Juan Carlos Girauta-ABC

  • Jamás imaginaron que Ayusoiba a convertirse en la principal amenaza para los planes de larga hegemonía sanchista

Fue Sánchez quien quiso una interpretación en clave nacional de las elecciones madrileñas. Por eso el entero aparato de agitación y propaganda del régimen, que aquí incluye hasta al BOE, se puso a pleno rendimiento. Pero el Gobierno que hace un año largo dispuso el aprovechamiento político de una pandemia global encontró en Ayuso una adversaria de inesperada dureza con la que no funcionaba el repertorio de calumnias.

Tomaron a la roca por molesto guijarro. La infravaloraron, error mayúsculo, porque estaban bajo los efectos de la ‘hybris’. Al punto de afrontar la inconveniencia con un tratamiento que se revelaría fatídico para los intereses del entramado socialista, posmarxista y separatista, que estaba en planes ambiciosos: atar al Monarca, controlar a la judicatura, anestesiar a la Fiscalía, componer un rebaño con los medios de comunicación.

El proyecto sanchista también exigía la demonización de Vox. Procedieron a un despliegue sistemático del abecé del ilusionismo: dirigir la mirada del público hacia un lugar distinto a aquel en el que se realiza cada truco. Así esperaban anclar la nave española en el puerto de Sánchez. O más exactamente, dejarla encallada, pues la derecha no podría o no querría sumar en muchos años una mayoría alternativa. Ciudadanos se avino consciente e inconscientemente (según el dirigente) a tales planes. Primero marcando distancias con sus socios autonómicos en el discurso. Luego con la estúpida y desleal operación de las mociones. En Madrid la deslealtad había sido la tónica, así que no es extraño que Ayuso se curara en salud tras lo de Murcia. Se movió tan deprisa que descolocó a todos los extraños y a una parte de los propios. Visto y no visto.

Jamás imaginaron que Ayuso iba a convertirse en la principal amenaza para los planes de larga hegemonía sanchista. No han dejado de chocar contra la roca, que hacía añicos cada campaña de maledicencias, cada linchamiento personal entre risas amargas, tan propias de este régimen de humoristas tristes y políticos risibles. Han ido de tropiezo en tropiezo, han librado una competición de perdedores consistente en liarse a patadas, cada vez más desesperadas, con ese fenómeno que les hizo perder el equilibrio sin ir a buscarlos, quedándose simplemente en su sitio, no moviéndose de su papel institucional y esgrimiendo razones que sobrepasaban a las ramas locales de la izquierda nacional.

Con las patadas se han hecho mucho daño al no obtener más que la fuerza opuesta a la que ellos mismos aplicaban. Ayuso ha velado por las necesidades más perentorias de los madrileños en materia de salud, trabajo, actividad, futuro y libertades. Su modelo ha admirado a muchos, dentro y fuera de España. Mañana puede acabar, sin moverse de su sitio, con la carrera de Iglesias. Y mucho más, pues fue Sánchez quien quiso una interpretación en clave nacional de las elecciones madrileñas.