La cuestión de fondo, que inquieta al presidente del EBB, es que, precisamente en Álava se concentra el feudo más identificado con las tesis de Egibar. De ahí que el dirigente guipuzcoano haya dado el segundo paso. El primero lo dio Imaz, y dio dos veces por el golpe efectista que produjo su defensa, a través de un artículo, de un pacto con el Estado.
Cuando un alcalde nacionalista se lamentaba, hace unos días en una conversación privada, de la batalla interna que se está librando en el PNV, exclamaba: «¿Pobre Josu Jon!». Y no lo decía porque viera al presidente de su partido dispuesto a tirar la toalla ante las presiones de los sectores más radicales, sino porque las muchas interferencias que se estaban produciendo en el proceso de la próxima renovación de la dirección del PNV, que será en diciembre, les están conduciendo a un debate que debería ya estar superado.
Cuando ya se ha pasado el filtro de las elecciones y la disputa se libra entre bastidores para elegir la nueva dirección del partido de Sabino Arana en los próximos años, no hay quien disimule. Y si hay que definirse en torno a defender un pacto con el Estado, como es el caso de Imaz, o apostar por el desbordamiento democrático, como defiende Egibar, pues se hace. Porque los más radicales, siempre tan insatisfechos, no pararán hasta dar una vuelta de tuerca hacia el mayor distanciamiento y ruptura con España. Una causa que profesa con especial insistencia el propio lehendakari en cuanto tiene la mínima oportunidad.
Lo curioso es que el PNV no salió bien parado de las últimas elecciones municipales porque perdió nada menos que 37 alcaldías pero, después de la penúltima filigrana de pactos postelectorales en Álava, el partido que dirige Imaz ha recuperado el poder en las tres diputaciones.
No obstante, la cuestión de fondo, que inquieta al presidente del EBB, es que, precisamente en Álava se concentra el feudo más identificado con las tesis de Egibar. De ahí que el dirigente guipuzcoano haya dado el segundo paso. El primero lo dio Imaz, y dio dos veces por el golpe efectista que produjo su defensa, a través de un artículo, de un pacto con el Estado.
Los más escépticos no apreciaban gran diferencia entre los dos principios que él proponía -no imponer (los nacionalistas en Euskadi) y no impedir (los dos grandes partidos en las Cortes)- de la línea que pueda defender cualquier otro jelkide más radical. Al fin y al cabo se trataba de un planteamiento recogido en la ponencia del PNV de octubre de 2005.
Pero a Egibar le gusta utilizar otro documento como referencia: el Plan Ibarretxe aprobado en el Parlamento en 2004. Por eso resulta difícil imaginar en dónde debe quedar el consenso sobre la ‘hoja de ruta’ del que hablaba ayer para garantizar una candidatura única a la elección del próximo presidente del PNV.
Si Egibar, tan receloso de los socialistas, cree que éstos, al proponer un acuerdo amplio y transversal en Euskadi, para reformar el Estatuto que logre el aval de las Cortes, están defendiendo «un derecho a veto», ¿pensará lo mismo de Imaz? Porque la propuesta del presidente del PNV y la de los socialistas es, prácticamente, la misma. Léanla. Vale la pena fijarse en la coincidencia. Traerá cola.
Tonia Etxarri, El Correo, 8/8/2007