Isabel Morrillo-El Conidencial
Vox, sin sitio en la mesa de negociación de momento, marca a fuego la primera semana de diálogo para formar Gobierno en Andalucía: Rivera necesita sus votos pero teme a esa foto
Susana Díaz se llevó media campaña electoral con una letrilla, representaba a Juanma Moreno (PP) y Juan Marín (Cs) como una pareja de novios que llegaban a las puertas de la iglesia peleando e insultándose. «No te soporto, no te aguanto, que solo me voy a casar contigo porque quiero quitar al PSOE y a esta mujer», entonaba Díaz, incrédula ante ese escenario del que se reía.
Mal que le pese a la socialista, su profecía se está haciendo realidad, pero debería saber ya a estas alturas que por más que discutan, que no es tanto, se van a casar. Lo que no podía imaginarse casi nadie es que la pelea de los dos partidos llamados a formar gobierno iba a tener un tercer invitado en la pareja y principal motivo de discusión: Vox. Un partido que está obligando a los grupos de la derecha a pensar bien cuál va a ser la estrategia que van a seguir porque, además, lo que pase en Andalucía quieren que sea, esto lo comparten tanto PP como Cs, una fórmula de éxito que pueda exportarse a otros ayuntamientos y gobiernos autonómicos tras las elecciones del próximo mes de mayo. Y quien sabe si al próximo Gobierno de España. Así lo expresó Albert Rivera este pasado viernes en un desayuno informativo en Sevilla, donde consideró que el laboratorio andaluz debe dar con una patente exportable a toda España.
Pensando en elecciones
El pacto andaluz se mira en clave nacional. No solo porque pueda repicarse después en otros gobiernos sino porque marcará a fuego las estrategias ante las inminentes citas electorales. Cs hace cálculos y piruetas. No quiere perder el centro político ni escorarse a la derecha, justo lo que quiere el PSOE que ocurra. Desde el minuto uno la dirección socialista dejó claro que si querían el Gobierno de Andalucía deberían retratarse con Vox y así los socialistas calculan que recuperarán pista en el centro político. Hay 100.000 exvotantes del PSOE que se fueron con el partido naranja el 2 de diciembre.
PSOE y Cs se atizan peleando por el centro político pensando en las próximas elecciones y Rivera sabe que una foto con Vox como aliado le perjudica
El PP parece mucho menos preocupado pese a que su espacio se achica mucho más. No se sabe si la procesión va por dentro o es que, en la euforia de alcanzar por fin el Gobierno de Andalucía, se les pasa que lo hacen con 26 diputados, una cifra que marca mínimos históricos, y con dos partidos que le hacen un emparedado y le roban votos a la derecha, Vox, y en el centro, Cs. Si pactan con Vox puede que estén dando alas a un partido que podría acabar aniquilándolos. Pero de esto, del abrazo del oso, no se oye ni hablar ni reflexionar en las filas populares que solo alardean de la buena relación de Pablo Casado y Santiago Abascal.
Vox pide su sitio
La primera semana de negociaciones de PP y Cs en Andalucía ha constatado dos cosas. Una que va a haber, sí o sí, un Gobierno de cambio en Andalucía con el PSOE en la oposición. Ambos partidos tienen clarísimo que no van a dejar escapar la oportunidad de desalojar al PSOE del poder 36 años después. Otra, que ese pacto, por una pura cuestión aritmética, necesita sí o sí de los votos de Vox y este partido, como cualquier otro, no piensa dar nada gratis. Quiere sitio en la Mesa del Parlamento y entrar en la negociación de PP y Cs cuando hayan cerrado el núcleo central del acuerdo. Esas negociaciones no están arrojando grandes dificultades, sobre el papel no hay tanta pelea, el problema de verdad vendrá en el reparto de sillones.
El PP no tiene complejo en admitir que negociará con Vox e incluso hace suyas algunas de las reivindicaciones del partido de Abascal. Sobre la mesa pusieron algunas medidas imprescindibles para dar sus votos a un nuevo Gobierno en Andalucía: reforma del Estatuto de Autonomía para eliminar del Preámbulo «realidad nacional», supresión de Canal Sur, eliminación de las leyes de violencia de género, LGTBi, memoria histórica y auditoría del PER. Desde el PP se lanzaron a abrazar algunas de estas medidas con entusiasmo, incluso admitiendo que cabía la posibilidad de desmantelar Canal Sur, algo imposible porque está recogida en el Estatuto y se necesitarían dos tercios del Parlamento (74 diputados y las derechas suman 59).
El PP defiende que ellos se reunirán y hablarán con quien quieran y reivindican que Vox es «un partido constitucional» como los demás
El lunes en el inicio de las negociaciones, que se escenificó con solemnidad y boato en el Parlamento andaluz, Moreno vino a dejar claro que no hablarían ni negociarían con Vox pero admitió que contaban con sus votos. Dos días después quedó para tomar un café con el juez Francisco Serrano, candidato de Vox en Andalucía. Ese encuentro molestó al partido de Rivera, que dijo desconocer esa cita y amagó con levantarse de la mesa si negociaban con otros a sus espaldas. Moreno dejó claro que hablará con quien quiera y cuando quiera y que Vox es un partido constitucional. Fue solo, insisten, una primera toma de contacto. Lo normal si quieren tener sus votos. Lo mínimo, vamos.
Cs se lava las manos
Nada que ver con el discurso de Cs que marca distancias con Vox cada vez con más claridad, incluso sobreactuando. Albert Rivera acudió el jueves a Bruselas para reunirse con el grupo liberal con el que concurrirán a las europeas y aseguró que nadie le preguntó por su alia
nza con este partido que sus propios socios equiparan al de Marine Le Pen en Francia o Matteo Salvini en Italia. Él, por si acaso, renegó de ningún tipo de pacto con este partido. La misma noche de las andaluzas el presidente de la alianza de liberales europeos, Guy Verhofstadt, alertó del auge de Vox.
Juan Marín, el candidato de Cs en Andalucía, dejó claro que ellos no hablarán con Vox pero que si el PP quiere hacerlo, ellos sabrán. Es una buena estrategia para dejar caer la responsabilidad del pacto con ese partido sobre los hombros del compañero de coalición pero los hechos mandan. Si Cs logra la presidencia del Parlamento con los votos de los diputados de Vox o si hay un nuevo Gobierno en Andalucía con los mismos votos la foto fija será esa: un acuerdo a tres de los partidos de las derechas, lo que el PSOE llama «la triple alianza» y cuyo ideólogo, dicen, es José María Aznar.
Una fórmula alternativa
La única fórmula alternativa para aislar a Vox la explora el PSOE andaluz pero sin apenas posibilidades. Ni siquiera Adelante Andalucía, tras su caída electoral, ha decidido qué quiere ser de mayor y si se aliará con el PSOE para hacer un frente de izquierdas. Los socialistas proponen «un acuerdo de los partidos constitucionalistas» en la Mesa del Parlamento, sin Vox. Exactamente lo mismo que entonó para cerrar la semana Rivera en Sevilla. Pero, aunque aparentemente coincidan en el mensaje, en el fondo se están atizando. Cs reclama a Susana Díaz que no bloquee, asuma la derrota y ordene una abstención frente a un Gobierno de PP y Cs que haría innecesarios los votos de Vox.
Eso no va a ocurrir. Tan improbable como que Susana Díaz dé un paso a un lado para que Cs y PSOE formen gobierno. En las filas de Rivera dejan una cosa clara: el PSOE será por primera vez en 36 años el partido de la oposición en Andalucía. Responden a Susana Díaz que Juan Marín (Cs) no se hará un Julia Roberts en ‘Novia a la fuga’. Boda habrá.