Reclaman a la izquierda abertzale «una reflexión crítica» sobre el pasado y que desbloquee «el tema de los presos»
El denominado grupo de ‘Presos comprometidos con el irreversible proceso de paz’, formado por una decena de internos de la prisión de Nanclares disidentes de ETA y ahora opuestos a la violencia, asegura en un comunicado que ha llegado el momento de adoptar medidas a favor de «la reconciliación» y emplaza a Bildu a comenzar a dar pasos para «superar las dramáticas consecuencias que se han generado durante años», sin esperar a las decisiones que vaya adoptando la organización terrorista. En el comunicado, remitido a EL CORREO, los exmiembros de la banda, liderados entre otros por los históricos Joseba Urrosolo Sistiaga, Carmen Gisasola, Kepa Pikabea, Rafa Caride y Josu Garzia, además de Jurgi Oteiza y Andoni Altza, no sólo apuestan por pedir a Bildu que dé pasos para desbloquear las cuestiones de los presos y las víctimas, sino que también aseguran que se debe «hacer una reflexión crítica del pasado», en referencia a las acciones de la banda. Todo el escrito supone una apelación a la izquierda abertzale para que sea parte activa en la normalización de la sociedad y para que no se quede esperando a los pasos que pueda dar ETA.
El documento, titulado ‘Socializar la reconciliación’, en contraposición a la «socialización del sufrimiento» que propugnaba la ponencia Oldartzen, llega en un momento en el que la legalización de Bildu y sus resultados electorales -que le han permitido conseguir la Diputación de Gipuzkoa y la alcaldía de San Sebastián- han diseñado un nuevo escenario en el País Vasco. La difusión del texto, además, tiene lugar después de que los propios dirigentes de Bildu hayan anunciado que uno de los ejes de su actuación va a ser el trabajo a favor de los presos de la banda, aunque sin concretar qué pasos darán en este sentido.
El comunicado de los internos disidentes de ETA tiene dos apartados diferentes. En el primero se realiza una revisión histórica de cómo ha llegado la izquierda abertzale, de la mano de Bildu, a dar por finalizada «de forma irreversible e incondicional» la lucha armada. En la segunda parte, los presos ofrecen su opinión de cuál deben ser los pasos que conduzcan a superar la actual situación.
Al realizar un análisis histórico, recuerdan la denominada doctrina Oldartzen en la que ETA apostó por extender el terror a todos los estamentos sociales y que en la práctica supuso que la banda comenzase a asesinar a políticos del PP y del PSE -desde el año 1995 ha matado a 40 cargos de estas formaciones- o a llevar la violencia callejera a sus mayores extremos de tensión.
A juicio de los disidentes, esa estrategia supuso que el apoyo electoral de la izquierda abertzale descendiera a cifras históricas, una crisis agudizada por el fracaso de las conversaciones de Loiola y el atentado de la T-4. En su opinión, los movimientos posteriores de Sortu y Bildu en los que han rechazado el terrorismo «son tan contundentes e irreversibles con respecto a la violencia que no dejan espacio a los que pudieran estar tentados de seguir utilizándola». No obstante, los internos consideran que si ETA tuviera el mismo convencimiento que Batasuna con respecto al final de la violencia, «las cosas se hubieran planteado de manera más clara, creíble y efectiva». Al reflejar esta incertidumbre sobre el papel de la banda, los presos sí que consideran que «si algunos decidieran continuar, ya no sería ETA, sería algo marginal, sin ningún apoyo social».
Los exmiembros de la organización recuerdan también que Bildu firmó el denominado Acuerdo de Gernika. En ese texto, rubricado en septiembre del año pasado y que tenía el apoyo de la izquierda abertzale, Aralar, EA, Alternatiba, así como sindicatos como LAB, se rechazaba la violencia, se reclamaban medidas para los presos pero también gestos a favor de «la reconciliación y reparación de todas las víctimas».
En opinión de los internos, no se puede esperar a que la banda escenifique su final porque eso supondría «dejar que los presos y las víctimas carguen con la parte más difícil de solucionar». En ese apartado, los presos realizan cuatro propuestas a Bildu.
«Superar las heridas»
La primera de ellas supone realizar «una reflexión crítica del pasado». «Sin olvidar las responsabilidades de los demás, tenemos que plantear claramente que en toda la izquierda abertzale tenemos una responsabilidad colectiva», escriben. La segunda propuesta implica «empezar a poner las bases de una nueva convivencia en la sociedad». Al hablar de esta futura convivencia, los presos reconocen que la reconciliación «será difícil y llevará su tiempo». Su objetivo final es una sociedad normalizada «en la que se reconozca y se respete al que piensa diferente». Aunque no los explicitan, los internos reclaman «gestos concretos y de calado» que permitan «superar las dramáticas consecuencias generadas durante años».
En el cuarto punto los presos profundizan más en esta idea y defienden que, sin esperar más tiempo, se comiencen a dar pasos «privados y públicos» en los que se plantee «la reconciliación de todas las víctimas». «Hay que empezar a abrir espacios de entendimiento para crear un clima favorable y superar las heridas creadas», añaden.
El último punto que tratan los internos es el de la situación de los presos. En este campo, los disidentes son tajantes: «no se puede dejar el tema de los presos en manos exclusivas de ETA». Piden a Bildu que «desbloquee el tema» y recuerdan que opiniones por las que la banda ha llegado a considerar traidores a quienes las asumían son las mismas que Batasuna ha tenido que aceptar al plantear la legalización de Sortu. Para los disidentes, si la izquierda abertzale ha podido dar esos pasos, sus actuaciones son igual de válidas. Así, emplazan a Bildu a que actúe con los presos «con la misma determinación que tuvieron para su legalización». «No se pueden limitar a las declaraciones y a convocar manifestaciones periódicas», concluyen.
Trece años a contracorriente
En los últimos años, la prisión de Nanclares de la Oca, en Álava, se ha convertido en el foco principal de la disidencia a ETA dentro de las cárceles. Los denominados ‘Presos comprometidos con el irreversible proceso de paz’ iniciaron su recorrido en la vía disidente en 1998, en pleno proceso de negociación abierto tras la tregua de Lizarra. En ese momento, reclusos que cumplían condena en Francia como Joseba Urrosolo Sistiaga, miembro del ‘comando Madrid’, o Carmen Gisasola, jefa de los comandos de la banda en los 80, hicieron pública una misiva titulada ‘Nos ilusiona lo de Irlanda’, en la que reclamaban que los presos debían dejar de ser «manipulados». La ruptura de aquel alto el fuego por parte de la banda silenció las voces de los reclusos de forma automática.
Con posterioridad, al grupo de Gisasola, Urrosolo o Kepa Pikabea, exmiembro del ‘comando Gohierri Costa’, se unieron exmilitantes significados como Rafael Caride Simón, condenado como autor de la masacre de Hipercor, o Andoni Altza, otro excomponente de ETA que purga pena por trasladar explosivos. Su mensajes fueron aumentando las críticas a la banda y terminaron por reclamar de forma tajante el abandono de la violencia. En 2008 pidieron que se reconociera el derecho de cualquier militante a abandonar la organización, en una llamada a la deserción. Asimismo, comenzaron a exigir a la banda que reconociera el sufrimiento causado. Sus críticas les supusieron la expulsión de ETA.
Tras ella, todos los integrantes de este grupo de disidentes han ido dando más pasos. Han firmado escritos pidiendo perdón a las víctimas e incluso han comenzado a afrontar el pago de indemnizaciones con bienes heredados a lo largo de los últimos años
‘Txelis’ y ‘Pakito’
Con anterioridad a los importantes pasos dados por este grupo recluido en Nanclares de la Oca, ya se habían producido críticas de calado en ETA. Una de las más antiguas es la del antiguo miembro de la cúpula José Luis Alvarez Santacristina, ‘Txelis’, quien, desde posturas religiosas, se opuso a la violencia en 1992 en un pronunciamiento interno que alarmó a la dirección etarra.
En 2004, a las críticas se unió la voz del que fuera jefe de la banda, Francisco Mujika Garmendia, ‘Pakito’, quien apostaba por el fin de la lucha armada ante el fracaso de la estrategia terrorista. Tanto ‘Txelis’ como ‘Pakito’ fueron expulsados. ‘Txelis’ en 1998, acusado de un «intento de escisión», y ‘Pakito’, en 2005.
El goteo constante de disidencias en la banda se ha parado en los últimos meses como consecuencia de la tregua decretada por ETA y de las expectativas de un inminente final de la violencia terrorista. El triunfo electoral de Bildu ha contribuido también a ello.
EL CORREO, 1/7/11