamente planteado a expensas de que Vox no rompa las previsiones con un sobresalto. Puede ocurrir: tras la sorpresa andaluza buena parte del electorado conservador desea darse el gustazo de estrenarse votando a la formación que más irrita al izquierdismo sectario. Esa catarsis pendiente amenaza al sufragio moderado. La misión de Almeida, que tras la retirada de Aguirre se ha curtido en la oposición a la alcaldesa, es la de resistir el impacto. Superar a Begoña Villacís es más difícil porque su espacio, que ha defendido con buena nota, no ha dejado de agrandarse en los últimos cuatro años. Pero hasta ahora, la marca de Cs siempre ha registrado un diferencial negativo entre sus expectativas y sus resultados. Y en la región, los populares confían en que su implantación sostenga el liderazgo, si no en términos absolutos sí en la correlación interna de su teórico bando.

La izquierda va a responder con una estrategia de espejos. El PSOE aspira a gobernar la CAM, en la que Gabilondo tiene opciones de quedar primero, y en contrapartida volvería a otorgar la capital a Podemos, cuya candidata fue tentada por el propio Sánchez para cambiar de lista sin dejar el puesto. Es previsible que le oponga un candidato de perfil bajo que no le dispute demasiado terreno. La batalla electoral de Madrid quedaría así configurada en torno a un tetrapartidismo en apariencia perfecto… si no lo quiebra la irrupción del quinto elemento.