NACHO CARDERO-EL CONFIDENCIAL
- Lo de Rivera no deja de ser una ucronía, efluvios nostálgicos de un tiempo que no volverá. Una operación de ese calado requiere una hoja de ruta fija y de largo recorrido
Los malos resultados del 14-F y el ruido de sables generado en torno a los mismos resucitan la idea de una fusión PP-Ciudadanos. Eso y la sombra de Albert Rivera. El exlíder de Cs, que no está pero que nunca ha terminado de irse, tiene hilo directo con Génova y estaría engrasando los puentes de su antigua formación con los populares.
Más que un escenario verosímil, lo de Rivera no deja de ser una ucronía, efluvios nostálgicos de un tiempo que no volverá. ¿Y si Mariano Rajoy hubiera sorteado la trampa de la moción de censura? ¿Y si Ciudadanos no hubiera incurrido en lo que Francesc de Carreras llama el ‘error Rivera’ y hubiera dado su ‘nihil obstat’ al Gobierno de 180 diputados con Pedro Sánchez? ¿Y si no se hubiera producido la foto de Colón? ¿Y si se unen PP y Cs…?
Pablo Casado debe de saber a estas alturas que la fusión con la formación naranja es un mal negocio para el Partido Popular y para sus propios intereses. Al menos, en el corto plazo. Una operación de ese calado requiere una sofisticación estratégica muy alejada de los titulares gruesos que se pueden leer estos días en la prensa.
Necesita una hoja de ruta fija y de largo recorrido. Como le gusta decir a Ignacio Varela: se puede tener un buen plan, se puede tener un mal plan, se puede incluso no tener plan, pero lo que no se puede hacer bajo ninguna de las maneras es cambiar de plan cada semana. Primera lección del manual de estrategia política.
La gran pregunta que debe hacerse Pablo Casado no es cómo arañar uno o dos puntos en intención de voto con golpes efectistas tal que una fusión exprés con Ciudadanos, sino cómo levantar una plataforma alternativa en el centroderecha que pueda sacar un diputado más que las izquierdas y los nacionalistas.
¿Cómo sumar un diputado más que izquierdas y nacionalistas? Quitando un millón de papeletas al PSOE vía Ciudadanos
Lo consiguió Aznar antaño con la refundación de la derecha, abarcando en unas siglas a los votantes que iban de los restos del franquismo hasta la frontera con el PSOE; pero ahora con el multipartidismo, el populismo ‘agitprop’ y la sociedad líquida en la que estamos instalados, dicha amalgama parece imposible. El que mola es Vox.
¿Cómo se puede, entonces, sumar un diputado más que el ‘Gobierno Frankenstein’? Quitando un millón de papeletas al PSOE; esto es, llevándose consigo en los próximos comicios a ese socialista ‘huérfano’ al que no le gusta Pedro Sánchez, ni sus socios de Unidas Podemos, ni los flirteos constantes con Bildu y los independentistas catalanes.
Este escenario solo es compatible con un Ciudadanos independiente y más fuerte de lo que se encuentra en estos momentos. Difícilmente ese millón de votos de izquierdas va a ir a un partido como el del PP, estigmatizado por Bárcenas y la ‘caja B’. Resulta más creíble que esas papeletas se dirijan a una opción centrada y liberal como la que representa Arrimadas.
Los socialistas ‘huérfanos’ de partido no se plantearían jamás votar a un centroderecha sin Cs y totalmente copado por PP y Vox. Más bien al contrario: la posibilidad de un Ejecutivo de coalición de estas dos formaciones, con seis ministros con camiseta verde, por poner un ejemplo, moviliza al electorado hacia la izquierda y le hace la campaña a Pedro Sánchez. Ese es el deseo húmedo de Moncloa.
Al PP no solo le conviene que Cs resista sino que suba. En caso contrario, corre el riesgo de perder Madrid y Andalucía
Casado necesita un aliado como Ciudadanos, que es, o pretendía serlo, una formación instrumental, centrada, sin definición ideológica pero que servía para frenar al nacionalismo, dar estabilidad a los diferentes gobiernos y modernizar la política. Unas características y unos electores que el ‘viejo’ PP dista de representar a día de hoy.
Al PP no solo le conviene que Cs resista sino que suba en intención de voto. En caso contrario, corre el riesgo de perder buena parte del poder territorial que ostenta en estos momentos, incluidas Madrid y Andalucía. Creer que todos los votos naranjas van a ir al Partido Popular con una fusión entre formaciones resulta ingenuo. En política, dos más dos nunca suman cuatro.
De querer crear una confluencia electoral con Ciudadanos, el Partido Popular debería esperar a que pasen los comicios municipales y autonómicos y dar el paso en vísperas de las generales. Hacerlo ahora no solo no les beneficia sino que resulta suicida.
La convergencia electoral PP-Cs seguirá dependiendo de Vox para gobernar, pero serán los primeros lo que exhiban posición de fuerza. De producirse la fusión ahora, en un centroderecha sin los naranjas y con Vox pisándole los talones a los populares, el tablero político se muestra sumamente endiablado.
En estos tiempos de reivindicación del estoicismo para combatir la polarización, recuerden una de las meditaciones de Marco Aurelio:
«No pienses en lo que está ausente como si estuviera presente, más bien considera lo mejor que tienes y piensa con cuánto afán lo buscarías si no estuviera presente. Al mismo tiempo, ten cuidado de no complacerte demasiado en las cosas presentes, llegando a sobreestimarlas de modo que, si dejaran de estar presentes alguna vez, llegaras a perturbarte».